- Soy un Daimon…- me dijo Anthony.
Yo no podía quitarle los ojos de encima. Estábamos parados en el porche de la casa. La mañana se abría preciosa, fresca y clara. La luz de un sol tenue se escabullía por entre las ramas de los pinos y caía en cascada sobre la piel de aquel joven, que ahora se me volvía a revelar de un intenso color rojo sangre.
- Soy un guía protector.- su voz sonaba muy diferente, potente y gruesa- Un demonio creado exclusivamente para acompañar a Adam.
- Tú controlas lo que ves.- me susurró Adam.
Sentía sus manos en las mías y su cercanía me daba serenidad. Miré otra vez a Anthony y unos segundos después, lo volví a ver con un cuerpo humano normal. No había rastros de demonio por ningún lado. Tenía una sonrisa dulce y una mirada expresiva. Percibí también que bajo esa mirada había una sombra de miedo.
- No te preocupes, Anthony.- dije- Yo no te temo.
Su rostro se iluminó ante mis palabras.
- Cuando Adam me contó lo que iba a hacer,- me dijo con una suave voz adolescente- yo temí que al verme en mi forma original…con la que fui creado…te asustaras.
- Te lo dije.- Adam le sonreía- Eden es especial.
- Sí, me lo dijiste.- Anthony rió divertido.
- ¿Y cuál es tu naturaleza? ¿Tienes libre albedrío?- le solté de golpe.
Anthony me miró.
- Le acabo de decir que soy un demonio…¡y me pregunta esas cosas…!- le dijo a Adam.
- Lo siento.- balbuceé.
- No, Eden. Él no te está reprendiendo. Al contrario, está fascinado. Él no esperaba una reacción como la tuya.
- ¿Otros ya te han visto?
- No, no a mí. Cuido mucho mi apariencia. Y la verdad no ha sido difícil. Nadie tiene un prana tan fuerte como para percibirme. Y tampoco son muchos los humanos que son iniciados. La unión de íncubos y humanos no suele producir nada.
- ¿Nada? ¿Pero y los hijos que tienen en común?- miré a Adam buscando una explicación.
- Él se refiere a que esas uniones no generan creaciones mágicas. Nos mezclamos con las mujeres para perpetuar nuestra descendencia y para alimentarnos de ellas pero nunca las activamos ni mucho menos creamos hijos mágicos.- me explicó Adam.
- La creación de un homúnculo es algo excepcional y tampoco puede hacerlo cualquiera.-me dijo Anthony.
Se tomó unos segundos , miró a Adam y luego continuó:
- Adam puede hacerlo porque es descendiente directo de un íncubo. Carlisle no es un descendiente híbrido de demonio y humana. Él es un íncubo. Lleva aquí en la Tierra miles de años. Vino con el primer séquito de Ángeles Caídos. El mismo séquito descendido durante la rebelión y luego de la primera caída. Se volvieron seres sexuales, lo cual estaba prohibido. Sus primeros descendientes poseían una inesperada superioridad tanto física como intelectual y sobre todo espiritual. Pero a medida que siguieron mezclándose, algunas de esas características se fueron apagando. Sin embargo, un núcleo muy cerrado y muy selecto permaneció inalterable. Así que Adam es descendiente directo de un íncubo, es decir de un Ángel Caído. Y como ya sabrás, es muy poderoso…
Asentí. ¡Claro que ya lo sabía! Estaba completamente fascinada.
- Si eso sucedió hace miles de años, y sigue sucediendo, entonces hay más descendientes de
los que uno podría pensar.- dije mirando hacia la ruta primero y luego hacia el bosque que se abría a un costado de la casa, como esperando ver algo más por allí.
“¡Podría haber Oscuros y Penitentes por cualquier lado!”
Esa simple idea me maravilló.
- No, no somos tantos como crees. Los Penitentes generalmente no viven más allá de una vida humana promedio. O incluso menos.- me dijo Adam- Al no alimentarse del prana humano, se vuelven vulnerables y muy limitados. Prácticamente no pueden usar sus poderes. Eso los debilita.
- ¿Y ustedes, los Oscuros?
- Nosotros logramos tener vidas supra-humanas. En términos físicos, logramos vivir miles de años. Pero no nos resulta fácil tener descendencia. Muy pocos sobreviven al nacer. Sus energías son tan poderosas que antes de ser controladas desestabilizan los átomos del cuerpo que los está conteniendo. Y de los que sobrevivimos, uno de cada cuatro son invisibles.- Adam esperó unos segundos a que yo pudiera asimilar sus palabras.
- ¿Viven siempre jóvenes?- pregunté- ¿O envejecen?
- Manejamos nuestra apariencia a nuestro antojo. Más bien a nuestra necesidad.
Lo miré sorprendido.
- Tranquila, Eden. Esta es mi verdadera apariencia…en la carne…aunque mi esencia es un poco distinta…- dijo Adam- Y acabo de cumplir diecisiete años. Aún no he tenido la necesidad de cambiar mi apariencia física.
- ¿Y si quisieras…?
- Si quisiera, podría lucir así, como luzco ahora por miles de años.
Anthony carraspeó y yo lo miré.
- En realidad,- intervino- podría hacerlo en teoría. En la práctica, no creo que pueda…
- No podría hacerlo…- dije siguiendo su línea de razonamiento- a menos que se alimentara del prana de un ser humano.
- Entonces… ¿morirás?- apenas tuve fuerzas para hablar.
Clavé mis ojos en los de adam y sentí en el pecho una punzada de dolor.
- Tranquila, mi Ángel, no planeo morirme por ahora. Si bien necesito el prana para vivir, hay otras maneras. Además soy descendiente directo de un íncubo. Al no tener tanta mezcla en mi sangre, mantengo mi pureza. Aún sin prana humano, mi expectativa de vida es de cientos de años.
- ¿Eso es cierto?- busqué la mirada de Anthony.
- Sí, Eden. Él te está diciendo la verdad.- la sonrisa franca de Anthony logró tranquilizarme.
Volví mis ojos a Adam. Creo que por su expresión, él ya conocía cuál sería mi próxima pregunta, pero igual se la formulé:
- ¿Y entonces porqué estuviste enfermo? Tanto que …estuviste al borde de la muerte.
- Porque cometí un error…
El recuerdo de la noche en la que Adam me confesó que se había alimentado de mi prana me golpeó como un látigo. Él me había dicho que una vez que comenzaba a hacerlo, le sería muy difícil parar.