Redemption, sacrificio de Amor

7- Barreras rotas

Comencé a volver de un sueño. Había estado soñando. Eso era seguro. Aún tenía algunas imágenes dando vueltas por mi cabeza. Imágenes fragmentadas y lejanas.

Me moví un poco. Aunque no había abierto los ojos tenía plena conciencia de dónde estaba. Ya me había acostumbrado a mi colchón y al peso de la manta sobre mí. Estaba cómodo y calentito. Así que traté de volver al sueño. Había sido en la playa, en un rincón oculto a la vista por varios árboles tupidos y rocas diseminadas por doquier. Recordé entonces que yo había estado observando todo desde un claro en el bosque. Y no estaba solo. Adam estaba conmigo. Y me señalaba un grupo de cinco piedras en punta, muy altas, iluminadas de una forma extraña. Una luz que parecía provenir del mismo sol lejano que se ocultaba en el horizonte, más allá de las nubes oscuras. Y había  niebla, alrededor de las piedras, densa y gris. 

Traté de recordar más detalles pero sólo me venían a la memoria los ojos de Adam mirando todo aquello fijamente. Entonces seguí su mirada y recordé más cosas. Había una fogata, que ardía en el centro de las piedras en punta. Estaba alimentada por leños gordos y grandes. El fuego rojo iluminaba a las personas que estaban sentadas a su alrededor.

Desde donde yo estaba no alcanzaba a ver sus rostros, sólo sus contornos. La niebla los cubría. Pero era extraño porque tuve la sensación de que aquella niebla no flotaba simplemente a su alrededor sino que parecía moverse entre ellos como si tuviera vida propia.

Traté de acercarme pero la mano de Adam me detuvo. Intenté ver los rostros de las nueve personas que estaban allí pero no lo logré.

De repente, después de unos minutos de silencio, los extraños se levantaron de la arena, donde estaban sentados y se quitaron de sus cuellos lo que me pareció eran guirnaldas hechas de hojas. Y las arrojaron al fuego. Se quedaron quietos, observando las llamas.

La imagen se me hizo de pronto difusa y traté de moverme en la cama. Sabía que el sueño continuaba. Me concentré en el fuego y logré ver la escena con mayor claridad. Uno de los extraños levantó sus manos. Y noté que en una de ellas brillaba la hoja de un cuchillo. Dio un paso hacia el fuego y en un acto rápido se hizo un tajo en su pecho. Luego extendió su brazo sobre el fuego permitiendo que la sangre del cuchillo se derramara sobre las llamas.

Pensé que iba a gritar por la impresión. Y creo que comencé a hacerlo porque sentí la mano de Adam tapándome la boca, mientras me susurraba al oído:

- ¡Silencio!

Me calmé y asentí pero él no retiró su mano. Volví a mirar el fuego. El extraño ahora tenía sus dos brazos levantados, apuntando hacia el cielo. Y de repente, habló de una manera potente y tan fría que me heló la sangre:

- “La Lucha es la respuesta”.- gritó.

Los otros repitieron la frase. Luego el extraño agregó:

- “La Lucha es la respuesta, hasta que nos levantemos de las cadenas que separan a un hermano de otro hermano”.

La mano de Adam me estaba apretando demasiado. Quise moverme para zafarme pero me moví demasiado y entonces abrí los ojos. Había perdido el sueño. Me senté y me destapé. Tenía el cuerpo empapado.

- Hola, dormilón…

Reconocí la voz de Adam pero igual me sobresalté. Él se sentó cerca de mí. Colocó sus manos a cada lado de mi cuerpo y me miró fijamente. Estábamos frente a frente. Podía sentir su respiración en mi rostro.

- Adam…,- balbuceé- ¿qué… sucedió?

- Te desmayaste.- me dijo rozándome con sus dedos largos una mejilla. Su guante de lana me hizo cosquillas.- Me preocupé…

- Tuve un sueño muy raro.

- No, no lo soñaste.- me dijo Adam bajando la voz.

Lo miré anonadado. Y entonces lo recordé.

- ¡El ritual…!- exclamé con apenas un hilo de voz.

Adam me miró serio. Sus ojos estaban apagados y su semblante se mostraba tenso.

- ¿Quiénes eran?- balbuceé.

- Los Oscuros.- me dijo, bajando la mirada.

- Adam…, ¡fue…increíble!- dije- Gracias por mostrármelo…

Adam levantó la vista y clavó sus ojos en mí. De repente su mirada pareció recobrar su brillo característico y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios.

- ¿No…te da miedo? ¿No te pareció algo…malo?

-¿ Acaso sacrificaron a alguien, después de que me desmayé?- pregunté en broma.

- No esta vez… Pero a veces sacrifican animales.- Adam se volvió a poner serio.

- ¿Por qué?- aquello no me gustó.

- Necesitan su energía para sobrevivir.

- ¿Toman su sangre, como los vampiros?

- No, Eden.- Adam apenas sonrió- Esto no es “Crepúsculo”. La energía que se libera en el sacrificio es lo que se utiliza. Los Oscuros viven vidas oscuras. Tienen dos condenas. Y para mantener sus poderes recurren a los sacrificios. En otros tiempos, los sacrificios eran humanos. Ahora, sólo a veces, se los reemplaza por animales.- Ese “sólo a veces…” me preocupó- Claro que esa energía no es la misma. Es una energía de menor calidad, salvaje y menos poderosa. Es lo que les proporciona vida.

- Y los Penitentes…¿también lo hacen?

- No.- Adam respondió en voz baja y me pareció que se sonrojaba- Ellos han elegido otro camino. Ellos quieren volver al Paraíso. No se mezclan para no tener la segunda condena. Y mantienen el privilegio de pertenecer a su clan. Pero lo que hacen es un sacrificio muy grande, renuncian a la vida inmortal. En cambio, los Oscuros se mezclaron y lo siguen haciendo, casándose con humanos y teniendo descendencia. Así se mantienen jóvenes y poderosos. Y para ello también hacen sacrificios.

- ¿Y eso no los condena aún más?

- Sí.- Adam me miró fijamente. Seguía tenso y parecía nervioso- Pero ya están condenados. Nunca volverán con el Padre. Así que eligen no morir.

- ¿Y los Penitentes?

- Ellos eventualmente morirán. Y lo hacen creyendo que serán recibidos otra vez…

- ¿Y tú no crees eso?

Adam bajó la vista y se mordió el labio.

- Es un acto de fe. La vida es un acto de fe. Todo lo que hacemos, todo en lo que confiamos, lo es. Nos levantamos cada mañana haciendo un acto de fe: creyendo que el mundo seguirá allá afuera, igual al que dejamos cuando no acostamos. Pensamos que el sol, cada día, volverá a aparecer. Es un acto de fe. Los Penitentes hacen su propio acto de fe. Sacrifican la inmortalidad de la carne por un acto de fe. Aunque no tienen la certeza, creen que una vez muertos, el Padre los recibirá y serán redimidos de su primera condena…




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