Eric
Varias veces imaginé pasando por la carretera con la idea de encontrar a una hermosa mujer necesitando ayuda y jamás pensé que eso se haría realidad hoy. La diferencia con mi fantasía es que en la realidad la mujer no parece estar interesada en lo más mínimo en mí y su único deseo es llegar a la casa y descansar, no tener un encuentro pasional en mi camioneta. No puedo quejarme, ninguna fantasía se cumple como uno quiere.
Casi me siento mal por desear a una desconocida que ha tenido un mal día y que parece no estar del todo cuerda. Me ha hablado de cosas y de personas como si yo supiera algo de eso. Tal vez tenga problemas psicológicos graves y a mí no se me ocurre mejor idea que ponerme a bromear.
Admiro que sea segura de sí misma, lo suficiente como para estar en sostén como si fuera algo que hace con normalidad. Existe la posibilidad que esté acostumbrada o eso pensaría si no fuera porque su ropa, su auto y su porte elegante muestran sofisticación y dinero. No es una bailarina erótica o algo parecido, aunque eso no estaría mal, nunca estuve con una bailarina erótica. Tal vez sea una bailarina erótica de alto rango, esas que trabajan en lugares exclusivos y cobran miles de dólares por una noche.
Lo más raro es que sea pariente de Katherine cuando ella jamás mencionó tener un familiar. Las pocas veces que se le preguntó dijo no tener contacto con ellos desde hace años y no saber nada de su vida.
—¿Puedo preguntar porque nunca visitó a su tía? Ella nunca habló de su familia.
La castaña acomoda el bolso sobre sus hermosas piernas y me mira.
—No la visité porque no sabía de su existencia hasta hace unos días. Un abogado fue a verme al trabajo para decirme que falleció y que heredé su casa.
—Me imagino la sorpresa.
—Hablé con mi padre, él no sabía mucho al respecto tampoco, únicamente que mi abuelo y Katherine se habían peleado y no volvieron a hablar. Nunca supo el motivo y él la dio por muerta desde hace años. Y no puedo preguntarle a nadie más porque mi abuelo murió antes de que yo naciera, mi abuela hace algunos años y mi padre, como hijo único, no sabe nada. Tengo que ver a un abogado, el cual espero me dé respuestas para entender porque me dejaría una casa a mí.
—Yo me hago la misma pregunta. Todos pensamos que se la dejaría a la señora Mcdonald, quien ha vivido en esa casa durante más de veinte años y fue quien estuvo a su lado hasta el último día de su muerte.
—Bueno, yo no sé nada y estoy aquí buscando respuestas.
Dicho eso guarda silencio, no presiono, en su cara se nota el cansancio absoluto y puedo imaginarlo. Sobre todo si viene conduciendo desde Nueva York.
Tomo el desvío que lleva a la casa de Katherine y en cinco minutos llegamos. El camino está iluminado, mas los alrededores están oscuros.
Katherine siempre dijo que el verdadero paisaje era para apreciarlo de día y en la noche no era necesario gastar dinero en luces. Yo no estaba de acuerdo, pero no hubo forma de hacérselo entender y la señora McDonald no fue en contra de los deseos de su muy querida amiga, por lo que sigue sin haber luces.
Me estaciono frente a la enorme casa blanca con el porche iluminado, bajo del vehículo y saco la maleta.
Apenas dejo la maleta en el piso, me acerco para ayudar a Anelli, mas llego tarde, su tacón se engancha y ella cae de rodillas.
—¡Maldición! Estúpidos zapatos.
—¿Para qué los usa? —pregunto mientras la levanto del piso.
La escasa luz ilumina el rostro de Anelli y no puedo evitar quedar hipnotizado por sus ojos azules, su piel de porcelana y su cuerpo con curvas, el cual puedo sentir al tenerlo en contacto directo con el mío.
—Porque estilizan la figura—responde, se relame los labios y eso no ayuda a mi deseo por ello—. Puede bajarme.
—Eso haré.
—Eso no es necesario. ¡Bájeme ahora mismo!
Le sonrío mientras camino con ella hacia la entrada de la casa ignorando sus protestas, quizás no pueda tenerla, mas su contacto cálido no se siente mal.
No alcanzo a terminar de subir los escalones cuando la puerta se abre y aparece la señora McDonald con los brazos en jarras.
—Eric, no me digas que andas secuestrando mujeres. Si es así no te voy a ayudar a esconderla.
Suelto una carcajada mientras dejo a la hermosa mujer quejosa en el piso.
—Que pena y encima que soy un caballero al traerla en brazos—me encojo de hombros—. Marge, ella es Anelli Ricci, la sobrina nieta de Katherine y ha venido por la casa—corro a buscar la maleta y la dejo al lado de su dueña—. Yo la he rescatado de la carretera y la he traído. Hay que llamar a Joe para que remolque su auto que está a unas catorce millas por la ruta seis. Si sale del pueblo y sigue derecho se encontrará el vehículo orillado.
—Puedo darle el modelo, color y el número de patente. —agrega Anelli, ignorándome.
—Está bien, ahora nos ocupamos—Marge mira a la recién llegada y le sonríe—. Es un placer conocerte, Anelli, tenía esperanza de que decidieras venir.
—¿Usted sabe quién soy?