El hedor de la vida reina en medio del cuento
y yo muero agotado en un recóndito silencio,
estoy arrasado por un viento cruel y mezquino,
y cuando caminaba por un sendero de luz,
un rayo oculto entre los celos
gobierna todo el cielo y duerme bajo el mar.
El opaco reflejo de su boca
ciega con destellos mis ojos
y mi mente se dilata en reír del dolor sumiso.
Cuando el amanecer crece
y la noche se arruga
mi alma sufre a solas
y la tristeza me perturba,
mi voz atronadora anuncia la temporada
y su relación,
las lámparas del parque gritan mi nombre
y la oscuridad destaza mis pieles.
Mi sangre es negra
y la del cielo también en la noche
formando una verbena, su música se eleva
hasta el sol y una zíngara lee mis cartas al amanecer.
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