Reflejo del corazón

Capítulo 11

Eric

Pensaba que cenar con Anelli sería complicado después de que me ganara su odio por gritarle sin justificación en el taller de Joe, y no ha sido así. Parte de eso se lo debo a mi hija que está cautivada por completo por la abogada. Una novedad, pues no suele ser tan sociable con las mujeres desconocidas desde mi fracaso con mi exnovia Úrsula.

Supongo que la diferencia rige en que no salgo con Anelli y esta le pone mucha atención a Molly. A mi hija le encanta ser el centro de atención, aunque ella diga que no.

Anelli no solo es hermosa, es inteligente, divertida y amable. Al parecer su hostilidad es conmigo. En el primer encuentro ella no fue amable por causa del cansancio y de los imprevistos, luego no le di oportunidad de serlo porque la ataqué sin justificación válida.

Quiero corregirme. Primero porque mis padres me educaron bien y me llevé un regaño de mi padre y de Joe por haberme comportado como idiota, y todavía me falta el de mi madre. Segundo, Anelli me agrada. No digo románticamente sin importar cuanto me atraiga. Ella está de pasada y se irá tan pronto termine con los arreglos de la casa y la casa de huéspedes esté en marcha.

Molly pide más helado y refuta cuando me niego. Ella entiende que tiene límites y se aprovecha cuando hay otras personas presentes que suelen ponerse de su lado. No obstante, Anelli no es una de ellas.

—Tu papá tiene razón, Molly, no es bueno comer mucho helado.

—Y ya debes ir a dormir.

Deja la cuchara dentro de boul y se limpia la boca con la mano.

—No tengo sueño y no puedo dejar a mi invitada—exclama. Agarro la servilleta y limpio su boca—. Un rato más, papi.

—Yo debo irme—agrega Anelli—. Mañana comienzan los arreglos de la casa y quiero supervisar de cerca.

Le brindo una sonrisa de agradecimiento. No me molestaría que se quedara más tiempo. Ha sido agradable cenar con ella, pero Molly debe ir a dormir y Anelli vino por ella, no por mí.

Nos ponemos de pie los tres al mismo tiempo, Anelli se ofrece a ayudar con las cosas y tanto Molly como yo nos negamos.

—Eres la invitada, no estaría bien que juntaras y lavaras platos. —comento.

—¿Te gustó la lasaña? —pregunta Molly agarrando su mano.

—Sí, muy rica. Siempre aprecio una buena comida. Yo no soy buena cocinando.

—¿Por qué no? —pregunta Molly—. Papá tampoco era bueno y ahora lo es. Yo amo cocinar con él. Bueno, no puedo cocinar sola porque es peligroso.

—No lo sé. Supongo que nunca tuve necesidad de cocinar. Trabajo mucho y suele ser más fácil pedir comida o salir a comer. En Nueva York hay gran variedad.

—Fuimos el verano pasado y es una ciudad enorme llena de luces. A mi tía Johana y a mí nos gustó mucho. A papá no.

—Mucho ruido—añado para que sepan que sigo aquí. Creo que me olvidaron—. Prefiero un lugar tranquilo y familiar.

—Aquí es muy tranquilo. He dormido muy bien—comenta Anelli y se agacha a la altura de mi hija—. Muchas gracias, Molly por la invitación. Ya que adoras las galletas de Marge, puedes ir cuando quieras.

—¿Eso significa que somos amigas?

—Claro. Has sido una gran anfitriona y no puedo perder una amiga así.

Mi hija ensancha la sonrisa, encantada con ese cumplido.

—Gracias, me esforcé mucho para serlo—Molly fija la mirada en mí—. ¿Puedo ir a comer galletas a casa de Anelli y Marge, papá? No comeré muchas.

Es difícil decirle que no.

—Claro. El viernes tengo que ir a su casa, puedes venir conmigo—fijo la mirada en Anelli—, si a ti y a Marge no les importa.

—No, claro que no. Eres bienvenida siempre, Molly.

Mi hija abraza a Anelli y la besa en la mejilla, dejándola sorprendida.  Ayudo a Anelli a incorporarse, sorprendido también, pues Molly no es cariñosa con las personas. Su abuela debe rogarle por un abrazo y a mí suele abrazarme cuando está asustada o quiere pedirme algo.

—Molly, ve a ponerte el pijama y espérame en tu habitación. Acompañaré a Anelli a su vehículo.

—No hace falta…

—Deja que lo haga—dice Molly—. Mi papá es un caballero.

Anelli enarca una ceja y no agrega nada. No creo que me considere un caballero y está bien mientras no me desacredite delante de mi hija.

Molly se da la vuelta y regresa a su habitación mientras nosotros salimos de la casa.

—¿Un caballero?

—¿Cuántas veces debo disculparme? No olvides que te rescaté en la carretera.

—Eso te hace humano y una buena persona, no un caballero.

Niego con la cabeza.

—¿En serio vamos a discutir?

—No, estoy cansada—nos detenemos en su vehículo—. ¿Puedo preguntar qué pasó con la madre de Molly? No tienes que responder, no quiero ser indiscreta. Es solo que es una niña muy buena. 

Meto las manos en los bolsillos.



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En el texto hay: mujer independiente, drama, padre soltero

Editado: 01.09.2022

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