Red: Ella

Capítulo 12.

Justo antes de que lo pierdan todo

Los juegos siguieron y siguieron, debo admitir que el día no estaba mal, al contrario, estaba siendo divertido.

“Si te la quitas perderemos”

Escuché como advirtió Zack a Maurice en voz alta en una esquina. Ellos y nosotros éramos los últimos que quedaban en este juego luego de que tres parejas más se retiraron.

—Ven —dijo Eliam poco antes de ya empezar a caminar.

Fuimos directo a Maurice y Zack que estaban peleando.

— ¿Se van a rendir tan pronto? —Se burló el rubio— No tengo problema, serán cien pesos para mí.

Me aclaré la garganta para recordarle que yo estaba incluida en esos cien pesos.

—Nosotros —corrigió viéndome jocoso—, ¿y bien? —regresó a ellos.

—Tú ganas —dijo Maurice—, necesito ir al baño —mencionó y pronto empezó a desatarse.

Un suspiro de enojo se escuchó salir de Zack que se llevó su mano a la frente.

— ¡Te dije que no participaras en el concurso de la zanahoria!

Zack le gritó a Maurice sin caso alguno porque este ya estaba corriendo hacia los baños.

—Agh tomen —extendió su mano al rubio para darle el dinero—, la próxima será más que cien pesos.

El chico se fue dejándonos solos. Eliam y yo soltamos una risa al mismo tiempo, luego dejó de reír y me dio la mitad del dinero, le di una mirada extraña.

—Tu parte —me sonrió orgulloso—, hiciste un gran trabajo…creí que me mandarías al demonio luego de la primer hora juntos.

—Tengo buena resistencia a las cosas insoportables —bromeé—, pero tomo tu halago —sonreí y tomé el dinero.

Adrien tuvo una clase de emergencia familiar y se fue antes de que terminara el evento, por lo que me pidió de favor que me quedara a ayudar a Eliam a levantar los puestos de nuestra clase y a limpiar el escenario del salón de avisos, donde se dio el concurso del jugo de zanahorias. Mas que pedírmelo fue como rogarme, apenas si me dejó responder cuando él ya se había ido.

— ¿Qué haces? Deja eso, quiero irme a casa pronto —ordené cuando vi al rubio fisgoneando los botes con jugo.

Había jugo de zanahoria por todos lados, en el suelo principalmente y en las mesas. Nuestro trabajo era limpiar todo y recoger lo que hubiese quedado del producto.

—Sobró como dos galones ¿para qué querrían guardarlos? —una mueca de asco se plasmó en su cara que me hizo reír— ¿Qué?

—Nada.

— ¿Te reías de mí? —me habló picaro— Está mal reírse de las personas ¿lo sabías señorita americana?

Reviré mis ojos ante su apodo. Caminó hacia mí, pero no le presté importancia.

— ¿Crees que soy divertido? —su voz jocosa se sentía cada vez más cerca de mi— ¿Qué tal ahora?

Su mano fría y húmeda se estampó contra mi nariz manchándola de algo espeso y naranja que pude reconocer de inmediato.

— ¡Idiota! ¿Por qué hiciste eso? —Protesté de inmediato— Te crees muy gracioso ¿cierto?

Tomé el balde con el jugo recolectado de las mesas y no dudé en arrojárselo.

—Con que si…

Su tono burlón y mi mirada atrevida fue suficiente para iniciar una guerra de comida o en este caso una guerra de jugo de zanahoria, que para nuestra desgracia ensució el salón más de lo que nosotros habíamos limpiado.

El día se nubló y se podía saber que corría una ventisca muy fría por el azote de las ventanas queriéndose abrir, en los cristales bajaban las gotas de la lluvia que segundos después de la oleada empezó a caer. Había jugo de zanahoria por todos lados donde corríamos, así como el eco de nuestras risas en todo el enorme salón, y nuestras respiraciones totalmente desenfrenadas, además de nuestra ropa toda manchada y nuestro cabello cubierto de restos de zanahoria.

Finalmente nos cansamos de correr y nos detuvimos uno frente al otro respirando agitados. Jamás me había detenido a ver con atención sus brillantes ojos pardos, que por alguna razón en ese preciso instante lucían más brillosos de lo normal, como si estuviese deslumbrado…o quizás era yo quien estaba deslumbrada. Mi respiración se entrecortó cuando Eliam llevó su mano hacia mi frente levantando con delicadeza un pequeño mechón de mi cabello, y sin dejar de verme deslizó lentamente su indice por mi rostro hasta llegar a mi mentón, conforme empezó a bajar su dedo su mirada también hizo lo mismo sin volverse malintencionada.

— ¿Qué está sucediendo aquí? —Reclamó una voz molesta.

Ambos volteamos de inmediato hacia la puerta de dónde venía el regaño.

—Ustedes dos —nos señaló el hombre—, están castigados por dos semanas y con un reporte en su curricula escolar.

Nos había atrapado el director de la escuela, se veía sumamente molesto que incluso parecía un tomate de lo rojo que estaba su rostro. Por suerte no nos dio un castigo más severo como suspensión o aún peor expulsión.

—Vayan a dirección, mi secretaria les dará sus tareas de castigo para la semana que viene —señaló hacia afuera del salón haciéndose a un lado—, y regresan para limpiar su desastre.

Los dos obedecimos sin quejas porque sabíamos que teníamos toda la culpa en esto. El camino a dirección fue extraño, ninguno dijo nada y ni siquiera nos miramos, solo caminamos y esperamos la lista de tareas para nuestra detención, en cuanto la recibimos bajamos de vuelta al salón para seguir limpiando.

—Lamento que te castigaran de nuevo —al fin rompió el silencio Eliam—, creo que solo te he causado problemas desde que nos conocimos.

Pude sentir lo apenado y culpable que se sentía en su forma de hablar.

—Si bueno…yo te arrojé jugo de vuelta, estamos a mano.

—No lo hubieras hecho si no lo hubiera hecho primero —siguió disculpándose.

— ¿Desde cuando eres tan…? —Ladeé la cabeza buscando una palabra en mi cabeza— Olvídalo, solo deja de disculparte tanto o me harás sentir como la mala que te corrompió o algo así.

Eliam soltó una carcajada que me hizo sentir mejor.




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