Estaba por amanecer. El inconfundible motor del Falcon se escuchó afuera. Abrí los ojos y miré a Adam. Él me veía de una manera en la que parecía que iba a llorar en cualquier momento.
- No has dormido nada.- me dijo, aún con sus brazos envolviéndome.
- Tú tampoco.
Nos habíamos acostado en la cama, abrazados. Y permanecimos en silencio hasta que la habitación comenzó a iluminarse con la luz del nuevo día.
- ¿Estás bien, Adam?- le pregunté, acercándome más.
Me levanté un poco, apoyándome en el codo. Nuestros rostros quedaron a solo un centímetro el uno del otro. Adam me miraba con una mezcla de tristeza y culpa. Entonces busqué su boca e intenté besarlo. Pero movió su cabeza hacia un lado.
Sentí una punzada de dolor. Aquella voz negativa en mi cabeza buscaba apoderarse otra vez de mí.
- De nuevo…, me rechazas…- suspiré.
Adam me miró.
- Tenemos que hablar.
- ¿Hablar?- dije- Hemos hablado toda la noche…
- Yo he hablado toda la noche. Me pediste que te contara todo sobre mi estirpe, sobre lo que soy. Te confesé lo que te he hecho. Ahora es tu turno de hablar, Eden.
- ¿Qué quieres que te diga?
- ¿Por qué sigues conmigo? ¿Por qué no me has dejado ir? ¿Por qué continúas abrazándome de esa manera?- su voz sonaba muy seria.
Sentí que sus palabras me lastimaban. Me despegué un poco de él. Y me senté cerca de la cabecera. Me miré las manos. Si veía aquellos ojos negros que tanto amaba, estaba seguro que rompería en llanto.
- ¡Ya te lo he dicho!- murmuré- Te amo.- dije con a penas un hilo de voz.
- ¡¿Me amas?!
- ¡Sí, te amo!- levanté mi tono de voz para que me escuchara mejor.
- ¡Soy un monstruo!
- ¡No para mí!- seguía sin mirarlo.
- Entonces…si no soy un monstruo para ti…, ¿por qué no me miras?
Suspiré y dije, tratando de que la voz no me fallara.
- Porque cuando te miro…en lo único en lo que pienso es…en besarte. Y tú no quieres que yo te bese.
Sentí el brazo de Adam que me deslizaba hacia abajo. Apenas apoyé la cabeza en la almohada pude ver sus ojos negros, brillosos, clavados en los míos. Colocó su cuerpo sobre el mío y me dio un beso precipitado, mientras enredaba sus dedos en mi cabello. Apenas podía respirar. Pero estaba feliz. Aquel beso significaba que Adam sí me amaba, sí me deseaba.
Puse mis manos en su espalda y lo apreté más contra mí. Él quitó una de sus manos de mi cabello y la bajó hasta mi cintura, mientras seguía besándome salvajemente. Sentí sus dedos debajo de mi buzo y me hizo vibrar. Me sentí tan arrebatado que sin querer le mordí el labio. Y aquello pareció gustarle porque me besó con más intensidad, mientras bajaba su mano hasta mi entrepierna. Eso me hizo temblar e inconscientemente busqué su mano y la detuve. Pero antes de que él pudiera reaccionar de alguna manera, un estruendo nos dejó petrificados a los dos.
- ¿Qué ha sido eso?- lo miré asustado.
Adam se puso de pie de un salto y caminó con sigilo hasta la puerta de la habitación.
- ¡Hay alguien en la casa!- sentí que el miedo comenzaba a poseer mi cuerpo- Sonó como si alguien golpeara la puerta.- dije- ¡Es Albert! ¡¡¡Nos ha encontrado!!!
Me paré y comencé a temblar.
- Eden, tranquilo. No es Albert. No es tu padre.- Adam me rodeó con sus brazos.
- ¿Cómo…lo sabes?- apenas me salía la voz.
- Porque es Damien, puedo sentirlo. Te está buscando. Se me olvidó llamarlo anoche.
Adam parecía contrariado. Abrió la puerta y lo seguí. Efectivamente, en la planta baja nos encontramos con Damien. Y para mi sorpresa, con Marie.
- Eden…- me dijo Damien al verme- ¿Estás bien?
Bajé las escaleras y me acerqué a él. Tuve el impulso de abrazarlo pero me detuve. Sentí los ojos de Adam clavados en mi espalda.
- Sí, estoy bien.- dije.
Damien me tomó de las manos y me escudriñó de pies a cabeza.
- No lo examines. No he vuelto a probar ni un solo hálito de su prana.- Adam sonaba muy enojado.
Marie carraspeó y nos miró.
- Estuvimos hablando toda la noche.- le conté. Damien levantó una ceja- Y se nos olvidó llamarte.
Pude ver por el rabillo del ojo que Marie sonreía.
- Te lo dije, Damien. Te dije que él estaba bien.- pronunció mientras se dirigía a la puerta del frente- ¿Nos vamos?
Sentí que a Marie le hacía la misma poca gracia que a Adam que Damien estuviera allí.
- Adelántate.- dijo Damien sin quitarme sus dulces ojos de encima. Hasta pude ver una expresión risueña en su mirada- Yo me quedaré a desayunar con Eden.
- ¡Y con Adam! – la voz celosa de Adam me hizo sonreír.
- Cómo quieran…- dijo Marie, frunciendo el ceño.
Y otra vez sentí- como lo había sentido antes- que aquella joven tenía sentimientos por Adam.
Marie se fue dando un portazo. Miré a Damien. Luego, a Adam y me escabullí a la cocina.
- ¿Café?- dije como si nada.
Mientras preparaba las tazas y ponía algunas galletitas en un plato, miraba cada tanto a la mesa del comedor. Adam y Damien se habían sentado, uno frente al otro y se miraban en silencio. Puse todo en una fuente y me acerqué a ellos.
- Gracias por su ayuda.- dije dándoles las tazas llena de humeante café.
- Eden…, lo siento.- Adam pareció ruborizarse.
- Yo…no me di cuenta.- balbuceó Damien.
Me reí. Los dos me miraron y terminaron rompiendo en carcajadas. Me senté a la mesa, contento de que el ambiente se hubiera distendido un poco. Bebimos en silencio. Y antes de que la tensión volviera a imponerse, empecé a pensar en algo. Algo tenía que decir para que esos dos dejaran de mirarse de aquella manera.
No era odio. Y eso me dejaba tranquilo. Se miraban como si no confiaran el uno en el otro. Y claro, era evidente, además que los celos rondaban las cabezas de los dos. No quise pensar en ello. Porque hacerlo me hubiera obligado a reconocer que el causante de ellos era yo. Miré a uno y a otro. No podía creer que dos jóvenes tan lindos y tan enigmáticos y fuertes como aquellos se estuvieran disputando a alguien tan…insignificante y feo como yo. Me sonrojé de solo pensarlo. Y de repente sentí dos pares de ojos sobre mí.