Los días se transformaron en semanas, las semanas en dos meses.
A través del ejercicio profesional en la compañía de sus tíos, Elisa había ido adquiriendo sapiencia en el área de contabilidad empresarial, de hecho, se estaba planteando hacer una especialidad para ampliar sus horizontes y para ello dedicaba algunas horas en las noches para investigar que posgrado podía ajustarse a su necesidad de desarrollo.
Una tarde como cualquier otra entró un nuevo cliente a la compañía. Nancy su asistente y amiga personal la llamó a la puerta de su oficina y sonriendo con una picardía inusual le comentó en voz baja:
—Elisa hoy nos visita un cliente nuevo, es el guitarrista de una banda famosa llamada: Los Ángeles —suspiro diciéndole luego—el hombre es una belleza…, está justamente sentado en la sala de espera… ¡Ay, Elisa!, es un moreno de ensueño, tiene unos ojos color entre café y miel verdaderamente arrebatadores, si no estuviera casada le invitaría al menos un café…, bueno sin más preámbulo lo voy a hacer pasar…
En pocos segundos, Carlos entró solemnemente inundando con su presencia magistral todo el recinto. Aquel bello hombre vestía unos jeans gastados y una camisa color negro con el emblema de la banda. Elisa mirándole a los ojos atentamente se levantó del cómodo sillón de su escritorio sonriéndole gratamente sorprendida expresándole enseguida:
—Hola, nos volvemos a encontrar, ¡qué casualidad!... No sé si me recuerdas soy Elisa…, la chica que ayudaste a levantarse del suelo en el Puesto de Guardaparques Sabas Nieves tras la aparatosa caída aquel sábado hace aproximadamente dos meses —, él le sonrió mostrando toda su hilera de dientes perfectamente blancos y bien alineados y con cortesía le comentó complacido:
—Pero, ¡claro que me acuerdo!, que bueno volverte a ver, qué pequeño es el mundo, ¿verdad? Elisa…, así que trabajas en esta compañía que mis tíos me recomendaron por ser ellos clientes también.
Carlos se acercó a Elisa y le extendió la mano, sus rostros hicieron contacto transmitiéndose bondad y buenos deseos, sus miradas se cruzaron brevemente y en ese momento sucedió algo muy especial: Elisa descubrió en Carlos el alma bondadosa y gentil de aquel esposo fiel y enamorado que una vez tuvo a principios del siglo XIX llamado Antonio Jose Tovar. Carlos por otro lado sintió un apego emocional y una cercanía profunda e inexplicable como si conociese a aquella hermosa joven de toda la vida y rememoró un extraño sueño de hacía justamente dos meses donde la había recordado justo el día en que se habían conocido.
Ambos se quedaron mirándose el uno al otro largo rato sumidos en un reencuentro profundamente anhelado ajeno a la realidad del siglo XXI.
Entonces Nancy tocó la puerta de la oficina y los sacó de aquel momento íntimo entre almas afines enraizadas en un tiempo muy lejano al actual.
Nancy le dijo a Elisa en tono imperativo:
—Elisa, siento mucho interrumpirte…, tu tía dice que cuando termines de atender al señor, pases por favor, un momento por su oficina que tiene que hacerte una consulta… —ella le respondió enseguida:
—Ay, gracias Nancy por avisarme, dame unos diez minutos, por favor, dile a mi tía que necesito estar un rato atendiendo al señor Carlos.
Nancy asintió y salió de su oficina dejándolos solos, entonces Carlos se sintió libre y comenzó a conversar.
—Elisa, voy a intentar ser breve pues te veo muy ocupada. —Elisa le dijo con toda calma:
—Carlos, tranquilo tómate el tiempo que necesites, lo que quiero que sepas es que estoy a tu orden, por cierto, toma asiento por favor..
Ella se sentó en su cómoda butaca de trabajo con el escritorio de por medio y él en la silla de enfrente. Ambos comenzaron a conversar amablemente de trabajo.
Gracias a Dios la banda había dejado de ser un pasatiempo para convertirse en una compañía seria que necesitaba ser bien administrada. En un principio David que era él cantante y administrador de profesión llevaba la contabilidad ayudado por el tecladista Mario que aun cuando era ingeniero mecánico sabía bastante de finanzas pues su papá en vida había sido contador. Él como era comunicador social se había encargado de la publicidad y promoción de la banda, el baterista Fernando ingeniero de sonidos de profesión se encargaba de eventos y locación. Pero últimamente entre tantos conciertos, grabaciones y eventos privados se habían dado cuenta que ya los cuatro no podían más con todo el trabajo administrativo y la idea era enfocarse en hacer música y preparar los conciertos que era la razón de ser de la banda, además que debían atender todo lo concerniente al canal de YouTube y luego estaba el tema de los souvenirs.
Elisa lo escuchó atentamente, le mostró de modo profesional cómo manejaría su contabilidad y le dio su número de contacto para que quincenalmente le entregase las facturas y pudiese consultar cualquier duda pertinente al área administrativa.
Mientras conversaban amenamente el tiempo se alargó y el crepúsculo vespertino hizo acto de presencia y con él el sobrevuelo de las guacamayas, que libremente surcaban el cielo colorido caraqueño emitiendo su caracteristico garrir, de pronto dos ara araraunas se posaron sobre el ventanal de su oficina deleitando la vista de los jóvenes con el azul y amarillo tan intenso característico de su plumaje seguido de su parloteo y esos ojos llenos de inteligencia que miraban por doquier. Elisa le dijo a Carlos emocionada.
—¡Qué bellas son las guacamayas, las amo, me encantan!, son unos animales preciosos, muy inteligentes y de los pocos que tienen en el cerebro un área específica para el habla.
Él disfrutando también la presencia de aquellos hermosos seres, le comentó sonriente:
—¡La verdad, que hermosas son!, Elisa, te cuento que mi abuela Eugenia que vive en una quinta en El Paraíso tiene una guacamaya bandera que tiene 20 años es todo un personaje, la encontró moribunda en un rincón de su jardín cuando era bebé, luego la alimentó y dio cobijo adoptándola finalmente…, de hecho, todos los nietos la consideramos parte de la familia, incluso cuando voy a visitar a mi abuelita y tocó la guitarra me acompaña con su parloteo y su voz, sus ojos albergan bondad e inteligencia. Elisa visiblemente emocionada le expresó enternecida: