Un soplido diafragmático estalla en mis venas
y el viento fluye cobardemente por mis pulmones
como el veneno inocente que emana del sacrificio.
Estoy sediento del poder corrupto de voluntad,
definido, un poder más allá de lo deseado
por cualquier hombre creado.
Campos de metal crecen en el fondo del miedo
no nato que siento influir dentro de mí.
Desprecio, odio, y soledad, reinan
en el vasto imperio de mi agonizante
corazón púrpura, que ríe y goza en la desgracia infinita,
y en plano contra picado observo a la muerte,
que cabalga en un caballo verde sobre arcoíris grises,
y la amistad hipócrita miente sobre lágrimas
sin compromiso del hombre subterráneo de hoy.
Miro con dos soles de café que captan la triste vida
que lleva el cristiano día a día
y sufro por el abandono mental de esa gentuza,
sintiéndome caer del cielo como cometa apresurado a precipitares en la mezcolanza social de una cultura decadente.
Bailo una tarantela familiar en las nubes
que habitan la mente de los jóvenes adictos
al duende de Morfeo y las horribles criaturas
de mis pesadillas huyen al ver mí figura,
que es el monstruo más despreciable sobre la faz de la tierra.
Ahora duermo en el regazo de tú ser
y me alimento de tus pechos de suerte y azar,
succiono el fluido salado de tu sexo
y lamo el perfil de tu virginidad, ultrajando sus labios morbosos que besan mis huesos corroídos
por el perfume de la fiebre que corroe mi alma rayada
como una vieja canción de Blues.
Y asustado en las largas noches de invierno
me estremezco de miedo junto a la tristeza desolada, atacándome orgasmos al pensar que todo es un sueño
al que algún día tendré que despertar.
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