Molly
Escucho a escondidas a papá y a la abuela discutir el tema que parece figurita repetida de álbum. La abuela sigue diciendo que necesito una madre que se ocupe de mí. Ella cree que necesito una y papá dice que no. A mí nadie me pregunta, ni les interesa saber si yo quiero o necesito una mamá. Mi opinión no siempre cuenta por ser niña y es un fastidio.
Si alguien va a ser mi mamá, debería aprobarla.
Quiero una mamá buena, no como la última novia de papá que fingía ser amable cuando papá estaba cerca y me ignoraba o gritaba cuando él no estaba presente. Para madre como esa, prefiero no tener ninguna.
La abuela ha querido organizar citas para papá con mujeres del pueblo y él se ha negado por completo.
Yo no he dicho nada porque no he encontrado una mujer que quiera como novia de papá y que sea mi mamá.
Tiene que ser una mujer bonita, buena, inteligente y nos quiera a papá y a mí. También una que no le moleste hablar conmigo o jugar.
¿Dónde puedo encontrar una así?
Mi amiga Mindy dice que busque en internet, mas no sé como hacer eso. Papá no me deja usar su computadora ni su teléfono y no sabría que buscar. Quizás debería intentarlo en la floristería con la computadora de la tía Johana.
—Eric, comprendo que tu mala experiencia con la madre de Molly te dejó una marca horrible y que la última novia no fue la mejor elección. Sin embargo, no te va a hacer daño conocer a otras mujeres. Molly necesita una figura materna en su vida y tú una esposa que te acompañe en tu vejez. Hoy estás bien, mañana Molly se irá a la Universidad y comenzarás a trabajar menos deseando llegar a casa y tener a alguien con quien compartir un momento.
—Mamá, es mi vida, mi hija y mis decisiones. No voy a discutir contigo. Estoy bien como estoy, Molly está bien y punto. Y deja de meterle ideas tontas a mi hija.
¿Qué son ideas tontas?, me pregunto.
Papá dice que no, la abuela dice que sí y al final se marcha enojada diciendo que se despida de mí.
Asomo la cabeza procurando que papi no me vea y lo encuentro sentado en el sofá con la cabeza gacha y las manos sobre las rodillas. Parece triste y no me gusta verlo triste.
Me levanto, entro en la cocina, agarro una galleta y regreso a la sala con papá. Él alza la cabeza y me observa.
Ya me preparo para su regaño de no debo escuchar conversaciones ajenas y que debería estar en la cama.
—No escuché nada. —exclamo.
Él niega con la cabeza.
—Deberías estar en la cama.
¿Lo ven? Ya sabía que diría eso.
Le tiendo la galleta con una sonrisa, él la agarra y suspira.
—¿Para qué es la galleta?
—Cuando estoy triste tú me das galletas porque me animan.
Deja la galleta sobre la mesa y tira de mí hasta dejarme sentada en sus piernas.
—No estoy triste. Algo cansado.
Quiero una mamá y no me molesta que papá tenga novia mientras sea una buena mujer, no estará triste.
Acaricio su mejilla y le doy un beso. Siempre sonríe cuando lo beso, aunque él dice que es para pedirle algo o para evitar un regaño.
—¿Qué vas a pedirme?
Se los dije. Yo sé como piensa él. Es como si estuviera en su mente.
—Nada. Es para que no estés triste.
Él me abraza y besa mi mejilla.
—No sé que haría sin ti, puerquita.
—¿Por qué mamá nos abandonó? ¿Fue por mi culpa?
Guarda silencio durante un momento y acaricia mi mejilla con suavidad.
—No, claro que no. Ella no estaba lista para ser mi esposa y tampoco tu madre. Creyó que lo mejor era dejarnos—busca mi mirada—. Jamás creas que es tu culpa. Ella es la que perdió y la que se equivocó, no tú. ¿Está bien?
Afirmo con la cabeza.
—Muy bien.
—Bueno, basta de hablar. Ya es tarde y debes ir a descansar.
Me deja en el piso, se levanta y agarra mi mano para luego acompañarme a mi habitación.
Me meto en la cama y dejo que me arrope. Amo que lo haga y le pediría que me leyera un cuento si no notara que él está cansado.
—¿Puedo ir al trabajo contigo mañana?
—No, cariño, mañana no. Te quedarás en la floristería.
—Me gusta usar el martillo. Odio las flores.
Él ríe.
—¿Por eso arruinaste los arreglos florales de tu tía?
—No lo hice a poposito. Yo les quedaría dar agua para que no tuvieran sed. Llevaban mucho tiempo en el sol. Si yo estoy mucho en el sol me agarra calor y sed porque soy un ser vivo, como las plantas lo son también y estaban en el sol, creía que tenían sed.
Papá suelta una carcajada.
—Se dice propósito y fingiré que te creo. Al menos aprendes cosas en la floristería—me guiña un ojo—. Otro día te llevo a mi trabajo.