Capítulo 2: Romance bajo la luna
Hubo un silencio incómodo entre nosotros, por un momento nos quedamos sin nada que decir, Carmen no me presionó para darle la respuesta y yo tampoco tenía muchas ganas de dársela. Quizá si me mantenía callado el tema pasaría de largo y nuestra relación continuaría siendo la misma de siempre, no obstante, ya no avanzaríamos más. El quedarme callado aquí era igual a sellar con clavos de oro nuestra amistad.
—Carmen, tú no eres un ser humano, eres un vampiro. —Lo dije, desplacé mis deseos egoístas de continuar dejándola en la ignorancia y por fin solté la cruda realidad. La chica pareció no entender el término, en vez de ello ladeó su cabeza de un lado a otro, al parecer ella nunca había escuchado esa palabra y no la podía culpar, en una ciudad tan remota como ésta, los conceptos y conocimientos generales escaseaban en gran medida.
—¿Qué es un vampiro? —preguntó.
—Los vampiros son seres que chupan la sangre de los humanos para vivir, pueden subsistir de alimentos, pero si no consumen sangre regularmente tienden a volverse locos y a matar por placer. Son enemigos de la humanidad, Carmen, dime, ¿desde cuándo tienes esta enfermedad?
—Desde que tengo memoria —recalcó.
—Es decir, ¿toda tu vida has estado viviendo de esta forma? —volví a cuestionar.
—Sí, pero sigo sin entender, ¿por qué no puedo salir al sol? —La pregunta de la jovencita fue evidente, lo que más le molestaba de su condición era que no podía moverse durante el día.
—Los vampiros tienen una debilidad mortal: El sol, cuando se exponen a él, terminan quemados por completo. No es algo bonito, se podría decir que es una de las muertes más dolorosas jamás registradas, no sabemos porque los vampiros desaparecen con el sol, pero en este punto es una verdad autoevidente que ya no vale la pena repasar. Tú no tienes ninguna enfermedad, Carmen, solo eres diferente al resto. —Las verdades siguieron lloviendo como puños, decidí decirlo todo sin censura, ni ocultarle nada, pues aquel era el deseo de mi preciada Carmen.
—Sangre, ¿e-eso quiere decir qué he tomado sangre y no me he dado cuenta?
—Probablemente, un vampiro solo puede resistir tres años sin beber sangre, una vez que pasa ese tiempo se vuelve rampante y pierde la cordura. ¿Tu madre no puso algo raro a tu comida alguna vez?, es imposible que estés cuerda en este instante de no ser por eso.
—Probablemente lo hizo, pero aun así, todo esto es tan repentino. A ver, vamos a llevar las cosas con calma, en primer lugar, soy un vampiro, ¿no es cierto? —Carmen tomó asiento en el pastizal verde, segundos más tarde inhaló una gran cantidad de aire y la mantuvo en sus pulmones algunos segundos, solo para soltarlo al siguiente instante.
—Exacto, tendremos que hablar con tu madre hoy mismo para que nos diga los detalles de tu transformación.
—Otra cosa, Roy, ¿es malo para mí ser un vampiro? —Aquella pregunta contenía inseguridad y miedo, Carmen no sabía cómo reaccionar ante esta noticia, la palabra “vampiro” continuaba siendo un concepto extraño para ella.
—No te mentiré, en verdad es terrible, hay personas que dedican sus vidas a cazar vampiros, entrenan arduamente por décadas hasta dominar el arte del combate. No tienen piedad, sin embargo, Santa María es un lugar alejado de la civilización, dudo mucho que te encuentres con un cazador, pero siempre es preferible vivir con precaución. Tu madre hizo bien al mantenerte dentro de la casa y solo paseando por las calles aledañas, viéndolo de esta forma creo que su estrategia parece haber funcionado.
—¿Nadie más debe saberlo, verdad?
—Obviamente, la gente común conoce bien a los vampiros, incluso los aldeanos despreocupados de aquí entrarán en pánico si llegan a enterarse. Nadie debe saber este secreto, ¿me entiendes?
—Sí, te entiendo, muchas gracias por responder mis preguntas, Roy, sabía que podía confiar en ti. Me siento confundida y cansada por todas estas revelaciones, pero al mismo tiempo, estoy feliz, por fin sé quién soy y porque no podía vivir como los demás. Es duro vivir cuando no te conoces a ti mismo, aún si la verdad duele o es poco agradable, siempre es mejor tener los ojos abiertos para solucionar los problemas. —Carmen se reincorporó del suelo, en seguida, la chica alzó sus brazos hacia el cielo y de inmediato, me sonrió —. En serio, muchas gracias.
—No hay nada de que agradecerme, simplemente hice lo correcto. Carmen, yo también voy a contarte mi secreto, así estaremos a mano, ¿te parece?