Red: Él

Capítulo 19.

Pero alejarse de ella es imposible

El restaurante al que iba de niño me aceptó como su empleado, eso sería una especie de sueño cumplido para mi yo pequeño, pero en ese sábado por la mañana no lo fue para mi yo de dieciocho.

—Oye, Ramsey —habló mi nuevo jefe—. Ven aquí y enséñale al nuevo empleado lo que se hace aquí.

Una chica pelirroja volteó y su semblante cambió radicalmente, no le agradó verme ahí.

—Tienes hoy para aprender, sino estás fuera.

Asentí y me quedé con ella que se limitó solo a explicarme algunas cosas básicas, pero se notaba en su cara que algo le molestaba y no aguantó mucho hasta que lo soltó.

— ¿Qué haces aquí? —Susurró viéndome.

—Trabajando… —Eso era obvio, no se me ocurrió otra cosa que decir por observar su ojo morado, los puntos de su frente y su labio un poco roto—. Necesito dinero.

— ¿Por qué Eliam Montgomery necesitaría dinero? ¿Qué no eres una especie de niño rico de papi?

— ¿Eso es lo que siempre has pensado de mí?

—No importa lo que yo piense, solo no interfieras en mi trabajo.

El día pasó lento al principio, luego perdí la noción del tiempo y pronto acabó el turno doble que nos tocaba los fines de semana. El domingo fue igual, ni siquiera nos volteamos a ver, cada uno hizo lo suyo.

Lunes por la mañana.

—Escuché que el presupuesto para el concurso y la obra de teatro se redujo para reparar los daños de la cafetería —comentó Dorian a los chicos, pero bajó su voz al mencionar el suceso—. Lo siento, Eliam, no quise…

—No te aflijas, Dorian, está bien.

Por si fuera poco, no solo arruiné las cosas personales, también he arruinado la oportunidad de la señorita Sweeney de mantener el departamento de artes y todo por mi idiotez.

La señorita Sweeney apareció para dar su clase. Se veía desanimada y con razón, aun así nos anunció que el guion ya estaba terminado y las audiciones ya estaban abiertas para anotarnos. Miré hacia a Allena, sintiendo un nudo en mi garganta y ella solo estaba viendo a la ventana cuando de a poco fue volteando hacia mi lado, como si hubiera sabido que era yo quien la veía.

Estábamos tan cerca y al mismo tiempo tan lejos, éramos como diciembre y enero, solo dos mundos separados.

Al acabar la clase de Sweeney, me acerqué a ella para ofrecer disculpas, todo lo que ocurrió con el presupuesto fue por los destrozos que ocasioné y aunque yo lo reponga, no podrá llegar a tiempo para los planes del departamento de artes.

—Ay, Eliam. —Me sonrió casi con lástima—. No te preocupes tanto, de todas maneras el consejo no tenía fe en el departamento de artes, mantenerlo nunca ha estado en sus planes.

—Es una gran pena, hay muchos talentos.

—Por supuesto. —Me volvió a sonreír, pero de una forma más jocosa—. Sé que las cosas contigo y Allena no están muy bien, pero sería bueno que hicieran las pases, a veces es mejor conservar una dulce amistad en lugar de un doloroso amor.

Me dio unas palmaditas en el hombro y se marchó. Todo el silencio del aula no me hacía sentir más calmado, mi mente se la pasaba gritándome todo lo que había hecho mal, desde mi familia hasta mi fracasada vida amorosa.

Estaba sirviendo una mesa en el restaurante cuando divisé a un sujeto afuera del lugar, no había dejado de estar ahí un largo rato observando con mucha obsesión a algo o a alguien. Me empezaba a dar escalofríos.

El restaurante estaba por cerrar y el sujeto seguía allí, la verdad es que no era mucho mayor que yo, quizá unos cinco años más, no creía que pasara de los veinticinco.

—Ramsey, sal y tira esto por favor—ordenó el jefe.

Me preocupé un segundo, pero los contenedores estaban atrás y el sujeto enfrente, así que todo estaría bien, sin embargo, Allena había empezado a tardar y el sujeto ya no estaba afuera. Tomé una bolsa «a saber si era basura» y salí apurado diciendo que tiraría la basura.

Antes de abrir la puerta escuché unos murmullos, parecía una discusión, entreabrí despacio y alcancé a ver a Allena de pie frente al sujeto.

“¿Ya puedes irte? ¡Estoy trabajando! No sé qué más quieres… luces fatal.”

Allena se oía molesta, pero de una forma diferente, o al menos eso consideré al comparar su tono con el de mi padre cuando se enojaba conmigo. Parecían conocerse y por tanto no pensé en meterme, pero luego vi que al darle la espalda él corrió para jalarla del brazo.

—Te dijo que te fueras —dije tajante al salir de mi escondite.

— ¿Y tú quien demonios eres? —Me cuestionó altanero, pero mantenía sujeta a Allena—. ¿Quién es este idiota?

—Ya basta —le murmuró ella—. Eliam, por favor vuelve al restaurante.

—Ya la oíste, lárgate.

—No hasta que la sueltes —exigí y me paré delante de ella para apartar su brazo de él.

Allena suspiró casi fastidiada de la situación, seguro odiaba las escenas donde dos chicos peleaban por la atención o el amor de una chica como lo que seguro iba a suceder.

—Eliam, ya tienes suficientes problemas después de la pelea en la cafetería. —Me miró seria, luego a él—. Y por lo visto tú también estás lleno de problemas, así que vete.

—Solo quiero hablar.

—Ella no quiere hablar contigo, vete.

— ¿Podrías dejar de hablar por ella? No sé quién diablos seas, pero yo soy su hermano.

— ¿Su… hermano? —Musité sorprendido.

—Parece que te ha hablado mucho de mí —expresó irónico volteando a verla—, no me sorprende.

Definitivamente no esperaba eso, pero no era la presencia de su hermano lo que me consternaba, sino la reacción de Allena quien lo miró molesta luego de presentarse, allí noté que había estado apretando mi mano luego de que aparté su brazo de él.

Cuando ella mencionó a su hermano en la biblioteca sonaba triste, creí que habría fallecido, pero estaba vivo y ella parecía no querer verlo.

—Me iré, pero debemos hablar, Allena —avisó retrocediendo—. Nunca respondes mis mensajes de cumpleaños.




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