Aitana sonrió al abrir los ojos y sentir como las manos de su esposo la recorrían, Roman era un hombre increíble y ella tenía la fortuna de que fuese su esposo.
—Buenos dias, cariño— le dijo devolviéndole sus caricias.— que buena manera de despertar.
—Nos espera un largo día, así que es justo comenzarlo con buen pie— dijo inclinándose para depositar besos en su cuello.
La intimidad de su habitación, los envolvía en la calidez de un amor que parecía desafiar el tiempo y las circunstancias. La luz del amanecer se filtraba suavemente a través de las cortinas, iluminando sus rostros y reflejando la pasión que compartían.
La respiración tranquila de ambos era un testimonio de la paz que sentían en ese momento. Roman la miraba con ternura, acariciándole el cabello y susurrándole palabras de amor, mientras Aitana sonreía, sabiendo que aquel día sería importante, no solo por su juicio en los tribunales, sino también por la ecografía que se haría Alina, su pequeña hermana.
Aitana, una deslumbrante pelirroja de cabello rizado, largo y abundante, exquisita piel blanca como la pocelana y unos hermosos ojos azules, era una mujer bellisíma, considerada por muchos como una mujer despampanante además de inteligente, entrada ya en sus treinta años. Roman, un hombre alto, atlético, de piel bronceada y hermosos ojos verdes, juntos eran una increíble dupla de abogados que sumaban muchas victorias en tribunales y hasta ahora, ninguna derrota.
Aitana y Roman, tenían ocho años de casados, era un pareja sólida, fortificada y respaldada con el éxito profesional, un duo de abogados que había decidido priorizar el éxito y las metas por encima de lo que la mayoria de las personas pensaría como un modelo familiar común. Habían acordado no tener hijos, Roman estaba negado a la paternidad y había coincidido con Aitana que no deseaba ser madre.
Luego de unos momentos de amor y pasión, la rutina los llamaba. Se levantaron suavemente, compartiendo un beso tierno antes de dirigirse a la ducha. La ducha caliente los ayudaba a despejarse y a prepararse para un día que, aunque prometía ser exitoso en lo profesional, también traía consigo una carga emocional que ambos conocían demasiado bien. Tras asearse y vestirse con elegancia, se dirigieron al tribunal, conscientes de que su reputación como una dupla legal imbatible estaba en juego.
El camino hacia los tribunales fue una mezcla de concentración y confianza. Roman tomó la mano de Aitana, apretándola ligeramente, transmitiéndole seguridad. Al llegar, se dirigieron directamente a la sala donde enfrentaron a la parte contraria con argumentos sólidos y evidencia contundente. El juicio fue intenso, pero su trabajo en equipo y su preparación previa dieron frutos: salieron victoriosos, con la satisfacción de haber defendido con honor su causa y su reputación. La sala de audiencias los aplaudió en silencio, reconociendo su profesionalismo y excelencia.
Tras el triunfo, Aitana recibió una llamada de su hermana menor, Alina. La joven de veintidós años, a punto de dar a luz en unas semanas, había sido siempre una presencia cercana en su vida, a pesar de las tensiones relacionadas con el secreto que rodeaba a su embarazo. Aitana atendió con entusiasmo, ansiosa por escuchar sobre la última ecografía y el estado de su hermana. La llamada fue breve, pero significativa.
—Alina, ¿qué tal?, ¿Cómo te sientes hoy? —preguntó Aitana con una sonrisa cálida.
—Hola, hermana. Solo quería recordarte que hoy tengo mi última ecografía —contestó Alina, con una voz que mezclaba nerviosismo y alegría—. La fecha de parto se acerca y quiero que estés allí conmigo, ya me habías confirmado pero considerando que hoy es el juicio de Shelman...— Aitana se alegró mucho por ella, sabiendo lo importante que era ese momento. Sin dudarlo, le dijo:
—Justamente estamos saliendo de la sala. Ganamos.— dijo con satisfacción.
—Eso no me extraña Aitana, felicidades y felicita también a Roman.
—Gracias Alina y claro, claro que voy a ir a la clínica a ver a mi princesa antes de su nacimiento. Quiero que tenga presente que tiene la mejor tia de todas. Nos encontramos allí, ¿Te parece? — Alina asintió, y tras un breve intercambio de palabras cariñosas, cortaron la llamada. Aitana se volvió hacia Roman, le explicó la situación, Roman, con su carácter responsable, le preguntó:
—¿Quieres que vaya contigo? — Aitana lo miró con ternura, pero negó con la cabeza.
—No, mi amor. Lo mejor será que tú te encargues de los pendientes en ea oficina. Hoy tenemos un día largo, y no quiero que te distraigas.
Almorzaron juntos en un pequeño restaurante cercano, compartiendo risas y planes para el resto del día. La química entre ellos era palpable, y en ese momento, el amor que se profesaban parecía invencible. Tras el almuerzo, se despidieron con un beso apasionado y un; hasta luego, cariño, sabiendo que volverían a encontrarse más tarde.
Aitana subió a su auto, encendió el motor y comenzó a conducir hacia la clínica. Sin embargo, en ese momento, su teléfono sonó. Miró la pantalla y vio que era un número desconocido. La curiosidad y un ligero escalofrío la invadieron... digamos que un sexto sentido le indicó que algo andaba mal. Buscó un lugar seguro para detenerse y atender la llamada.
—¿Hola? —contestó con voz temblorosa.
Desde el otro lado, una voz grave y urgente le informó:
—Señorita Jones, soy del la clinica central. Su hermana, Alina Jones, ha ingresado por urgencia. Está en estado delicado y necesitamos que un familiar se haga cargo de ella lo antes posible.
Aitana sintió que el mundo se le venía encima. Su corazón latía con fuerza, y la angustia comenzó a apoderarse de ella.
—¿Qué le pasó? —preguntó, tratando de mantener la calma, ella que era una mujer de actitudes fría sintió como temblaba y tenía que batallar por no descontrolaarse.— ¿Cómo que... urgencias?, ¿Se coplicó su embarazo?
—Lo siento señorita, ella recibió cuatro impactos de bala. Está en quirófano, tuvimos que ingresarla de emergencia. No podemos darle más detalles en este momento, pero le pedimos que venga cuanto antes.
Editado: 17.05.2025