Es hora de dejarla ir
La gente hablaba a mis espaldas, también a las de Allena y como me pidió, me había alejado de ella. Traté de hablar con Melanie para hacerle entender que todo era un gran malentendido, pero Jude no ayudaba y mi enemistad con Marcus tampoco me favorecía.
Me sorprendía como el chisme había corrido en un abrir y cerrar de ojos luego de aquel día, casi como si hubiera estado aguardando el momento exacto para explotar y arrasar con todo a su paso.
Dejé el equipo de baloncesto porque se había vuelto incómodo con todos de lado de Marcus, quien apoyaba las acusaciones de Jude a favor de Melanie. Cuando Allena entraba a la cafetería todos se callaban y cuchicheaban sobre ella, sobre mí y sobre el asunto; ella parecía no mostrarle interés, pero estaba seguro que por dentro eso la hería y un día algo terrible ocurrió.
“¿Has oído eso de que Allena Ramsey…?”
¿Acaso había escuchado bien? Me pareció que dijeron su nombre unas chicas sentadas junto a la máquina expendedora, deseaba con mi alma haber oído mal.
—Así que así le robó el novio a Melanie Marshall —dijo una chica con más fuerza—. ¡Allena Ramsey se acostó una noche con Eliam Montgomery en la biblioteca!
—Cállate, ahí está ella.
Saqué mi soda de inmediato para voltear y buscar a Allena con la mirada, entonces las chicas me vieron y se quedaron tiesas, del mismo modo que estaba Allena cuando la vi junto a la malteada de fresa derramada en el piso.
El silencio en el lugar permitió oír mejor cada murmullo, cada doloroso y maldito murmullo. Aquella noche vino a mi mente, fue especial y perfecta, pero todo eso se vio ensuciado porque habían tergiversado cada momento de esa noche. Había arruinado la reputación de Allena y sin razón, no pasó nada entre nosotros, pero ya todos tenían esas imágenes asquerosas en sus cabezas y en la mía las palabras de Allena «… las chicas me llaman zorra y los chicos creen que soy una puta».
Allena se disculpó con la cocinera por la malteada y fue apurada hacia la salida del lugar pasando frente a mí sin mirarme, quise ir atrás suyo, pero vi de reojo a Marcus riéndose de todo y ahí lo supe.
— ¡Maldito hijo de perra!
Las chicas soltaron algunos gritos y algunos chicos maldijeron cuando me lancé contra Marcus, sostenía el cuello de su camisa entre mis manos mientras lo estampaba contra un muro. Marcus me veía furioso y el sentimiento era mutuo, porque no golpeaba a un amigo, golpeaba a un patán imbécil.
Alguien me apartó de él y todos veían rodeándonos.
— ¿Qué es lo que te molesta tanto? —Me cuestionó en alto mientras se acomodaba el uniforme.
—Detente, Marcus —pedí clemente—. Sabes que no ocurrió nada.
— ¿Ahora lo negarás? ¿No saliste de la biblioteca en la mañana con ella después de no pasar la noche en tu casa? —Despotricó burlándose y mis puños se apretaban más—. ¿Qué te hizo para que botaras a Melanie? ¿Acaso ella…?
Los ecos de asombro de las personas cuando Marcus hizo un gesto de felación no solo me enfurecieron más, sino que me dieron asco, me dio asco él y no dudé en querer lastimarlo. Le solté un puñetazo limpio a su asquerosa y maldita boca con la que se atrevió a ensuciar el nombre de Allena.
—Defiende a tu puta —me susurró luego de escupir la sangre por el golpe.
Mis siguientes golpes no fueron menos delicados, estaba harto, de pronto todo se juntó en un solo sentimiento. Marcus también atacó, todos gritaban por diferentes razones, para separarnos o para alentarnos.
— ¡Eliam! —Allena me tomó de los brazos—. ¡Eliam, detente!
Allena nos jalaba a ambos para separarnos, pero me veía a mí rogándome para que parara, estaba preocupada por mí. Quería parar porque ella me lo pedía, pero Marcus no tenía intenciones y de repente entre el jaloneo y los golpes que nos lanzamos, perdí de vista a Allena, luego los ecos de la gente me llevaron a ver que cerca de la puerta estaba ella.
Un golpe le dio a Allena quien además cayó y se golpeó en la cara con la esquina de algo, varios se acercaron a ella para ayudarla, Emily se alteró al levantarle el rostro y eso me distrajo. Marcus me derribó y luego estábamos golpeándonos en el piso.
“¡Allena!”
Alguien se había acercado a ella, un chico, luego de la nada alguien me quitó de encima a Marcus, quise aprovechar para golpearlo, pero alguien me frenó.
“¡Es suficiente ¡¿Qué está ocurriendo?!”
—Basta, Eliam. —Ian O´Donnell me estaba deteniendo—. Por Allena, está muy mal.
Mi enojo bajó de golpe, miré a Allena tirada y tenía el rostro golpeado y su frente escurría sangre. A un lado estaba mi padre, el director.
— ¡Se acabó el descanso! —Exclamó el director—. Todos a sus aulas y ustedes dos… —Nos señaló a mí y a Marcus—. Los quiero en mi oficina… ¡Ahora!
Toda la gente se esfumó nerviosa, el director estaba enfurecido, habría problemas y muy serios, podría haber expulsión y un posible internado militar a la vista, pero eso era lo último que importaba.
Ignoré a mi padre y me acerqué a Allena, puse mi saco en sus piernas para cargarla en mis brazos y ella estaba temblando.
— ¿Qué no escuchó de mi orden, señor Montgomery?
—Iré después de llevar a Allena a la enfermería. —Lo miré y se sintió como retarlo.
En la enfermería, la encargada se sobresaltó al vernos en ese estado, se apuró a preparar la cama y a buscar las cosas; insistió en atenderme, pero abandoné el lugar para ir al matadero.
En la oficina estaba Marcus firmando el reporte para su expediente académico, al salir de ella me vio con ojos de querer matarme y luego escuché a mi padre.
—Cierra la puerta… —ordenó en un tono que me dio escalofríos—. Con seguro.
—Déjame explicar lo que pasó…
Me soltó un golpe a la cara.
Hace dos años.
— ¡Por Dios, Eliam! —Gritó enfurecido y me dio una cachetada—. ¿Crees que esto es un juego?
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Editado: 16.04.2025