Red: Ella

Capítulo 6.

Terminando tan repentinamente

Equipos, ese momento en el que el estudiante solitario y asocial siente el verdadero terror. Cuando el límite de integrantes te deja afuera sabes lo que siente el tomate que no subes a tu canasta porque rebasa tu presupuesto…

Que asco de metáfora.

El número de alumnos de mi clase era de treinta y cinco, por eso en los equipos de tres siempre sobraban dos que lo hacían en parejas, pero justo este día la chica con la que siempre hago el trabajo faltó, así que…tenía que ser yo quien se quedara sola, porque claramente tomaron al chico nuevo y atractivo con actitud de modelo egocéntrico en lugar de la chica ordinaria con mirada de querer matarte si te le acercas.

—Allena —habló el señor Williams—, tendrás que hacer el trabajo sola, Emily enfermó del estómago y vendrá la siguiente semana.

Buena hora te enfermaste Emily.

—Si, está bien —no es que tenga de otra—, lo haré…

—Ah profesor —interrumpió una voz ronca que venía de la esquina—, yo puedo hacerlo con Allena.

No es cierto ¿Qué está haciendo? Casi casi somos archienemigos, bueno creí que eso estaba claro, es decir, yo creo que es un idiota y él se ríe de mí.

Las únicas veces que alguien me había caído tan mal por ser tan egocéntrico…OH MIERDA.

—Me parece bien, que haya dos parejas —afirmó el maestro—, Allena trabajas con Eliam.

Pude ver su pecoso rostro «que raro, era la primera vez que notaba sus pecas» donde tenía una sonrisa pícara, era claro que disfrutaba molestarme, pero esta vez no lo demostraré.

Todos estaban trabajando con sus compañeros en la biblioteca, algunos buscando libros mientras que otros en las mesas, por mi parte, estaba buscando en la estantería un libro de la historia del antiguo Egipto «cada equipo escogió una cultura antigua para su trabajo», por suerte Eliam no se puso exigente y me dejó a mi elegir.

¿Por qué tiene que estar tan arriba? ¿O acaso soy muy baja? Siempre me consideré alta…ni de puntas logro siquiera tocar el borde del libro.

— ¿Por qué no usas una silla? —Esa voz de nuevo creyéndose un sabelotodo.

Pero tiene razón tonta.

Mi estúpida consciencia haciendo eco en contra mía, pero claramente yo no haría caso, pedí la escalera con ruedas que usan para acomodar los libros.

—Una silla era más práctica —alegó el rubio sentado en la mesa cerca de donde yo estaba.

—Si tan práctico era ¿por qué no lo hiciste tú? —Reclamé con un ligero tono de molestia.

—Es más divertido verte a ti intentarlo —se sonrió jocoso.

Fruncí los labios irritada y seguí con lo mío, pero podía sentir su mirada sobre mi burlándose. Normalmente no le temo a subir escaleras como estas, pero…esta se siente muy endeble, espero no morir aquí ¡Me lleva el carajo! La puse muy separada de donde está libro, ahora el problema no es la altura, pero no importa si me estiro lo suficiente si llegaré.

Ay no puede ser… Hola, Dios, soy yo de nuevo.

Estoy segura que debi morir, sentí cuando caí de la escalera, incluso escuché mi grito retumbando por la biblioteca ¿entonces por qué sigo con vida?

—Ya puedes abrir los ojos.

¡Eliam! Gracias al cielo, nunca creí alegrarme tanto por tu existencia.

Lentamente abrí los ojos y no sé cómo, pero de alguna manera terminé en sus brazos, literalmente, los míos estaban sobre su cuello con mis manos sujetándose con fuerza de su camisa. Eliam logró atraparme cuando caía, todo sucedió tan rápido que no logro visualizar en mi mente el momento exacto en que lo hizo.

—Te dije que te caerías —me regañó—, debiste usar una silla.

—Agh ¡Bájame! —Exigí frunciendo el ceño.

—Como diga la damisela —replicó en burla y luego me dejó caer al piso.

Esta vez sí caí, no solo oí mi grito de dolor, sino que también lo sentí.

— ¡Oye! —Protesté molesta— Idiota ¿Qué te pasa?

—Dijiste que te bajara —encogió sus hombros manteniendo su actitud burlona.

—Pero no así tarado —fruncí el ceño viéndolo mientras me quedaba sentada.

—Nunca especificaste cómo —arqueó una ceja con su actitud galante habitual.

Hizo a un lado la escalera para poder pararse frente, me extendió su mano para ayudarme a parar del piso. Por un momento creí que me dejaría aquí botada, ya tiró un batido y acaba de dejarme caer así que no me sorprendería mucho que lo hiciera.

— ¿Vas a quedarte ahí sentada?

Olvidé que seguía ahí parado. Fruncí mis labios y con mala cara agarré su mano fría y blanca, me jaló hacia adelante y con la misma soltó mi mano, luego caminó hacia atrás de mí, se paró frente al estante y estiró el brazo hacia arriba.

¡Desgraciado! ¡Bajó el libro!

—Si podías bajarlo ¿Por qué no lo hiciste tú desde el principio? —Le reclamé cruzándome de brazos.

—Me hubiese perdido del momento más gracioso de mi vida hasta ahorita —se sonrió.

Caminó de vuelta a mí, me dio un golpe en la cabeza con el libro y siguió de largo hasta sentarse de nuevo en la mesa. ¿Qué le pasa a este tipo?

— ¿No vienes? Tenemos un trabajo.

Lo quedé viendo exasperada, quise decirle algo, pero con la misma cerré mi boca para solo morder el interior de mis mejillas, si esto sigue así terminará volviéndome loca y no en un buen sentido.




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