Sofía, al ser el centro de atención en el receso, decidió ir al único lugar donde nadie la seguiría, un lugar sacado de las películas de terror y no, no era un baño público, era la biblioteca polvorienta de la escuela.
La rubia tomó asiento a lado de Juana quien estaba en ése lugar desde antes, leyendo un libro con una sonrisa.
Era la primer persona que conocía que en pleno receso iba a la biblioteca a leer por diversión.
-Ser el centro de atención no es fácil, ¿verdad?
Conozco ésa experiencia y es sumamente agotador.- dijo Juana, sin dejar de leer.
La rubia la miró, recordando como en el pasillo había un cartel del club de fans de Juana, y dio un suspiro.
Su amiga era el centro de atención, pero ella era el centro de atención y a la vez la ignorada ya que sólo le preguntaban sobre los prestigios de su familia.
Al menos tuvo algo de suerte y consiguió una amiga como Juana el primer día de clases, cuando en otras escuelas estaba todo el año sin poder conseguir uno.
-Hola.
La rubia sintió una voz a su lado y volteo para ver a ése chico raro que la recibió con un abrazo.
-Hola... chico de los abrazos.- dijo la ojiazul, claramente incómoda.
Nadie se sentiría cómoda luego de que un perfecto extraño se le acerqué corriendo para darle un abrazo.
Juana cerró su libro y miró al chico, apoyando a su amiga pero Roberto la ignoró.
-Yo... me disculpo por lo de está mañana, no soy un raro sujeto de los abrazos, lo juró.
Es sólo que... usted me hizo recordar a alguien muy importante para mí, y no me resisti, lo siento.- se disculpo el chico de manera honesta.
Quizás cometió un error por la emoción, pero tenía la ventaja de conocer bien a la princesa Sofía, así que éso le facilitaría el ser amigos y luego ser algo más.
La rubia vio en la mirada del chico sinceridad y dio un suspiro profundo.
Sí quería tener amigos, debía de perdonar ésos pequeños errores, además, algo en el fondo la hacían sentir tranquila cerca de ése chico... pero algo para nada en el fondo la hacían sentir repudió hacía él.
Sentimientos malos, fuera.
Sí quería tener amigos de verdad, no debía guiarse por lo que sentía.
-Bien, hagamos como que éso nunca pasó y empecemos de nuevo.- dijo la chica mientras se ponía de pie y le extendía su mano izquierda al chico.- Mucho gusto, soy Sofía Castle, la chica nueva.- se presentó la rubia.
El chico sonrió felíz por éso y acercó su mano para corresponder al saludo.
-Mucho gusto, soy Roberto, el chi...
Al momento de rozar su mano con la de Sofía, ella la alejó y la cerró, como sí hubiese tocado algo sumamente peligroso y se dio cuenta a tiempo.
-¡Lo siento! Yo... no sé que me pasó.- dijo la rubia, arrepentida mientras veía a su compañero.
Roberto la miró fijamente mientras agachaba su mano.
Ella no tenía recuerdos de él y de su traición, pero en el fondo parecía que todo el dañó que le causó seguía intacto.
Definitivamente tenía que evitar que ella lo recuerde, o lo odiaria por el resto de ésa vida.
Juana apoyo una mano en el hombro de Sofía y asomó su rostro para ver al chico.
-Espero que nosotros también nos llevemos bien, compañero Roberto.- dijo la chica con una sonrisa encantadora.
El muchacho fruncio el ceño, algo incómodo.
Ésa sonrisa, ésa maldita sonrisa fue la que ella usó cuando lo traicionó, pero ya no era la misma persona, no tenía sus recuerdos del pasado, así que no debía estar tan alerta, quizás sólo un poco, por sí las dudas.
-Sí... espero que seamos amigos.- exclamó Roberto con una sonrisa forzada.
Sofía los miró, confundida, ya que mientras uno sonreía de manera deslumbrante, el otro lo hacía de manera forzada.
¿Será qué sucedió algo entre ellos dos y no se llevaban bien?
No, Juana parecía ser muy buena persona y el raro de los abrazos también, así que era imposible que se lleven mal.
-Bueno, sí me disculpan, debo continuar con mi lectura ya que sólo nos queda unos pocos minutos de descanso.- exclamó Juana mientras tomaba asiento para retomar su lectura.
El chico vio como ella leía un libro sobre la era medieval y palidecio.
Era pura coincidencia, ¿verdad?
-Muy bien, chico de los abrazos, ¿qué tipo de libros te gustan leer?- pregunto Sofía mientras tomaba asiento.
El chico la miró y quedó con la mirada en blanco.
¡¿Qué se supone que debía responder?!
Odiaba leer, nunca leyó un libro completo en ninguna vida y a ella antes le fascinaba leer, intentando muchas veces que él lea un libro completo.
-Yo... me gusta leer memes.
¡¿Qué clase de respuesta rara acababa de dar en ése momento de nervios?!
Ahora su amada lo vería como a un raro (ya lo hacía) y no le volvería a dirigir la palabra.
-Pff...
Muy levemente oyó el sonido de una risa contenida y miró a Juana con enojó, viendo como se cubría levemente la boca para no reír.
Definitivamente no era su subordinada del pasado, ella jamás se atrevería a hacer tal cosa como burlarse de él.
-Ya veo, no te gusta leer.
La verdad a mi tampoco me gusta, sólo estoy aquí para escapar de todos por un rato.- dijo la rubia, apoyando su rostro sobre la mesa, mientras cerraba sus ojos, agotada.
Desde muy temprana edad su familia le enseñó a leer y la hacían leer muchos libros, hasta el punto en que ahora odiaba la lectura.
Cuando tenía 5 años debía leer 10 libros por días, como mínimo, así que ahora en sus momentos libres, prefería hacer cualquier cosa con excepción de leer.
-¿No le gusta?
Creí que sí, tiene apariencia de que le gusta.- dijo Roberto con sorpresa.
Era raro ya que ella amaba leer, ¿por qué ahora era diferente?
-Sí... hasta le pido a mis hermanos que sí pasa algo, que me llamen y no me envíen menajes, hasta ése punto detesto leer.- explicó la rubia, sintiéndose algo estresada por sólo estar en una biblioteca.