La promesa de Reena
La mañana siguiente, Celina se levantó sintiéndose diferente, aunque todavía había un torbellino de emociones dentro de ella. Recordaba la promesa que había hecho a Reena y el regalo mágico del unicornio, pero sabía que no sería fácil cambiar todo lo que había hecho hasta ahora.
En la escuela, al ver a los niños jugando en el patio, Celina sintió la vieja ira que tantas veces la había dominado. Por un momento, estuvo a punto de gritar y hacer comentarios hirientes, pero justo antes de hacerlo, recordó la dulce voz de Reena y la advertencia sobre el deseo.
Con un esfuerzo enorme, decidió sonreír y saludar a los niños. No fue fácil, porque su corazón seguía lleno de dudas y miedo a ser rechazada. Pero esa pequeña acción abrió una puerta en su interior. Poco a poco, Celina comenzó a escuchar más a los demás, a compartir y a tratar a sus compañeros con respeto.
Sus calificaciones empezaron a mejorar nuevamente, no por miedo o vanidad, sino porque realmente estaba poniendo esfuerzo y queriendo aprender. Sus amigos comenzaron a acercarse de nuevo, y aunque no todas las relaciones fueron perfectas, Celina sentía que estaba construyendo algo nuevo y verdadero.
Sin embargo, los viejos hábitos no desaparecían de inmediato. A veces, Celina sentía ganas de volver a criticar o enojarse. Pero recordaba a Reena, el unicornio, y el precio de romper su promesa. Entonces respiraba hondo y elegía la paciencia y la bondad.
Cada día era una pequeña victoria, un paso hacia una mejor versión de sí misma. Y aunque no siempre era fácil, Celina aprendió que el verdadero poder está en las decisiones que tomamos y en la voluntad de cambiar.