Reencuentro De Almas Gemelas

Capítulo 8 Carlos secretamente empieza a amar a Elisa

Con el transcurrir de las semanas Carlos poco a poco fue construyendo una relación de trabajo y amistad con Elisa a quien consideraba una mujer valiosa y cercana, sin contar que sus sueños siguieron llevándolo a aquella desconocida mujer que sin embargo tenía una inmensa sonoridad emocional en su corazón y que se le figuraba de modo ya algo más consciente como Elisa.

Al verse cada mañana en espejo de su baño si bien su imagen era la misma la de un apuesto moreno de cabello ensortijado, de esculpida figura y ojos entre café y miel; el cristal estaba impedido de reflejar la imagen de su alma viva en emociones, variopinta, vibrante y cambiante. Ese yo que hacía metamorfosis al andar por los caminos de la vida viviendo diversas experiencias llenas de emocionalidad profunda.

Definitivamente con el transcurso del tiempo, las notas musicales de la banda y su transitar por la vida tenían la magia de envolverlo y llenarlo de riqueza espiritual, para hacerlo comprender a pesar de su juventud que los verdaderos tesoros de la vida no se miden en dinero y bienes materiales sino en cultivar el espíritu y rodearse de afectos llenos de notas cálidas de amor.

En el fondo de su alma sentía que ya él no era ese joven que se dejaba arrebatar por la belleza femenina, él necesitaba amar y ser correspondido y ponía en duda que la preciosa Angélica con su rostro esculpido por ángeles y cuerpo de medidas perfectas fuese capaz de hacerlo un hombre pleno y feliz en el plano espiritual, sin embargo romper la rutina y tener el valor de otra vez estar sólo y sin compromiso lo llenaba de un miedo intenso e intentaba ilusamente que Angélica midiera sus gastos, mejorará como persona, pero ella no tenía la voluntad de cambiar y eso lo llenaba de una inmensa frustración.

Una de tanta tarde de sábado sus cavilaciones profundas en el baño fueron interrumpidas por la apasionada voz de Angélica que se le acercó desnuda con aquel cuerpo escultural que la caracterizaba y ese bello rostro de simetría perfectas, ella con sus manos perfectamente arregladas acarició su torso y le dijo al oído en voz pausada y solo audible para él:

—Ven mi vida, vamos a amarnos.

Carlos con sus emociones secuestradas por la intensidad del placer, la miró a los ojos con ansias y juntos tomados de la mano salieron del baño y se dirigieron al cuarto donde se desató la pasión entre ambos cuerpos jóvenes y esculturales.

Carlos sentía que era presa de la inconsciencia que le daba el placer carnal, ella se asemejaba a la serpiente que sedujo a Adán y Eva que con sus palabras sediciosas y su cuerpo alargado lo envolvían completamente haciéndole prisionero del deseo, esclavo de la pasión; mas, esta vez al mirar a los ojos de Angélica vacíos de afecto pero llenos de lujuria desbordante anhelo con el alma contemplar los ojos verdes de Elisa en las profundidades de su corazón, ojos que le llamaban ofreciéndole amor verdadero, cariño y comprensión; sentía que aquella mujer que se escondía tras aquellos ojos verdes, era un alma con la que en tiempos pasados había recorrido un camino de dicha.

Se descubrió así mismo haciéndole el amor en alma a Elisa usando el cuerpo de Angélica para complacer sus necesidades de la carne llegando al éxtasis tan anhelado pero lleno de una luz sin parangón alguno. Elisa pasó de ser una pequeña semilla sembrada en tierra fértil a convertirse en un arbusto que se aferraba con fuerza a través de sus fuertes raíces. Su corazón antes huérfano de amor verdadero sentía que ella se había comenzado a adueñar de su mundo interior sin que nada él pudiese hacer más que caer rendido a sus pies.

Exhaustos por la pasión ambos cayeron presa del sueño. Carlos esa noche soñó con abrazar en cuerpo y alma a Elisa, sintiendo que era ella la elegida por su corazón que no hacía más que pensarla y desearla. Además, sentía que en un tiempo distante en su compañía había sido un hombre felizmente realizado en el amor fundando las bases de una hermosa familia que había dejado un tatuaje indeleble en su alma.

Pero lo frenaba ese miedo a no saber a ciencia cierta si sería correspondido, el trabajo y el entretenimiento que le proporcionaba Angélica cuando tenían sexo. Todas estas razones lo mantenían indeciso de tomar tamaña decisión que cambiaría definitivamente el rumbo de su vida. De hecho, se preguntaba una y otra vez: «¿Elisa pudiese estar interesada en mí?, soy un hombre que lleva una vida pública muy distinta a su preciosa vida privada que es un verdadero tesoro. Además, capaz está enamorada de otro hombre, aunque jamás me lo ha manifestado, ¡Dios, tantas dudas rondan mi cabeza que no sé qué hacer con mi vida! Además, Angélica tiene cosas buenas…, ¡Ay, qué voy a hacer con mi vida, Dios mío! Decisiones, decisiones.».




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