17 de febrero de 1926
Al día siguiente me desperté pensativo. Por alguna razón, la noche anterior pensé que era buena idea unirme a ese mundo, pero la idea dio varias vueltas en mi cabeza durante toda la noche. Me puse a reflexionar si realmente era buena idea hacer tales actos para obtener dinero. Después de todo, creía que sería sencillo, pero luego de pensarlo mucho decidí solo quedarme con ese dinero y continuar con mi vida. Prefería estar así en lugar de tener que vivir una vida de estrés constante, sin saber cuándo sería el último día que respiraría.
Todo siguió tranquilo durante unos días. Habían pasado pocas cosas, los clientes ya no eran tan habituales y, sin darme cuenta, el dinero que me había ganado haciendo aquel "trabajito" se estaba agotando. Pronto tendría que conseguir más, pero ya no tenía ideas. Lo único que pasaba por mi mente era renunciar a mi trabajo como taxista y buscar otra vez a los sujetos de aquella noche para unirme a su causa y poder conseguir una vida de lujos sin tener que preocuparme.
Durante el día, las calles de Roma se sentían como un paraíso vivo para quienes tenían dinero y poder; era un lugar hermoso para vivir. Pero para la gente de mi clase, solo era una historia de terror de la que no sabíamos el final. Todos los días, al anochecer, las calles de Roma se convertían de paraíso a infierno en la tierra: gritos, en algunas ocasiones tiroteos, y el crimen organizado acechando durante la noche, ganando terreno poco a poco.
Justo una de esas noches comenzó mi primera pesadilla y el primer paso que daría inicio a una larga caminata que me llevaba directo a un pozo sin fondo del cual no se puede salir.
---
24 de febrero de 1926
Llegada la noche, escuché estruendos cerca de mi vivienda. Al revisar por la ventana, vi cómo unos sujetos con trajes negros y bates estaban machacando mi taxi. ¡Mi taxi! Mi única forma de ganar dinero… Al ver la escena y la cantidad de sujetos que eran, no pude hacer más que limitarme a observar cómo destruían mi vehículo y con él mi única esperanza de salir de este maldito basurero. Pensé por un momento en qué había hecho yo para merecer todas estas desgracias y por qué ahora lo único que tenía para vivir estaba siendo destruido ante mis ojos, sin que yo pudiera hacer nada.
—¡Abre la puerta! Sabemos que estás ahí. Los perros de Salvatore no tienen derecho de mofarse de nosotros en nuestras narices… ¡Abre la maldita puerta ya!
Lo suponía, todo fue por lo que ocurrió aquel día. Ahora no era momento de pensar; era momento de correr. Miré a todos lados buscando una salida, pero todo parecía inútil: detrás de la puerta me esperaba mi muerte y las únicas ventanas disponibles daban a la calle, un sitio muy abierto. Si todos ellos llevaban armas, sería mi fin. Pero tuve suerte: me escapé saliendo por una de las ventanas y rápidamente corrí a las afueras de la ciudad. Mi único objetivo era encontrar nuevamente esa casa varada en la nada y buscar refugio.
Tras varios minutos de escape, llegué a la vivienda. Justo ahí estaban: los sujetos de aquella noche custodiando la entrada con armas grandes que los hacían más intimidantes. Al verme, mostraron su descontento.
—Te hemos pagado lo suficiente como para que no vuelvas por aquí y, aun así, ¿has decidido regresar? ¿Qué intentas hacer, estás mofándote de nosotros?
—¡Ayúdenme! —exclamé con las pocas fuerzas que me quedaban.
En eso se escucharon pasos detrás mío: eran todos ellos, armados con palos y dispuestos a matar a sangre fría. Me oculté detrás de ellos y entonces tuvieron una charla entre ellos:
—Vaya, mirad a dónde nos han traído, chicos… justo al nido de las ratas de Salvatore.
—Ey, ustedes no pueden estar aquí, están invadiendo nuestro territorio. No nos obliguen a armar una masacre, estoy seguro de que eso molestaría a Di Luca. Así que, largo.
—¡Aparta de mi vista, bufón! Lo único que quiero es al cobarde que se esconde detrás de ustedes; él es nuestro objetivo.
—Lo dudo mucho, chico. Este es nuestro territorio y nosotros decidimos quién es bienvenido y quién no. Así que lárguense; no nos obligan a usar esto.
Al verse amenazados, aquellos hombres se fueron y me dejaron en paz.
—Tarde o temprano te encontraremos solo y no lo vas a contar. Tus días de suerte terminarán.
Esas palabras fueron intimidantes en su momento, pero también me hicieron decidir tomar un nuevo rumbo para mi vida. Sin embargo, tenía muchas dudas: ¿quién era Salvatore? ¿Por qué destruyeron mi taxi? Y lo más importante, ahora que estaba aquí… ¿qué sería de mí?
—Vale, tío, esos chacales ya te dejaron tranquilo. Así que estamos a mano. No vuelvas por aquí, a no ser que quieras que te peguen un tiro.
—Quiero unirme a su causa… quiero unirme a la banda de Salvatore.
—Chaval, Salvatore no está reclutando miembros, así que vete ahora mismo y no compliques más las cosas.
—Por favor, denme una oportunidad. Solo quiero vengarme de esos desgraciados y poder continuar con mi vida.
—No lo volveré a repetir: larga…
—Espera, Enzo.
—Don Salvatore.
¿Don Salvatore? Era un hombre alto, vestido con prendas finas, y a simple vista se notaba la elegancia que emanaba junto a un aura serena, pero peligrosa, que dejaba claro que no era alguien con quien se podía jugar.
—Así que quieres darle una paliza a los niños de Di Luca. Dime una cosa, hijo: ¿estás seguro de la decisión que estás tomando?
—Así es, don Salvatore. Quiero darles una lección que nunca olviden.
—Bueno… últimamente los chicos de Di Luca me han estado causando problemas. Creo que es momento de enviarles un mensaje. Enzo, pon a prueba al chico y ve de lo que es capaz. Esta es tu primera prueba, hijo. Si la pasas, serás bienvenido a la familia; pero si fracasas, al menos lo habrás intentado. Vuelve aquí mañana al mediodía y ponte en contacto con Enzo; él te dará las indicaciones de tu misión. Espero escuchar buenas noticias.
#516 en Thriller
#378 en Detective
#292 en Novela negra
#recuerdos, #mafia #italia #soledad, #reconstrucciónpersonal
Editado: 21.09.2025