Eric
Estaciono el vehículo frente a la casa de Katherine, bajo de este y camino con pasos firmes hacia la entrada. Le debo una disculpa a Anelli por haberla juzgado y por gritarle frente a Joe.
Quise pasar la noche anterior y disculparme, mas ya era tarde cuando regresé de la casa de mi madre y no quería importunarla, eso si quiere verme. Mi padre me ha dicho que le dejó claro que no quiere hablar ni trabajar conmigo.
La juzgué muy mal. No tenía derechos a gritarle o a reclamarle absolutamente nada. Ella no tiene la culpa de que una tía que no conocía le dejara la casa. Su vida está en Nueva York y tendría que haber sido más comprensible y menos irrespetuoso.
Imagino que lo que me molestaba era que Marge se quedara sin nada después de haber estado con Katherine hasta el día de su muerto. Ahora ya sé que no sería de esa manera.
Golpeo la puerta con determinación y espero a que no me cierre la puerta en la cara.
—Hola, Eric. ¿Qué haces aquí?
—Hola, Marge. He venido para evaluar los arreglos que hay que hacerle a casa, no sé si Anelli te comentó algo.
Ella sonríe y me invita a pasar.
—Claro que lo hizo y estoy muy emocionada. El sueño de Katherine siempre fue tener una casa de huéspedes. Creo que mi amiga le dejó la casa a Anelli porque sabía que es buena persona y tiene los recursos económicos para cumplir su deseo.
Escucharla decir eso y con tanta emoción hace que me sienta peor de lo que ya me sentía.
Resulta que Anelli preguntó por el valor de la casa por curiosidad, no porque decidiera venderla. El alcalde fue quien malinterpretó todo. Eso lo supe mediante mi padre y debido al alcalde, quien apareció enojado en mi oficina después del almuerzo al enterarse de que la recién llegada estaba teniendo en cuenta otras opciones.
Soy un idiota con título y honores.
—Sí, es genial, Marge.
—Bueno, Anelli está en la parte de atrás, estaba hablando por teléfono y yo estoy de salida, debo ir a casa de Elena a llevarle sopa de pollo. La pobre está con gripa y su esposo está fuera de la ciudad.
Marge agarra una bolsa.
—Yo la busco.
—Claro, estás en tu casa. Nos vemos en un rato.
La anciana abandona la cabeza y yo voy en busca de Anelli.
La encuentro afuera de brazos cruzados mirando el lago, parece estar muy pensativa, pues no se mueve ni cuando me acerco. Aprovecho que no me mira para estudiarla. Es realmente hermosa y me sigue atrayendo demasiado, incluso cuando creía que no tenía corazón.
Patsy ha dicho que ella fue amable y dio una generosa propina, Joe mencionó que se nota que es una mujer de carácter e inteligente, también fue amable con él. Y al saber que quiere cumplir el sueño de Katherine demuestra que no es indiferente a las personas.
Ella tranquilamente podría vender la casa e irse como si nada, después de todo nunca conoció a su tía y no le tiene cariño, amor ni afecto por ella ni por nadie del pueblo.
Busqué información de ella en Google y encontré que se graduó con honores de Harvard y le ofrecieron un puesto en uno de los bufetes más importantes de Nueva York antes de acabar la Universidad.
Leí artículos interesantes sobre su carrera. Hablaba mucho de su lucha por los derechos de las mujeres, al punto que ha defendido a mujeres que lo necesitaban y no tenían dinero para pagar a un abogado. Eso es importante. Hoy en día hay muchas mujeres golpeadas y maltratadas por sus maridos y no hacen nada por miedo o por estar tan manipuladas que no creen que su pareja esté haciendo algo incorrecto e inhumano.
Mientras más leía, mi admiración por ella despertaba cada vez un poco más, y con ello la culpa por haberla tratado mal.
—Un dólar por un pensamiento.
Gira la cabeza y su mirada no luce nada feliz al verme.
—Serías la última persona a quien le vendería mis pensamientos.
Me río.
—No te culpo.
—¿Qué quieres? ¿No te alcanzó con gritarme el otro día?
—He venido a disculparme y estudiar las reparaciones que hay que hacer y sacar el presupuesto que pediste.
—Le dije a tu padre que no quería trabajar contigo.
Gira sobre sus pies y toma dirección a la casa, la sigo de cerca y la alcanzo lo suficiente para tomarla suavemente del brazo.
—Espera, lo siento—ella se detiene, mira mi agarre en su brazo hasta que la suelto—. Te juzgué mal y dije cosas que no tendría que haber dicho.
Se cruza de brazos.
—Sí, como llamarme perra fría.
Paso la mano por mi cabello y guardo silencio por un momento antes de continuar hablando. Había olvidado que la llamé así. Estoy en el horno bien cocido.
—Lo lamento, estaba enojado y… no importa, nada justifica que te tratara como lo hice. Aunque decidieras vender la casa e irte de aquí tampoco tendría porque enojarme, después de todo fue Katherine quien te dejó la casa y ella tendría sus motivos. Una vez más te pido disculpas.