Redimidos [saint Seiya]

Capítulo 17 | Grettel

Macaria

—Tenemos que hablar—Había murmurado el caballero de Escorpio a mis espaldas, logrando que me estremeciera aun cuando solo veía a mi hijo jugar con una mariposa—. Ahora.

No volteé a verle.

—No sé de que quieres hablar conmigo si no nos conocemos de nada.

—Sabes que eso no es verdad, Grettel.

Una punzada de dolor se hizo presente en mi cabeza, tan fugaz como una estrella que cruzaba los cielos. Sin embargo, no le di importancia, aun cuando estuve a nada de corregirle que ese no era mi nombre.

—¿Qué quieres, Milo? —Pregunté, con mis cejas uniéndose en el medio cuando mi tono de voz sonó enfadado.

Ni siquiera me iba a cuestionar como es que sabía su nombre.

—Hablé con Delfos, Grett—Confesó—. Tu hermana Mila, mejor dicho.

Solté una risa carente de humor.

—¿Hermana? —Cuestioné con sorna—. No sé de qué me hablas—Y, muy inmersa en mi papel de mortal que me habían dado, exclamé—: Mis únicas hermanas son Melek y Gabriella, pero eso ya lo sabes, por supuesto.

Entonces, sentí la piel cálida de su palma rodear mi muñeca para encararlo y, cuando lo hice, el azul zafiro de sus ojos me resultó tan familiar, que mi corazón comenzó a latir desenfrenado, mi respiración se volvió errática y una sensación extraña se instaló en la boca de mi estómago.

Estaba segura de que lo estaba quemando, porque yo era fuego y nadie podía tocarme si no quería arder conmigo, no obstante, no entendía porque el caballero lo hacía.

¿Qué acaso no le dolía?

¿Acaso no le quemaba?

—Lo sé todo, Grett—Me aseguró, llamándome de nuevo por ese estúpido diminutivo del nombre que Enio había elegido—. Lo recuerdo y no puedo seguir pretendiendo que no.

Miré a Lesath, quien me enseñó una amplia sonrisa mientras seguía persiguiendo a una mariposa amarilla y, cuando me dio la espalda, me solté bruscamente del agarre de Escorpio.

—Qué recuerdas, ¿eh, Milo? —Reté con una sonrisa ladina, sin mostrar los dientes—. Solo son mentiras inventadas por el Oráculo para controlarte. Para controlar a todos. ¿En serio te crees conocerme? ¿Saber algo de mí?

—Tu nombre es Grettel Dankworth, tienes 22 años y eres la amazona de Lira—Comenzó a decir con firmeza, arrastrando la voz tanto, como si temiese que alguien además de mí le escuchara—. Tienes dos hermanos, Camus de Acuario y Mila de Ave de Paraíso, quien es la encarnación del Oráculo de Delfos. Y también eres mi novia.

De nuevo, no pude evitar reírme de él y de todas las cosas que decía, pues lo único que quería era distraerme de lo que verdaderamente tenía que hacer. Estaba segura de eso.

—¿Tu novia? —Repetí con falsa incredulidad— ¿Eso te dijo ella?

Él negó, muy serio.

—Lo recordé después de que me dijera que yo tuve un hijo con una chica que me iba a hacer arder con ella—Me respondió—. Eres tú, Grettel. Eres esa chica y yo soy el padre de Lesath.

—Yo no soy…

Pero no pude continuar con lo que iba a decir, Milo me interrumpió cuando murmuró:

—Sí, sé que eres Macaria, la diosa de los muertos, e igual recuerdo quienes son, verdaderamente, Melek y Gabriella—Mi corazón comenzó a bombear rápido, temiendo que nuestro plan se hubiese caído a pedazos por la intromisión de Delfos—. Y también sé que lo primordial es proteger a nuestro hijo.

—¿Por qué? —Mi voz fue un susurro tembloroso que no me debí de permitir, pero se trataba de mi niño y, si había algo que tenía muy claro, era que haría lo que fuera para protegerlo—. ¿De quién?

—Porque van a ir a por él, Grett—El tono de Milo sonó angustiado y me preguntaba cómo es que Lesath parecía importarle tanto cuando recién lo había conocido—. Porque, cuando sepan quién es y recuerden quien eres tú, solo será cuestión de tiempo para que todo explote.

Al menos eso lo tenía claro.

Casi como que le creía a Milo.

Pero no tanto, como que no iba a permitirlo.




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