Red: Ella

Capítulo 14.

Como nunca lo hubiera sabido

“¿Viste eso?” “Pobrecito” “Era claro que no era tan bueno” “Se distrajo”

Todos murmuraban entre si el acontecimiento, la posible estrella de basquetbol de la escuela había tropezado terriblemente perdiendo el balón, la victoria de su equipo y la buena salud.

El entrenador sonó el silbato para darle tiempo al rubio de salir de la cancha, Maurice lo ayudó a levantarse del suelo y lo llevó hasta la banca. El hombre se acercó a ver si estaba bien, por suerte parecía no ser grave.

Bajé hacia la banca del equipo con determinación y sin interés en su accidente.

—Imbécil —solté frente a Eliam—, te daría un buen golpe, pero creo que ya no es necesario.

— ¿De qué rayos estás hablando Allena? —Protestó adolorido.

—Ya sé lo de la apuesta, Emily me contó que tú me apostaste.

No retuve mi enojo al hablar y él pudo darse de cuenta, pero su expresión me desconcertó porque no parecía la de un chico que se jactaría por su hazaña como creí que sería.

— ¿Y terminó de decirte todo o saliste corriendo hacia acá? —Su pregunta me tomó por sorpresa— Ah claro, sino por qué otra razón gritaría tu nombre en medio del lugar.

¿Escuchó a Emily? ¿Por eso volteó? Se tropezó y se lastimó porque volteó cuando Emily gritó mi nombre ¿Por qué haría eso?

— ¿Qué más tuvo que haberme dicho? ¿Qué eras un completo imbécil? Descuida no hacía falta, ya lo sé —alegué con repulsión.

— ¿Por qué no vas y le preguntas tú misma? —Se levantó de golpe— Pregúntale cuando terminó la apuesta, si te lo digo yo seguro no vas a creerme.

—Inténtalo.

—Terminé la apuesta el día en que nos castigaron juntos por primera vez…no quise continuar después de ese día.

Su expresión, su tono de voz, su actitud… ¿Dónde había visto esto antes? ¡En Ian! Cuando me aseguró que los mensajes no los escribió él, cuando parecía que me rogaba porque creyera en él ¿acaso Eliam también quería lo mismo?

—No te dijo eso ¿o sí? —Su voz me trajo devuelta— Debiste seguir oyendo la historia completa.

Llevó sus ojos pardos hacia el cielo y soltó un suspiro.

—No soy tan idiota para jugar contigo así.

— ¿Y por qué no? —Las palabras salieron sin siquiera pensarlas bien.

—No confías en las personas…y no quiero ganarme tu confianza así —bajó su vista hacia mi y frunció sus labios.

Fruncí mi frente sin entender la razón de lo que acababa de decirme. Pude ver al rubio en una nueva faceta, lucía frágil y sensible como si sintiese corriendo por todo su ser una extraña sensación de ¿pena? ¿vergüenza? ¿tristeza? Que ni él sabía que podía sentir antes de hoy.

— ¿Por qué querrías ganarte mi confianza? Ni siquiera somos amigos —recalqué esa última frase con una sonrisa burlona.

—Quiero serlo —dijo suavemente y frunciendo apenas el inicio de sus cejas.

Esperaba otra respuesta, no sé cuál, pero sin duda esta no.

—Pues empezaste mal.

Entrecerré ligeramente mis ojos con molestia y me di la vuelta para irme a donde fuera que me llevaran mis pies.

— ¡Allena! —Gritó supongo desde donde se quedó porque se escuchó lejos.

No me volteé a verlo, estaba molesta y lo que menos quería ahora era ver su estúpido rostro así que solo levanté mis brazos hasta que mis manos llegaron a la altura de mis mejillas y saqué el dedo de en medio en ambas manos.

Subí al salón donde Emily estaba desesperada esperando por mí.

—Hey ¿en dónde estabas? Te fuiste…

—Emily no quiero hablar ahora. —Me fui a mi asiento y me quedé con mala cara toda la clase.

Los chicos del partido ya no subieron pues se les permitió irse antes para descansar, pero con Eliam… él no llegó a la clase por ir a la enfermería.

Al terminar el día me fui a mi casa esperando un mejor ambiente, pero esperé mucho y obtuve tan poco.

—Ya llegaste cariño —saludó exhausta con un beso en la frente—, la comida aún no está lista…el gas se volvió a acabar.

La expresión en su cara demostraba toda la culpa y vergüenza que siente desde que mi padre y hermano nos dejaron, ella debe hacerse cargo de todo, pero no logra encontrar un empleo fijo o con buen sueldo.

Por alguna razón la gente que ofrece empleos cree que con 700 pesos a la semana uno puede solventar los gastos, comer, vestir, calzar y que sobrará para unas vacaciones largas en un hotel de lujo.

—Lo siento amor —frunció sus labios al verme.

—Está bien —sonreí—, ¿tú alcanzaste a comer algo?

—Las sobras de la cena de anoche en el microondas…¿tú comiste algo en la escuela?

Asentí, aunque no era verdad.

—Un batido…de fresas y unas quesadillas.

—Oh bien —suspiró aliviada.

Me sentía mal por mentirle, pero me sentiría peor si ella se sintiese mal por mi culpa. Aún recuerdo el día en que el imbécil de mi padre la engañó y luego nos botó como trapos desechables, unos años después mi hermano mayor hizo lo mismo con la excusa de que no quería ser una carga para nuestra madre.

Dejar entrar a las personas a tu vida es como darles un arma y enseñarles a como usarla con la posibilidad de que un día jalen el gatillo frente a tu pecho…directo al corazón.




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