Reflet

0.7

No existe

Una respuesta se quiso, pero, ¿sabes? Poco se obtuvo.

A la mañana siguiente me encargué de comentarle todo a Lila.

Estaba demasiado cansada mentalmente. Acababa de reentrar a la escuela y ya había salido más veces que en todo el mes, y lo mío no era salir. No cuando aún todo mí alrededor se sentía tan lejano y extraño.

Me dediqué en explicarle los detalles, la actitud de Aník y cada palabra. Teníamos descartada la idea de que ese cuerpo realmente era algún muerto porque, evidentemente, muchos habían quedado ebrios antes de la media noche. Pero eso no me quitó de la cabeza que había salido humo, no se evaporó, solo desapareció. Estaban también los sucesos, las repentinas muertes en Danville.

Desde su llegada, muchas cosas habían cambiado y, más que nada, dándose cuenta de su comportamiento, palabras y demás, dedujimos que Aník era diferente.

“¿En qué sentido? ¿Qué ocultaba? ¿Quién era?” Esas eran preguntas que, sin duda alguna, buscábamos responder.

Había pasado una semana, tranquila, y al tiempo muy rara. Seguí recibiendo las rosas, la misma caja negra, diminuta, los detalles dorados en las esquinas, como si hubieran sido trazados por un lienzo de oro, cada vez con más figuras y letras sin sentido. Toqueteé más de una vez la marca dorada en mi cuello y leí las frases, sin saber qué decían, mucho menos, sin saber quién las enviaba. Busqué entender también las iniciales, pero podía significar cualquier cosa y, aunque Aník vino como respuesta a mi mente, me aclaré a mí misma, junto a Lila, que no era posible que él hiciese algo como eso, no había una razón.

Las constantes miradas de Aník se sintieron más pesadas; llenas de diversión o silencios abrumadores que solo me hacían mirarlo de la misma manera, lo que, extrañamente me hacía sentir diferente. ¿Qué ocurría? Ni puta idea. Las sonrisas de Diuk, siguieron deslumbrando en los pasillos. También eran diferentes, distractoras, y mis citas en psicología solo me impidieron relajarme. Porque sentía que, estaba superando lo del accidente, no por medio de las charlas con el psicólogo, sino por la intriga, la motivación, aquello que había avivado de nuevo Aník en mí.

—Él tiene esa mirada—dijo de repente Lila—. ¡La jodida mirada!

— ¿De qué mirada hablas?—fruncí el ceño, quedando a la expectativa.

—Bueno...—siseó—, no tiene la mirada de: "Oh, me gusta" pero le gustas—aseguró mientras yo intenté terminar una tarea interminable de física.

—Y, ¿cómo es eso?

—Le gustas, pero no lo demuestra.

— ¿Y cómo sabes que le gusto, sí no lo demuestra?—pregunté, alzando levemente las cejas. Lila era muchas cosas, sabía muchas otras pero, cuando se trataba del amor, las conquistas y demás, fallaba tanto como cupido ebrio. 

Su boca se abrió y cerró en segundos y cuando creí que se callaría, no lo hizo.

—Percepción femenina—aseguró asintiendo segura de su respuesta –. Lo llamo: mi sexto sentido.

— Eso sin duda, no tiene sentido. A no ser que le guste para un sacrificio en el bosque...—negué porque, esa era una idea que había tachado—. Además eso no responde ninguna de nuestras interrogativas—señalé la hoja donde habíamos dejado varias opciones de quiénes eran ellos—. ¿No has considerado el cambio de ambiente?—Ofendida, alzó una ceja—. ¿Un manicomio, quizá? Supe que daban buenos postres, sí te tomabas tú medicina.

—Sí voy yo, tú te vas conmigo, Eila.

Negué entre risas, mordiendo el lápiz que tenía en boca. Era una costumbre de hace mucho, y supongo que era una manera de calmar los nervios. Porque pensar en Aník me dejaba nerviosa, y más sí estaba a punto de presentar un examen.

—Salió en un periódico—alcé la vista pensativa—. Deberías investigar un poco más.

El silencio y mis mordidas no fueron salvación, cuando ambas nos dimos una mirada.

— ¿Qué tanto podemos encontrar en la biblioteca?

—Sí somos meticulosas, supongo que varios archivos saldrán a la luz, pero, sé de algunos antiguos habitantes que quizá puedan dejarnos sus comentarios al respecto, por sí saben de algo ocurrido o sobre ellos…

Asentí segura, porque sabía que Aník no me daría respuestas, no en ese momento y menos cuando él mismo había pronunciado tan alarmantes palabras: Terminarás destruyéndote.

El hecho de que quisiese que olvidara lo del cuerpo en la fiesta, no me convenció, no me dejó tranquila, toda esa semana lo pensé, me martillé la cabeza pensando una y otra vez en la situación. Porque, aunque bien podía haber sido un chico ebrio, nada explicaba con exactitud el humo negro, idéntico al que había visto el día del accidente.

—Si fuese tú, no creería todo lo que dicen, no sí no lo compruebas tú misma –Su voz ronca, pero relajada, entró de nuevo a mis oídos, como si fuera uno de los sonidos más adictivos y deliciosos que existieran.

Salté enseguida observándolo frente a mí, con su cabello desordenado y la camisa remangada en los codos.

Estaba—sofocantemente—en todas partes.

Una voz en mi cabeza no dudó en susurrar: Te vigila, oculta algo... "¿Iba a matarme?"




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