El amor romántico que surge entre dos seres humanos constituye una fuente de luz de naturaleza divina. Dos personas antes pertenecientes a mundos distintos de pronto se ven unidos bajo la magia del amor, creando lazos familiares que se perpetúan hacía un futuro distante e incierto.
«Eres el hombre a quien siempre soñé amar, Antonio José Tovar mi amor, a tu lado he renacido en el amor…»
Elisa María Febres Cordero se levantó esa mañana de sábado con una sonrisa que venía de las profundidades de su corazón. El garrir de las guacamayas coloridas sobrevolando la ciudad de Caracas la terminó de traer de vuelta a la realidad. Pensó llena de dicha: «Caray, otra vez el mismo sueño recurrente… caramba, estoy por creer que de verdad yo fui aquella joven que tanto aparece en mis sueños y que gozaba de la compañía de un cálido amante».
Con la mente distraída por esos sueños repetitivos, se incorporó de la cama rápidamente y enseguida fue al baño a darse una ducha. Hoy tenía planificado subir al cerro El Ávila a hacer ejercicio para así despejar su mente de la gran cantidad de trabajo que había tenido durante la semana. Elisa era una joven recién graduada licenciada en contaduría y trabajaba elaborando balances y ejercicios contables para sus clientes en la firma de contadores fundada por sus tíos llamada: DJ Contabilidad C.A.
Ya en el baño abrió el grifo de la ducha y se sumergió en el chorro de agua cerrando sus ojos por unos momentos, sintiendo una relajación profunda; entonces, repentinamente, una escena de su sueño previo vino a su memoria: la de un hombre bien parecido de cabellos castaño, ojos color café y tez blanca que la llamaba diciéndole dulcemente.
«—Ven mi amor, acompáñame…»
Se vio a sí misma, una hermosa y joven mujer de ojos verdes y hermoso rostro diciéndole apasionadamente a aquel cálido amante de sus sueños:
«—Aquí estoy amor mío, soy toda tuya…»
Sentía y escuchaba los besos y murmullos apasionados tan propios de dos enamorados con sus ojos ensimismados en su mundo interior.
En la penumbra sin embargo de pronto vio de soslayo sus ropas sobre la cama y pensó impresionada: «¿Qué clase de vestido es este? Parece muy antiguo… ¡Hum!». Elisa se estremeció profundamente abriendo sus ojos de par en par y volviendo a su realidad en la era moderna, con su cuerpo bajo el agua tibia; inmersa en una clara mañana, volvió a pensar: «Caramba, qué sueños tan extraños estoy teniendo últimamente, parece que los mismos están enmarcados en la época independentista en el siglo XIX, ¡que locura!».
Mirando a través de la ventana semi-abierta del baño que daba a la calle, donde se apreciaba un majestuoso día soleado y al fondo se veían las faldas del cerro El Ávila, se dijo así misma llena de convicción: «Bueno, hace un día espléndido para visitar la montaña, así qué me voy a vestir para la ocasión, ¡qué alegría un día en contacto con la naturaleza!».
Regresó a su cuarto y escuchó que alguien tocaba a su puerta, preguntó elevando su tono de voz:
—Hola, hola, ¿quién llama?
La voz de su hermana Mariana despejó su duda enseguida:
—Hermanita, soy yo, el desayuno está servido, vamos a comer, ya mamá y papá están sentados en la mesa.
Elisa respondió enseguida:
— ¡Ya voy, hermanita!, me cambio y salgo.
Mientras se vestía con su ropa deportiva se le vino a la mente otro fragmento del sueño, la imagen de una niña de tez blanca, cabello castaño, ojos verdes y ropas de época que le decía cariñosamente:
«—Mami, ven a jugar a las muñecas conmigo y con Antonieta.»
Elisa hizo un esfuerzo consciente para volver a la realidad dejando atrás su mundo onírico y salió de su habitación. Llegó al comedor y se sentó a la mesa a desayunar junto a su hermana y sus padres: José Luis y María Alejandra, quienes ya habían comenzado a comer hacía algunos minutos. Su papá al verla le dijo en tono algo severo:
—Amor, te tardaste mucho, te esperamos un rato, pero al final decidimos comenzar a comer sin ti —ella cortésmente le dijo poniendo un semblante triste:
—Es verdad papá me tardé más de la cuenta en el baño, ¡ay, lo siento!, es que honestamente tuve uno de esos sueños extraños creo que de la era independentista por los trajes, ¡ay qué locura!
Su mamá mirándola a los ojos con cariño le dijo afectuosamente sonriéndole:
—Bueno mi amor, los sueños a veces son incomprensibles pero por ahora lo más importante mi amor, es que ya estás en la mesa con nosotros —y añadió en tono cariñoso—, pero cambiando el tema mi amor, cuéntame con todo lujo de detalles: ¿cómo te fue en tu segunda semana de trabajo? Ya sabes, pórtate a la altura, si bien es la compañía de contabilidad de tu tía Daniela y tío Javier, ya sabes en especial que tu tío Javier es un hombre muy exigente y debes dar la talla en todo momento. Elisa le respondió con aplomo:
—No te preocupes estoy trabajando duro y con mucha disciplina, el tío Javier y tía Daniela van a estar contentos conmigo, ya lo verás mamá confía en mí…
Mariana, por otra parte, comentó de modo impertinente:
—Bueno hermanita, que te vaya muy bien, yo creo que por mis estudios no trabajaré con ellos jamás; tal vez eso sea mejor para no estar bajo el escrutinio familiar; ya verás, me abriré camino yo solita. Continuó desayunando su arepa con queso sin preocuparse por sus palabras críticas. Elisa mirándola con inconformidad le reprochó:
—Pero, ¿qué tiene de malo trabajar con los tíos, si con ellos estoy aprendiendo muchísimo?, ¿dime tú?...
Su mamá detuvo en seco lo que parecía ser el comienzo de una discusión más entre sus dos hijas diciendo en tono contundente:
—Bueno ¡ya basta!... ¡Mariana deja en paz a tu hermana!, los tíos le ofrecieron una buena oportunidad laboral. Cuando termines la universidad verás que no es nada fácil conseguir un buen trabajo.
Las dos jóvenes guardaron silencio mirándose con recelo y luego posaron sus ojos sobre su padre en busca de su opinión y él mirándolas de reojo les dijo: