La trasformación de Celina
Los días comenzaron a pasar con tranquilidad en la casa de Celina. Ya no había gritos, ni enojos, ni peleas por cosas pequeñas. La presencia de Reena llenaba cada rincón con una energía suave y luminosa. Aunque era pequeña, parecía entender más de lo que una niña de tres años podría comprender.
Celina aprendía a ser hermana. Al principio le costaba compartir su espacio, sus tiempos, incluso su corazón. Pero Reena tenía algo mágico: su mirada tierna, su paciencia sin palabras, su manera de aferrarse a ella cuando tenía miedo.
Una tarde, mientras ordenaban juntas una caja vieja de juguetes, Celina encontró la carta que había escrito meses atrás: la que nunca pudo entregar.
Estaba arrugada, pero aún legible.
> “Querida Reena:
Si alguna vez volvés, quiero decirte gracias. No por cumplir mis deseos, sino por enseñarme a desear cosas de verdad. Me enseñaste que ser fuerte no es lo mismo que ser cruel, y que cambiar no es rendirse, es tener coraje.
Me costó, me dolió, me transformó. Pero valió la pena.
Con cariño,
Celina.”
Reena la observaba con sus ojos enormes y brillantes. No dijo nada, pero tomó la carta con sus pequeñas manos y la guardó en su mochila como si fuera un tesoro.
Celina sonrió. Sabía que, de algún modo, esa Reena angelical seguía allí dentro.
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Unas semanas después, al despertar en su cumpleaños, Celina encontró una caja en su escritorio. No decía quién la había dejado. Era pequeña, envuelta con una cinta dorada.
La abrió lentamente.
Adentro, había una estrella de papel doblada con extremo cuidado. Cuando la desplegó, leyó:
> “El verdadero regalo no es lo que pediste,
sino en quien te convertiste para merecerlo.”
Sus ojos se llenaron de lágrimas.
Por primera vez, entendió todo. El deseo nunca fue lo importante. Lo importante era el viaje, las decisiones, los errores… y el amor que surgió al final.
Abrazó a Reena con fuerza, y la niña le susurró al oído:
—Ya no soy un deseo. Ahora soy tu familia.
Y en ese abrazo, el regalo más grande fue revelado:
El amor que nace del perdón y la transformación… nunca desaparece.