Reflejo del corazón

Capítulo 2

 Anelli

Bebo un trago de mi batido de banana en lo que veo el mapa. No me he perdido, solo estoy algo desorientada. El GPS puede equivocarse a veces. ¿Verdad?

Joder, estos días han sido horribles. Primero Jefferson insinuándose y amenazándome. No pude decirle nada al señor Hanson porque iba a pensar que estoy enojada, así que opté por pedirle unos días libres utilizando a mi tía abuela muerta y su herencia. Él accedió, es muy sensible con el tema de la familia y como tiene a Jefferson no soy indispensable; sí, claro, quiero ver si puede manejar mis casos.

Jefferson apareció por mi oficina queriendo hacerse el gran jefe y se llevó una desilusión cuando se enteró de que me iba por unos días.

No pienso regresar hasta estar segura de que Larusso o Hanson regresaron. Aunque espero por Larusso, él fue quien me contrató y si le cuento sobre Jefferson me va a creer, o al menos eso espero.

No importa cuánto avance la humanidad y cuanto crezca la tecnología, el machismo sigue presente y todavía hay hombres de poco cerebro que creen que por ser hombres pueden hacer lo que quieran.

Bueno, si al regresar Jefferson sigue con sus estupideces y los otros no me creen, pienso renunciar y demandar al bufete por acoso. Veremos que tanto alardean. Y si no lo he hecho hasta ahora es por falta de pruebas y necesito unos días para despejar la mente.

El GPS me indica que doble a la derecha. Desde hace una hora que lo único que veo es un lago a un costado y desierto del otro lado. No parece haber civilización cerca y está oscureciendo; odio conducir de noche por lugares que no conozco.

Agarro mi celular y trato de averiguar si estoy cerca o no, apoyo el dedo en la pantalla, mas parece que el táctil no funciona, la pantalla se ha congelado. Genial, a lo mejor me pasé de largo y el estúpido GPS no me avisó.

El ruido que hace el auto me obliga a prestarle atención, giro un poco el volante a la derecha dándome cuenta de que el ruido es notorio de ese lado. Eso no es buena señal, da indicios de que algo se rompió.

Decido ser prudente y orillarme para investigar, no quiero salir en las noticias a causa de un accidente automovilístico.

Freno, me quito el cinturón y me estiro para agarrar el bolso al mismo tiempo que el batido se derrama sobre mi blusa. ¡Genial, esto es mala suerte!

Me bajo del vehículo de inmediato. Mi blusa está completamente empapada, lo bueno es que no hace demasiado calor para estar afuera e incluso noto que está algo fresco.

Miro que la goma del frente derecho está pinchada. Genial, y yo creí que nada podía ser peor.

Hago mis ejercicios de respiración que aprendí en Pilates, miro hacia los costados, no hay ni un zombie. Suelto un suspiro, me quito la blusa quedándome en sostén y la uso para limpiar el batido derramado en el vehículo, el líquido no debe llegar más lejos o será peor.

Me estiro un poco para secarme mientras pienso a quien voy a llamar para que me rescate, no conozco a nadie de esta zona. ¿Quedaré muy mal si llamo al novecientos once?

Suelto un suspiro de frustración al mismo tiempo que un ruido a mis espaldas me obliga a enderezarme y voltearme. En cuanto lo hago, mi cabeza golpea contra la puerta y maldigo en todos los idiomas que sé.

Me incorporo y observo al hombre alto, de cabello negro y ojos marrones oscuros, acercándose al color negro. Lleva una remera blanca que se ajusta a su marcado cuerpo, el pantalón se ajusta a sus piernas, lo que hace notorio que está tonificado. De repente tengo calor y no es por el clima.

He conocido a muchos hombres en mi vida y pocos me han dejado de boca abierta como el que tengo frente a mí. Si no supiera que estoy hidratada pensaría que es el espejismo de un modelo escapado de una revista de moda.

—¿Se encuentra bien?

Tiro mi cabello hacia atrás y trato de sonreír.

—Sí, perfecta, solo que la goma de mi auto se pinchó, el batido se me cayó encima de la blusa y mojó mi auto y el estúpido GPS se congeló en mi pantalla y no estoy segura en donde estoy—el desconocido levanta una ceja y baja la mirada a mis pechos—. ¿Me puede mirar a los ojos y no a los pechos?

Él sonríe, una sonrisa orgásmica no apta para gente con promesa de celibato.

—No puedo evitarlo cuando encuentro a una guapa mujer en medio de la carretera llevando falda, tacones y un sostén de encaje blanco, que, por cierto, le queda bien.

Bajo la mirada, me había olvidado que me quité la blusa, pero no me alarmo. El sostén es de encaje que tapa todo sin que se vea nada. He usado esta clase de ropa interior con blusas transparentes para salir en Nueva York y estoy orgullosa de mis pechos.

—Sí, bueno lamento que no esté acostumbrado a ver a mujeres guapas en ropa interior. Mi prioridad es salir de aquí y llegar a la casa que busco o a un hotel en donde pueda dormir y descansar después de tantas horas conduciendo. ¿Sabe en dónde estamos?

Él ensancha la sonrisa y se pasa la mano por la pequeña barba.

—Tienes carácter, me gustas.

—Me da igual. ¿Me va a ayudar o no? Sino siga su camino y déjenme en paz.



#556 en Otros
#185 en Humor
#1451 en Novela romántica
#491 en Chick lit

En el texto hay: mujer independiente, drama, padre soltero

Editado: 01.09.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.