Cimopolia
—No, enano—Repitió Enio por enésima vez en menos de una hora—. Ya te dije que no podemos salir. Al menos no hoy.
Pero Lesath seguía firme en su postura.
Y Enio en la suya.
—¿Por qué? —Le preguntó, mirando los ojos azules de su madre—. ¿Por qué no podemos salir a ayudar a los demás como todos los que están fuera?
Miré a Macaria, percatándome de como soltó un resoplido antes de sonreírle a su hijo, a lo que Enio solo rodó los ojos.
—Porque es muy arriesgado salir y que nos vean a todos hoy, cariño—Respondió mientras el pequeño se sentaba en su regazo y ponía una mueca que indicaba que esa respuesta no le convencía del todo—. Pero lo haremos pronto, te lo prometo.
La idea pareció entusiasmarle, por lo que sonrió ampliamente.
—Si no porque es una pieza clave, te aseguro que ya lo hubiese mandado al reino de su abuelo—Me dijo la, ahora, castaña por lo bajo—. Y no a gobernar con él.
—Seguro.
Ni ella ni yo éramos capaces de algo así. Nos importaba demasiado ese niño, que ahora cuchicheaba con su madre mientras la abrazaba y amenazaba con quedarse dormido en cualquier instante, como para atrevernos a dañarlo.
Él era nuestro talón de Aquiles.
Solo teníamos que asegurarnos de que nadie más lo supiera.
Después de mi respuesta irónica, Enio resopló con fastidio.
—Y que haremos hoy ¿eh? —Masculló—. No podemos salir de este cuchitril y no hay nada con lo que divertirnos. Simplemente genial.
—Podrías leer el periódico—Opinó Macaria, dando palmaditas cuidadosas a la espalda del peli-azul para que terminara de dormirse, cuidando de no quemarlo en el proceso—. Los mortales hacen eso para pasar el rato.
—Los que ya están a punto de entrar a tu reino, querrás decir.
Aunque sonaba cruel, me fue inevitable no reír.
—¿Qué vamos a comer? —Decidí preguntar—. El anochecer está próximo y no había comida en esta casa.
—Debemos conseguir comida—Dijo rápidamente Enio—. Voy yo.
—Ni lo pienses—Advirtió Macaria en voz baja, pues su hijo no había tardado mucho en caer en los brazos de Morfeo—. Eres muy capaz de poner en ruinas, nuevamente, esta ciudad.
—En eso estoy de acuerdo.
Los ojos grises de la diosa se abrieron mucho antes de entrecerrarse para mirarnos con fastidio.
—¿Y quien irá? —Lanzó la pregunta al aire mientras nos observaba una a una—. Cuando el enano despierte, tendrá hambre. Y aquí no hay nada. Alguien debe de ir a buscar alimento y no veo que haya muchos voluntarios.
—Voy yo.
Mis palabras me sorprendieron incluso a mí y ahora era escrutada con la mirada por ambas diosas.
—¿Estás segura? —Me preguntó Macaria a lo que asentí, ocasionando que ella soltara un suspiro—. Si les soy sincera, ninguna de las tres es confiable para hacer algo como esto sin destruir nada y sola. Enio destruiría nuevamente la ciudad por gusto, tú lo harías si algo te hace enojar y yo mataría a todos si se acercan más de lo que deben a esta casa mientras mi hijo está aquí. No somos confiables y no podemos permitirnos reaccionar por un arrebato. No si queremos seguir escondiéndonos aquí.
Enio soltó un suspiro.
—Vaya, como se nota que nos conocemos bien la una a la otra—Murmuró con una sonrisa, observando como la diosa de la muerte llevaba a su hijo a recostar en una de las camas—. Por eso propongo que vaya Cimo y nosotras cuidamos el perímetro de la casa mientras el enano duerme.
—¿Estarás bien?
Asentí.
—Intenta no inundar nada—Me dijo Enio con diversión, sin embargo, había una clara advertencia en sus palabras.
Pero no le respondí, pues ya había cruzado el umbral de la puerta y había salido al pueblo que ella destruyó.
Rodorio.
El pueblo en sí era algo pequeño, con varios caminos entre casas y—Lo que creo eran— comercios destruidos, así como lo estaban la mayoría de las construcciones en él.
A lo lejos, pude observar como había un niño ayudando a una mujer mayor que tenía el pie vendado y sin poder apoyarlo en el suelo. A los pocos instantes, un caballero de Athena se acercó a ayudarla, con el rostro completamente inexpresivo.
Reconocí la armadura y supe que él era el caballero de la onceava casa.
Acuario.
Entonces, temiendo que me descubrieran, me di la vuelta para tomar otro camino.
Mi plan hubiese funcionado de no haber sido porque el caballero de Capricornio se acercó a preguntarme si necesitaba algo.
Y yo, tontamente, le dije que sí.
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Editado: 10.08.2024