Red S.O.S

CAPÍTULO 6

Héctor ya había terminado de descender al sótano, que resultó ser en realidad un largo túnel de cerámicas manchadas y luz fluorescente, el túnel contenía algunas puertas, pero el joven hecho un arisco se negó a averiguar qué había dentro, del otro lado, una chica de cabello negro corría a su dirección como si fuese a pasarlos por encima.

 

-¡Por Dios! ¿¡En dónde está Abdías!? -se alarmó al ver a Cáliz delirando.

-Esta arriba, con un sujeto enmascarado y necesita ayuda -consiguió responder

-Váyanse de aquí ¡Ahora! -le gritó a Héctor -Al final del túnel, hay una camioneta, si no conseguimos llegar, conduzcan lo más lejos posible y... -le sacó el móvil del bolsillo -Nunca pierdas esto ¿Entendido? Ni tú ni tu amiga.

 

Héctor asintió con un nudo en la garganta.

-Entonces vete ya -siguió corriendo rumbo arriba.

La chica no podía tener más de treinta años, era joven y muy hermosa, pero en estos momentos era eso lo que menos importaba, iba vestida con una simple sudadera blanca, pantalones rotos y zapatos deportivos, su cabello azabache se arremolinaba alrededor de su rostro y sus ojos ámbar suplicaban ver al pastor Abdías con vida.

 

Salió disparada del baño de mujeres y en el centro del gimnasio yacía arrodillado Abdías, y junto con él un sujeto desangrándose en el suelo con un cuchillo en la cabeza, la escena era de lo peor y el hedor a sangre recién derramada era espantoso, pero aún peor ¡las puertas centrales del pabellón se habían abierto solas! La gente mórbida que estaba esperando el cadáver de los chicos antes mencionados tenían sed de muerte y desmembramiento y lo saciarían con cualquiera que viesen delante de ellos.

 

-¿¡Qué hiciste!? -se horrorizó al ver tanta sangre en el suelo -Paz ¿¡tú lo mataste!? ¡ya vayámonos de aquí! -pero él no se inmutó.

-PAZ... -lo llamaba -...PAZ ¡Debemos irnos ya! -tiró de él con fuerza, se encontraba en estado de chock, intentando procesar lo que había visto.

-Paz, Héctor y su amiga nos necesitan abajo ¡Vamos ya! -lo empujó y él logró reaccionar.

-¿Héctor? ¿está bien? -preguntó alarmado y a lo que ella asintió, las puertas del gimnasio se abrieron de par en par.

-¡Corre! -Abdías tomó la mano de la chica y corrieron pero una multitud estaba detrás de ellos con quien sabe qué armas.

 

Entraron al baño de mujeres y pusieron rápidamente una tubería de agua con forma de U en las puertas, para que tardasen más tiempo en abrir. El agua salía de inmensos chorros mojando las pantorrillas de ambos.

-¡Becca! ¡Vámonos! -le repetía Abdías a la joven que se había detenido recostando su espalda a la pared de la compuerta.

-PAZ ¡mi tobillo! ¡Tenemos poco tiempo! -se quejó. El hombre bajó su mirada y encontró sangre en el agua procedente del tobillo de Becca, la joven se apoyó como pudo en una pared chillando y levantó el pie como pudo, era un trozo de vidrio encajado profundamente en su tendón de aquiles.

-Te llevaré en brazos -antes de terminar la frase ya la había levantado y juntos con el agua amenazando sus vidas y la gente retorcida de afuera golpeando las paredes, salieron del baño cerrando con máxima seguridad la puerta escondida.

 

-Te pondrás bien, Becca. No hay de qué preocuparse -le decía para calmarla, la joven chillaba y lloraba del dolor.

-Si Dios sufrió más por mi, ¿por qué yo no puedo soportar esto? -se quejaba.

-Porque Dios es Dios, y tú eres sólo una mujer, frágil.

 

.

 

Héctor estaba montado en la parte trasera de una Fortuner con Cáliz en sus brazos, se decía una y otra vez que para un vehículo tan caro se necesitaban varios diezmos a la semana para cubrir esos gastos.

 

-Creo que ya sé en donde terminan los diezmos de mis padres -refunfuñaba.

-¿Héctor? -Cáliz había pronunciado su nombre débilmente tratando de moverse.

-Cáliz ¿estás bien? -la miró preocupado -¿Cómo te sientes?

-¿Por qué tienes perritos tricolores en tus ojos de dragón? -esa pregunta le aclaró perfectamente su estado actual...

...Drogada nivel: ni siquiera la marihuana y la anfetamina juntas hacen esto.

 

-Mejor cierra los ojos y duérmete, yo te cuido -dijo palmeando su cabeza como a una mascota, volteó a ver fuera del vehículo y se veían dos siluetas, claramente el hombre de contextura media era el pastor Abdías, pero seguidamente fijó su mirada oscura en la chica que llevaba en brazos y se alarmó al detallar la herida de su pie. Acostó a Cáliz en el asiento y salió del vehículo aún más preocupado.

-¿¡Qué diablos pasó allá arriba!? ¿ella estará bien?

 



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En el texto hay: juvenil, homicidios, leyendas

Editado: 28.08.2018

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