Reencarnamos, por favor, no me recuerdes

5

Era de noche y por las calles del reinó Lunar, reinó que seguía de luto, caminaba de manera torpe un hombre que una vez fue uno de los mejores caballeros que podía existir, pero ya no.

Roberto apoyo su brazo en una pared al sentirse mareado y levantó la mirada para ver delante de él, a un par de metros, a una mujer que era algo alta para ser una mujer, con cabello pelirrojo, ojos azules y muy bella pero con mirada amenazante que en ése momento reflejaba dolor, odio y mucha tristeza.

-Tú... ¿eras la sirvienta de Sofía?- pregunto el ex caballero, pudiendo reconocerla.

Todas las veces que vio a su amada princesa, ésa dama de compañía siempre estaba presente.

-Cállate, ¡no eres digno de llamar por su nombre a la señorita!- gritó la mujer, mostrando una espada que el hombre no había visto hasta ahora.

-¿Vienes a... acabar con mi miserable vida?- pregunto el ojiazul, mientras llevaba una mano a su frente, sintiendo dolor de cabeza.

Ver a ésa mujer lo hacían sentir más culpable y lo hacían recordar más a su amada.

-Ella te amaba.- susurro la pelirroja con tristeza y sus ojos llorosos.

Ella vio su progreso desde el inicio y fue quien cometió el terrible error de darle el apoyo a la princesa al creer que él era alguien digno de ella, pero se equivocó.

-Lo sé.- exclamó Roberto con una sonrisa forzada, pero con sus ojos llenos de dolor.

-¡Muere!

María se lanzó hacía el ex caballero, cargando todo su odio en ésa espada que atravesó el pecho del traidor.

Éso no acabaría con su dolor ni le devolvería la vida a la princesa Sofía, pero al menos podía vengar su muerte.

Confío en ése hombre y lo admiro, pero hoy tuvo que acabar con su patética vida.

Sí tuviese otra oportunidad, corregiria su error y evitaría que ése sujeto se acerque a la princesa Sofía, pero tristemente éso era imposible en ése punto.
.

.
En la biblioteca del colegio.

-¡Pelea conmigo, Sofía Castle!- gritó María, levantado su vieja espada de madera.

No había nadie cuidado la biblioteca, sólo eran ellos, así que nadie le diría que se calle.

-¿Por qué ésa enana esta aquí?- pregunto Roberto, con fastidio.

Primero la cara de príncipe y ahora la perro guardián, que ahora era más una chihuahua rabiosa, se metían en su camino de volver a ganar el corazón de su amada princesa Sofía.

¿Quién sigue?

-Considerando que la seguridad del colegio son el conserje y el profesor de educación física.- dijo Juana, cerrando su libro, con una leve sonrisa en su rostro.

Ya leería luego, ahora quería disfrutar del espectáculo de ver a su antiguo superior, sufriendo.

-¿Y ustedes quiénes son y que hacen con Sofía Castle?- pregunto la pelirroja, mirando a ésos dos que estaban acompañando a su rival.

Juana se puso de pie, se acercó a María y le hizo una leve reverencia.

-Me presento señorita, yo soy Juana Reyes, amiga de Sofía.- se presentó la de pecas.

No quería arriesgar, así que mejor llevarse bien con María en caso de que recuerde su antigua vida.

-¿A...amiga?- pregunto la pelirroja, en shock.

-Yo soy Roberto, sería un placer que dejes de gritar tanto y... me considero amigo de Sofía.- se presentó el chico, bastante incómodo por ver a la pelirroja con ésa espada de madera.

¿Qué a ningún maestro le importaba la seguridad de los demás alumnos que dejaban a ésa chica pasar con una espada de madera y un carácter horrible?

-¿A...amigo?- pregunto la pelirroja, aún más en shock.

Éso no podía ser verdad, simplemente no podía estar pasando.

Mirando en dirección de su rival que se veía claramente cansada pero finia una sonrisa.

-¡Oyeme bien, Sofía Castle, desde ahora te pongo un nuevo desafío! ¡La que tenga más amigos de las dos antes de que acabé el año, va a ganar!- gritó María con decisión.

-Por favor, no.- pidió la rubia, con su sonrisa forzada.

¿Por qué le era tan difícil tener una vida normal?

Era buena, obediente y sí se equivocaba pedía perdón, así que ¿por qué no podía cumplir su único deseó, tener una vida escolar normal, con amigos normales?

-¡Así es, y por el momento las dos vamos empatadas con dos amigos!- gritó María, con una gran sonrisa.

Roberto y Juana se miraron entre si con sorpresa y luego nuevamente a la pelirroja.

-Sólo para aclarar, nosotros no somos tus amigos, sólo somos amigos de Sofía.- aclaró el chico, sin nada de tacto.

-¡Ack!- y la pelirroja llevo una mano a su pecho, dolida por ésas palabras.

-Golpe crítico.- susurro Juana.

Bien, éso era más divertido que leer un libro por segunda vez.

-Muy bien, si en verdad son amigos de Sofía Castle, demuestren que son dignos, teniendo un duelo conmigo.- dijo la pelirroja, mirando a ésos dos que decían ser amigos de su rival, con enojó.

-¡María, no los metas en esto!- gritó Sofía, no queriendo perder a sus amigos por culpa de María.

-¡Ya está decidido!- gritó la chica, mientras agarraba otra espada de madera que había dejado en el suelo para luchar contra Sofía, y se lo extendió a Juana.

La de pecas al ver como le era extendida ésa espada de madera, la miró, viniendole un leve flash del pasado a su cabeza y sonrió.

Ya no era necesario luchar con espadas, ya no era necesario seguir ordenes de un príncipe loco, ella ya no era un caballero y debía ignorar ésos recuerdos.

-Me disculpo, pero cedo la victoria.
Yo no estoy dispuesta a luchar contra una de mis preciadas amigas.- dijo Juana, mirando a María con una sonrisa encantadora, haciendo que retroceda, sorprendida.

Le dijo amiga, tenía una amiga.

-B-bien... quizás eres digna de ser mi ami... digo, amiga de Sofía Castle.- dijo la pelirroja, intentando contener su sonrisa mientras Sofía veía con sorpresa a Juana por su astucia y Roberto la veía con fastidio.

Ésa tonta cara de príncipe consiguió manipular a la enana espartana.

-Tú.

Roberto volteo la mirada y vio a la enfadada pelirroja, viéndolo con sed de sangre.




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