Redención en la Tormenta. Cambiando Destinos.

La llegada en silencio

Roman condujo con rapidez hacia la clínica, su corazón latiendo con fuerza en el pecho. El peso de la llamada que había recibido minutos antes aún lo acechaba, como una sombra que no quería abandonar su mente. Aitana, su esposa, le había llamado con urgencia, y en sus palabras escuchaba el dolor, la desesperación y la impotencia. Cuando le dijo que Alina había sido atacada y que ya no estaba con ellos, Roman sintió que todo su mundo se derrumbaba.

Al llegar a la clínica, sus pasos se volvieron pesados, y su corazón se aceleró aún más. La vista de Aitana, envuelta en lágrimas, lo golpeó como un puñetazo en el pecho. Sin pensarlo, la tomó entre sus brazos, sintiendo su cuerpo temblar y su llanto desesperado. En ese momento, Roman se dio cuenta de lo frágil que era todo, lo vulnerable que podía ser su vida, y cuánto necesitaba ser fuerte para ella.

Aitana, entre sollozos, le contó en medio de la angustia que Alina había recibido cuatro impactos de bala y que, a pesar de los esfuerzos del equipo médico, no pudieron salvarla. La noticia le cortó el aliento a Roman, quien sintió que el mundo se le venía encima. La pequeña Valentina había nacido bien, le dijeron, pero su madre ya no estaba allí para verla crecer.

Mientras ella le hablaba, Roman se encontraba atrapado en una maraña de sentimientos encontrados. Por un lado, el dolor profundo por la pérdida de Alina, una mujer que siempre había sido una parte importante de su vida y la de su esposa.. su pequeña cuñada, y por otro, la responsabilidad que ahora recaía sobre sus hombros. La imagen de la pequeña Valentina, frágil y vulnerable, se clavó en su mente, y por primera vez en mucho tiempo, sintió una punzada de miedo.

Aitana le pidió que se encargara de los trámites del entierro de Alina. Roman, aceptó sin dudar. La rapidez con la que debían organizar todo le recordó que no tenían más familiares cercanos, ni amigos íntimos que pudieran ayudarlos en ese momento. La soledad en la que se encontraban parecía aún más abrumadora.

—Me encargaré de todo —le dijo Roman con voz firme, aunque en su interior sentía una tormenta de dudas y temores.

Aitana, con lágrimas en los ojos, agregó que Valentina ya no tenía a su madre y que, como única pariente viva, ella debía hacerse cargo de la niña. La noticia le cayó como un balde de agua fría, ya lo había pensado pero escucharlo era una confirmación abrumante. La realidad de la responsabilidad que ahora enfrentaba le pareció insuperable.

¿Cómo podían ellos, dos personas que nunca habían pensado en tener hijos, hacerse cargo de una bebé tan pequeña?

—¿Cómo se hará? —preguntó Roman, casi en un susurro, mientras sus manos temblaban ligeramente—. Nosotros planeábamos enfocarnos en nuestro éxito, en nuestro futuro. No sabemos nada de bebés, Aitana. Esto no estaba en nuestros planes, yo... no sé nada de niños, de pañales o biberones.

Aitana le miró con tristeza y desesperación, entendiendo la confusión y el miedo en sus ojos. Ella, por su parte, sentía que no podía abandonar a la pequeña Valentina, que necesitaba de alguien y que, en esos momentos, ella era la única que podía ofrecerle un poco de protección.

—Roman, por favor —susurró con voz temblorosa—. No puedo dejarla sola. Yo no puedo. Tú... tienes que entender. La niña necesita a alguien que la cuide, que la ame, que le dé un lugar en este mundo. No podemos simplemente abandonarla... o al menos yo no puedo— dijo con voz entrecortada— es mi sobrina.

Roman se quedó en silencio, la mirada perdida en algún punto indeterminado. Su mente era un torbellino de pensamientos: por un lado, el rechazo inicial a la idea de convertirse en padre en esas circunstancias; por otro, la profunda sensación de que no podía dejar a esa pequeña sola en medio de todo ese dolor. La imagen de Alina con su enorme y abultado abdomen lo golpeó... estaba bien para quienes quisieran ser padres pero... él no lo había deseado.

—No sé si puedo —dijo finalmente, con la voz rota—. Sé que no podeos abandonarla, Aitana, pero no sé cómo hacerlo. Nunca planeé esto. No sé si soy capaz de ser padre, de cuidar a una niña tan pequeña.

—Lo haremos juntos, cariño... por favor, no me dejes sola... Te necesito, Roman.

En sus pensamientos, también había una parte que le decía que no podía dejarla, que esa niña, en su fragilidad, dependía de ellos. La pequeña Valentina era un recordatorio constante de la pérdida, del dolor, pero también de la esperanza de que algo bueno podía surgir incluso en las circunstancias más oscuras.

Aitana, con lágrimas en los ojos, le tomó la mano. La ternura en su mirada le hacía entender que no estaban solos en esa tormenta, que juntos podían encontrar una forma de salir adelante.

— Te necesito, amor... Podemos aprender, podemos hacer esto paso a paso. La niña necesita amor, y aunque no sepamos cómo ser... padres ahora, lo haremos. Por ella.

Roman sintió cómo una mezcla de sentimientos lo invadía: miedo, incertidumbre, pero también una chispa de determinación. La idea de cuidar a Valentina le parecía abrumadora, pero al mismo tiempo, en su corazón, sabía que no podía dejarla sola. La responsabilidad le pesaba como una losa, pero en su interior también brotaba una especie de compromiso silencioso... no podía dejar sola a Aitana, la amaba...tampoco podía pedirle que no asumiera el comproiso de la niña, era su sobrina.

—Tranquila, cariño... lo haremos, lo haremos juntos... saldremos adelante.

Se quedó allí, en silencio, abrazando a Aitana, dejando que sus pensamientos se ordenaran lentamente. La tristeza seguía presente, pero cuando sostenia a Aitana entre sus brazos, entendía que todo era posible. La vida, con todas sus sorpresas y tragedias, les había puesto en un camino que nunca imaginaron recorrer, pero ahora, debían enfrentarlo juntos.

. La duda seguía allí, latente, pero debía enfrentar el destino...

Y así, en medio del dolor y la incertidumbre, dos almas se aferraron la una a la otra, sabiendo que, aunque el camino sería difícil, no estaban solos. Que en la adversidad, también podía surgir la esperanza y la fuerza para seguir adelante.




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