Reencuentro De Almas Gemelas

Capítulo 3 Carlos y su novia Angélica y un extraño sueño

Carlos llegó después de mediodia junto a Angélica a su departamento después de un maravilloso paseo por el cerro El Ávila, ese día incluso habían llegado hasta la parada llamada El Banquito descendiendo luego hasta incluso llegar a Quebrada Quintero. Por lo que al llegar se echaron un rato en el mueble de la sala con la intención de descansar mientras comían unos sándwiches de pechuga de pavo y tomates.

Pero Angélica luego de reposar media hora después del almuerzo le coqueteó generosamente a su amado con la firme intención de intimar, llenando las mejillas y los labios de Carlos de generosos y acalorados besos. Luego se acurrucó entre sus brazos sintiendo el calor de su piel y acercó su cabeza a su pecho para escuchar los latidos acompasados de su corazón que palpitaba con fuerza presa del deseo; acariciando con sus manos su torso fue lentamente desvistiendo a su amado a la vez que él le hacía lo propio a ella. Posteriormente ambos tomados de la mano completamente desnudos entraron a la tina del baño donde se dieron un baño íntimo compartiendo caricias y besos apasionados mientras se llenaban de jabón y champú, ambos se decían palabras subidas de tono al oído. Al salir de la misma y al calor de la pasión se amaron en su cama, complaciendo los caprichos de la carne, entregando sus cuerpos a la majestad del amor para finalmente llegar al éxtasis acariciando el cielo de puro placer.

Ambos cayeron presa de un profundo sueño por unas horas. Carlos entonces soñó extrañamente que vivía en un tiempo antiguo como hacia principios del siglo XIX, lo supo por el personaje con el que conversaba de modo distendido y ameno. En el sueño su nombre era Antonio José Tovar, estaba a favor de la causa de la libertad de América Latina del yugo español. Se veía en un amplio salón colonial expresando sus ideas libertarias en un contexto muy íntimo con nuestro ilustre prócer Simón Bolívar, quien le expresaba confidencialmente ideas de próximas acciones a seguir para lograr la independencia de la tierra sudamericana.

Simón Bolívar en un momento a solas mientras tocaban temas personales con su amigo de la niñez y primerísima juventud, le preguntó con denodado interés por sus seres amados, diciéndole con voz calma:

—Antonio querido amigo, ¿cómo están María Teresa y los niños? —él le respondió sonriéndole:

—Muy bien querido Simón, los niños están creciendo, hermosos y muy traviesos. Especialmente, Teresita te envía muchos saludos deseándote lo mejor en tus andanzas independentistas y me manda a decirte expresamente que ruega que te cuides.

Simón Bolívar mirándolo a los ojos expresando alegría genuina con una sonrisa en sus labios le expresó:

—Querido Antonio, tú María Teresa es una joya, una buena y dulce mujer y los niños también son maravillosos..., que Dios les otorgue gracia Divina —de pronto con un aire de melancolía y con semblante triste continuó conversando:

—Caramba mi estimado amigo, yo estoy muy solo en la vida…, mi María Teresa se me fue en la flor de la juventud, ¡que poco duró nuestra dicha! ..., verla agonizar y morir en mis brazos siempre me llenará de un profundo e inconmensurable pesar — hizo una pausa mostrando un semblante abatido y continuó con la mirada perdida por unos instantes para luego continuar dialogando.

— Aquí en confianza entre nosotros estimado amigo, te confieso con pesar que nunca podré olvidar su prematura despedida de este mundo y yo tan lleno de impotencia sin poder hacer nada para retenerla a mi lado, solo ser un testigo desesperado e incrédulo ante tan cruel realidad, y luego malamente resignarme a ver esos ojos vacíos de vida donde una vez habitó un alma noble, generosa y llena de virtudes... Antonio, esos ojos llenos de amor y ternura esa dulce voz que se apagó para siempre de este mundo aún me miran y me hablan dentro de mi corazón, ella está viva dentro de mi ser y recordarla en vida representa mi mayor tesoro siendo María Teresa mi guía en mis días tormentosos.

Sus ojos se aguaron mostrando un hombre de alma frágil sorteando los sinsabores de la vida a los ojos de su amigo. Su corazón de cristal quizá temía volver a amar habiendo perdido tan joven a sus padres y luego a su amada esposa...una vida llena de orfandad en el amor…, muchas veces no hubo quien secara las lágrimas de nuestro prócer tan ilustre, revolcándose el mismo en el dolor de su propia soledad.

Luego aún abatido y ante la mirada impotente y consoladora de Antonio José prosiguió:

—Antonio José, ese aciago día que murió mi María Teresa lo perdí todo, la familia de mis sueños se desdibujó en el firmamento de mi vida.

Con gran tristeza contempló a su amigo y en aquellas pupilas brillantes se podía entrever un poco de su grandeza futura, de aquel ineludible destino final que debía cumplir: ¡La libertad para América Latina! Que, sin embargo, tenía un alto costo personal: morir sin dejar familia como un alma huérfana del calor humano, alma en cuerpo que había apostado todo por la unidad de su tierra amada luchando con ahínco en pos de sus ideales, peleando con la muerte misma para que esta le concediera la gracia de más tiempo para apaciguar los diversos movimientos políticos en favor de la disolución de La Gran Colombia.

En sus últimos días nuestro ilustre prócer Simón Bolívar, viajando a caballo en un penoso viaje por el Río Magdalena aquejado por diversos malestares y sobre todo la moral golpeada, mirando al cielo suplicante seguramente le pidió a Dios que le regalase más tiempo de vida, pensando que era demasiado pronto para partir de este mundo dejando su existencia atrás, ante el penoso panorama de dejar a La Gran Colombia en pleno proceso de disolución…

Sintiendo el pobre Simón en su alma el abrazo helado de la muerte que le susurraba bajito al oído en sus periodos de sueño:

«—Ya es tú tiempo, Bolívar, no hay vuelta atrás, Dios te espera para que cabalgues a su lado surcando el cielo azul y las tardes crepusculares con tu caballo blanco…».




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