Llegamos a su casa, a primera vista me pareció bonita, era de una sola planta, con un bonito jardín amplio y bien cuidado. Entramos y era aún más bonita por dentro, moderna y sencilla.
-Bienvenida a mi casa.
-Gracias por invitarme -me paré al lado de una mesita mirando unas bonitas flores que había sobre ella-. También quería agradecerte el gesto con tu amigo Marcus.
-¿Por presentártelo?
-Si y por recomendarme, ya sabes de que hablo, ¿No?
-Si, por supuesto- me miró pensativo-. Creo que acabas de arruinar…
-¿Arruinar… qué?
-Ven.
Atravesó la sala hasta una entrada que parecía ser de la cocina y me hizo una seña con su mano para que lo siguiera.
-En parte, sabía que Marcus te lo diría, pero quería ser yo quien te diera la sorpresa.
-Eres muy… bueno conmigo -casi no encontraba palabras para decirle, estaba nerviosa-. Gracias.
Lo abracé y él hizo lo mismo. En una mesa detrás de Noah vi una pequeña cajita, no pude evitar la curiosidad y le pregunté por ella. Su gesto me indicó que lo tenía que averiguar por mí misma.
Dentro había un cofre pequeño, de esos que, al abrirlo, emana una melodía suave, con una bailarina en miniatura que giraba muy despacio, era lo más bonito que había visto.
-Hay algo que quisiera decirte -dijo mientras se acercaba a la mesa.
-Antes de eso, déjame agradecerte de nuevo, haces tanto por mí.
-Bueno… te lo mereces.
Ambos sonreímos y nos miramos fijamente.
-Lo que quería decirte era… sobre la boda de Marcus.
-Si, dime.
-Tú vas a ser parte del primer baile, pero quisiera que fueras mi pareja el resto de la noche.
-Por supuesto, me encantaría.
Volvió a sonreír, esta vez sus ojos emitían un brillo más bonito. Mientras yo miraba aun la bailarina, Noah se acercó a mí un poco más, me dio un abrazo por la espalda y colocó un mechón de mi cabello detrás de mi oreja. Su contacto era cálido y me gustó la sensación de ese momento.
-Me gustas- susurró.
¿Había escuchado bien?, en serio, ¿él acababa de decir eso?
-Estoy enamorado de ti.
Habló nuevamente, de seguro por no recibir respuesta de mi parte a la vez que su abrazo perdía fuerza.
Desde que lo conocí, fue unos de los hombres que mejor me ha tratado, muy atento, pero en ese momento no pude evitar sentirme muy nerviosa y sin fuerzas de nada. No estaba segura de quererlo de la misma manera.
-Si no quieres no digas nada, solo no quería mantener oculto más tiempo lo que siento por ti.
-Bueno, yo… te aprecio y… sabes que agradezco todo lo que haces por mí, y…
-No me debes una respuesta, es solo una confesión, solo eso -sonrió y al escucharlo me sentí triste porque sabía que no quería escuchar un rechazo de mi parte.
-De nuevo gracias, se me hace tarde para ir con Meli.
-¿Te llevo?
-No, nos encontraremos más adelante en un restaurante. Hasta luego.
-Adiós.
Tomé el cofrecito y lo metí en mi bolso, salí sin voltear a mirarlo. Las manos me temblaban y mi pulso era acelerado. En ese momento solo pensé en llamar a Melania para que me ayudara a tranquilizar, y tal como le dije a Noah, Meli y yo iríamos a comer a un restaurante por esas mismas calles.
-Entonces… ¿no se besaron?
-¡Claro que no! Pero… -por un segundo me sentía arrepentida.
-Pero hubieras querido que sí, ¿Verdad?
-Un poco, sí -comencé a imaginar esos bonitos labios sobre los míos y mi piel se erizó.
-No sé que estás esperando para llamarlo.
-¿Llamarlo? ¿Para qué?
-Solo hazlo, invítalo a salir mañana, hablan y quizás se dé.
-¿Te gustaría que sucediera?
-Pero por supuesto -de repente su semblante cambió-. No te enojes conmigo, pero con aquel… no creo que pase algo… más.
-Puedo entenderlo, sin embargo, aún me gustaría hablar con él.
-Pero que no te distraiga de ser feliz.
Esa misma noche llamé a Noah, antes de pedirle salir, hizo otra pequeña confesión.
-Tengo que admitir que me siento un poco decaído, pero no quiero que te sientas atormentada por eso.
-De todos modos, lo meditaré esta noche. ¿Tal vez te animarías si mañana salimos a algún lugar, a tomar un café?
-Sí, voy a ver mi agenda y en la mañana te digo a qué hora.
-Hasta mañana, descansa.
-Tú también hazlo, preciosa.