Agentes
La llama la había dejado con el corazón latiendo con fuerza y en lo único que podía pensar era en que Alaine estuviera bien.
Se sentía como si estuviera flotando mientras avanzaba, se sentía como si el camino fuera largo, como si sus pies no pudieran ir más rápidos mientras corría.
Llego al hospital y corrió dentro, casi choco con una enfermera mientras avanzaba por los pasillos blancos y con ese olor a legia penetrando en su nariz con fuerza.
Vio a la maestra y avanzó hasta ella con desesperación, la mujer le dio una mirada llena de disculpa mientras se acercaba.
―¿Dónde esta mi hija? ―gritó sin darse cuenta de lo fuerte que salió su voz por la desesperación.
―El doctor la está revisando. ―Le informo la maestra de su hija. ―No he podido pasar.
―¿Qué sucedió? ―la cuestionó.
La maestra la miró y luego soltó un suspiro.
―Estaban jugando con sus compañeros en los columpios, ella y otra niña chocaron y Halia cayó al suelo y comenzó a llorar quejándose de que le dolía mucho el tobillo, decidí entonces venir al hospital para descartar cualquier hueso roto.
Summer lo entendía era el protocolo.
―Fue un accidente. ―la maestra habló de nuevo.
Entendía eso, eran niños y los accidentes pasan, no podía culpar a nadie por algo así.
Un doctor se acercó a ellas y Summer casi saltó sobre él para preguntarle que pasó con su hija.
―¿Cómo esta ella? ―preguntó y cuando el hombre la observó. ―Soy la madre de Halia.
El doctor, un hombre de unos treinta y cinco años la miró y sonrió.
―Su hija es muy valiente. ―comenzó. ―La caída provocó un esguince en el tobillo, su tobillo se inflamó pero ella se encuentra bien, le he dado ya medicamento para el dolor y para ayudar a que se deshiflame.
El alivio inundó su pecho como si el aire hubiera comenzado a entrar de nuevo en sus pulmones.
―No va requerir ningún yeso, solo reposo por el resto del día y tomarse la medicina que le estare dejando como es debido y en uno o dos días ella estará de nuevo jugando.
―¿Puedo verla?
―Por supuesto. ―él doctor le indicó a donde debía ir.
Summer dejo salir el cansancio y la angustia en la puerta, no quería que su hija la viera así, soltó el aire y abrió la puerta para verla.
Alaine estaba acostada sobre una camilla, con el pie derecho alzado un poco, tenia una bolsa con lo que supuso era hielo sobre este.
Su hija sonrió al verla.
―Mami.
―Hola amor. ―se acercó y le dio un beso en la frente para evitar que se moviera. ―¿Cómo te sientes?
―Bien, me lastimé mi pie.
―Eso escuche. ―Summer le sonrió. ―Pero estaras mejor pronto si hacemos lo que el doctor dice.
Su hija asintió y la puerta se abrio, la maestra entró.
―Solo quería despedirme de Halia. ―explicó.
Summer asintió y salió de la habitación para hacer una llamada, cuando terminó entró de nuevo y maestra le estaba diciendo a su hija que la vería mañana en la escuela, que le hiciera caso al doctor y a su mamá para que pudiera sentirse mejor pronto.
Alaine asistió y la maestra se dirigió a Summer.
―Su cosas se han quedado en la escuela.
―Le pediré favor a una amiga que pase por ellas, gracias por traerla aquí.
―No ha sido nada. ―sonrió y antes de salir miro a la niña. ―Adiós Halia.
―Adiós señorita Jenny.
―¿Quieres comer algo? ―le preguntó Summer a su hija.
Ella negó con la cabeza, Summer se quedó con su hija escuchando lo que había pasado cuando llamaron a puerta.
Summer fue a abrir.
―Nane. ―era Chris, su hijo gritó y entró en la habitación directo a la camilla donde estaba su hermana.
Summer sonrió y lo tomó en brazos para que pudiera verla.
―¿Duele? ―El niño preguntó con su rostro lleno de preocupación que encogió el corazón de Summer.
Podría ser que ellos no compartieran una sola gota de sangre, pero el crecer juntos los había hecho unos verdaderos hermanos en el alma.
Su hija sonrió. ―No, Chris ya no duele, el doctor me curó.
Su hijo hizo una mueca.
―Es una pena que ya no te duela, por qué yo traía esto para aliviar el dolor. ―dijo una voz masculina desde la puerta.
Summer sonrió y se giró para ver al hombre alto y musculoso que sostenía un oso de peluche en sus manos.
―¡Tio Albert! ―gritó Alaine al verlo.
―¡Hola pequeña! ―saludó el hombre musculoso que lucia extraño con su cuerpo musculoso y un peluche rosa en las manos.
Él se acercó a Alaine y le entregó el oso, cuando su hija lo abrazó.
―Espero tengas abrazos para mi también. ―comentó una voz femenina.
Summer sonrió.
―¡Tia Raina! ―Alaine saludo y la mujer de cabello rojo intenso se acercó para darle un abrazo a su hija.
―¿Cómo te sientes? ―preguntó ella.
―Muy bien. ―su hija sonrió.
―Gracias a ambos por pasar por Chris. ―Summer les dijo a ambos.
―Sabes que estamos aquí para situaciones como esta. ―dijo la mujer, ella era muy hermosa, con el cabello hasta la cintura, la piel suave y rosagante, era un poco más alta que Summer y sus ojos cafés avellanados.
―Y pasamos también por las cosas de Halia. ―comentó ella y señaló la mochila con las cosas de su hija sobre una silla.
Summer asintió en agradecimiento.
―¿Y podemos llevarnos a Halia? ―preguntó el hombre.
Summer les dijo que iría por el doctor para preguntarle si podían llevársela y les pidió quedarse con sus hijos, los dos asintieron y ella salió de la habitación.
Albert y Raina eran las únicas personas en quien ella podía confiar el cuidado de sus hijos, después de todo ellos habían sido los encargados de mantenerlos a salvo todos este tiempo.
Ambos eran sus guardias como parte del plan de protección a testigos al que ella pertenecía y siempre que ella era reubicada ellos estaban a su lado.
Ellos no podían intervenir demasiado en su vida para no levantar sospechas, pero siempre estaban ahí para casos como este.