Destrúyeme
— ¿Podrían dejar de cuchichear allá atrás? Parecen dos pares de gallinas esperando empollar.
Lila y yo callamos en cuanto mi hermano nos dirigió una mirada corta. Su cuerpo giró y pude oler la colonia que pareció llegar hasta el punto más oscuro de su cuerpo. A veces puede pasarse de idiota. Y de colonia.
— ¿Yo me he quejado por tu molesta risa?—No dijo nada—. Exacto, así que sí quiero hablar con mi amiga mientras vamos secuestradas hacía una fiesta, te aguantas.
Pero algo detuvo nuestras risas.
Estábamos atascados en el tráfico de la ciudad. A un horario poco común pero que, había dejado a toda la carretera embotellada. Un suceso inesperado, un trágico suceso que hizo que nos detuviéramos y que, de repente, una ola de emociones y dudas llegasen a mí.
—Entonces...— pronunció Kayne, sacando una botella de alcohol de su mochila—, será un largo camino.
Bebió de un largo trago, haciendo una mueca al final, para después pasársela a Lila. Yo me negué, y observé por la ventana la oscuridad que llegaba.
Luego oímos el sonido de las ambulancias, el grito de la gente y los policías corriendo.
Algo había pasado.
Así que abrí la puerta, ignoré los llamados de Lila, bajé del auto y corrí hacia donde se había desatado el caos. Parte de los autos estaban unos contra otros, algunos chocados, otro contra un árbol, pero eso no fue nada, a comparación de los cuerpos.
Había cuerpos regados por toda la calle, en una escena terrorífica que me hizo ahogar un grito que buscaba escaparse de mi boca; la sangre bañaba el pavimento de color carmín, al punto que las alcantarillas estaban bañadas de sangre y una especie de líquido negro. Los rostros demacrados estaban siendo cubiertos uno por uno, mientras algunas personas gritaban y lloraban hacia el cielo. Eran diez personas en extremos de la calle, intactos, pero con la sangre brotando de sus oídos y narices, más su aspecto, su piel y ropa, estaba intacta, como si simplemente hubieran estado tomando una siesta.
La sangre llegó a mis pies.
Pero no fue desagradable ya que, de hecho, ni si quiera se percibía algún aroma en específico. La ventisca helada recorrió entre los muertos y solo trajo consigo la fragancia de frutas tropicales que más de uno, no supo de dónde provino.
—Diablos..., esta sí que es una masacre—expresó Kayne, tomando de su botella.
— ¿Qué mierda pasó aquí?—preguntó Lila, a mi lado, dándome una mirada desconsolada.
Sin poder controlarme, una lágrima corrió por mi mejilla. Era devastador. Mientras unos solo se alejaban con asco o incomodidad, otros sufrían. Muchos fueron indiferentes, pero alguien, la actitud de alguien fue la que captó mi atención.
—Una lástima—negó Kayne, alzando la botella de nuevo, bebiendo de ella.
Gracias a esto, crucé miradas con Lila y de ese modo, mientras mi hermano estaba ya ebrio, nos percatamos de la actitud de Aník; él a diferencia de los demás, cerró los ojos. Inclinó la cabeza, aspiró el aire fresco que llegó y lamió sus labios.
Parecía agradarle la sangre que seguía cayendo por las alcantarillas y los rostros de las personas muertas.
No entendí cómo un acto como ese podía lucir tan extraño, como si hubiese gozado, no de verles, sino sentir su alrededor. La muerte que había acechado a diez personas y que se habían desvanecido en el viento, sin razón alguna, le gustó.
Mi mirada viajó por cada parte del lugar, indecisa de qué podía hacer. Pero pronto nos llevaron al otro lado de la cinta de escena del crimen. Y enseguida viajé a la fiesta, imaginando que ese chico realmente era un cadáver, que era un muerto más en la lista de Danville y que nadie había dicho nada.
Quizá ya me estaba volviendo loca.
Pero ver todos esos cadáveres, sin una mosca encima, con el rostro tranquilo, más con toda esa sangre que cubriendo sus cuerpos, fue inquietante. Y más, si le añadía el comportamiento que presentó Aník. Hasta en eso él era diferente.
Kayne solo rio un rato tambaleándose y se dirigió por la acera, al auto.
— ¿No necesita ayuda?—Le pregunté a un policía, limpiando la lágrima de mi mejilla, sintiendo una abundante tristeza que sobrepasó mi alma, pesando en mi pecho, de manera única y extraña.
El hombre me vio con fastidio.
— ¿Es alguno, familiar tuyo?—negué enseguida—. ¡Entonces evacua! Son solo cadáveres, niña.
Solo cadáveres. Eso significaba para él, y para muchos. Simples cuerpos sin vida que ya no valían nada, que no significaban absolutamente nada. Y dolió, sufrí de algún modo, por tales palabras, por los cuerpos y la indiferencia de muchos.
Di un giro y divisé que ya estaban cubiertos. Todo demasiado extraño, como una escena de película sin sentido que yo principalmente, quise entender. Sin embargo, me encaminé hacia el auto, donde se hallaba mi hermano.
— ¡Hey! Menéalo, páralo, menéalo... —empezó a cantar Kayne, a unos pasos del auto.
Se removió de un lado a otro, haciéndome tambalear junto a Aník quien parecía estar ayudándome en un momento como ese. Lo observé, aun sintiendo que en algún momento caería como un dominó.
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Editado: 11.07.2020