La fogata de Danville
Gentileza y coqueteo se notó, y al momento, desapareció.
Fuego...
El color fuerte y reluciente del cielo se fue despidiendo, entre las montañas que nos rodeaban, los árboles que dejaban traspasar poco a poco una inevitable oscuridad, las estrellas aparecieron dispuestas a danzar alrededor de la luna cuando llegamos a la fogata.
Realmente no supe cuánto tiempo pasó cuando salí corriendo de ese callejón, pero al llegar a la fogata, descubrí que muchos de los habitantes del pueblo estaban gozando del calor y la reunión que solían hacer cada año. Sin saber que el asesino estaba seguramente entre nosotros, de que algo extraño, caminaba en nuestro pueblo.
Lila estaba disfrutando de los malvaviscos, un par de galletas y la compañía del chico de ojos azules que al parecer, se había fijado en ella. No habíamos podido hablar, así que me dispuse a disimular. Luego llegaría el momento para advertirle y comentarle todo. Ambos no pararon de hablar y a diferencia de Aník, Diuk reía cada cuanto. No de manera sonora como lo hacía Lila, pero el leve sonido ronco se escapaba de su voz, y no reaccionaba de la manera en la que el chico gris lo hizo.
Seguía siendo falso, pero nadie lo notaba.
El calor de la fogata era el momento perfecto para disfrutar de la calidad del momento; varios hablaba, otros se besaban, bebían, y bailaban un poco. Mientras yo me preguntaba: ¿Por qué razón tras todo lo sucedido, ya no me sentía como antes? ¿Por qué no sufría, por qué no dolía? ¿Las personas a mi alrededor, por qué no se mostraban afectadas?.
Toqué por inercia la gota dorada en mi cuello, la única marca de ese día que me recordaba en parte, lo sucedido, lo perdido. No hubo señal de remordimiento o de que alguna lágrima saliese.
Estaba bien. Y no supe el por qué.
Les vi a todos en el fulgor de la paz, felicidad, con una calma que parecía de comercial de televisión, sabiendo que, lo sucedido anteriormente podía haberles perturbado, al punto de cancelar La Fogata. Pero no fue así. En Danville algo oscuro se había apoderado de todos, con una sonrisa y aires calmos nunca antes vividos.
Caminé entre los presentes, escuché los saludos, intenté hablar lo menos posible, pasar desapercibida. Y entre la gente, mi vista cayó en él. Aník estaba hablando con varias chicas; se le veía radiante, sonriente, no de la manera..., natural, pero tampoco se veía forzado.
Él sin duda no era el chico malo, no, era el chico de la sonrisa agradable, sociable, dispuesto a tener una conversación con todos. Excepto conmigo. Y me cuestioné también cuál era la razón de que algo como eso sucediese. Porque cada vez que se hallaba la oportunidad de platicar, se desataba algo extraño que me hacía detestarlo, dejando el aire lleno de intriga. Sentía que cuando pasaba insípidos segundos conmigo, una parte de él era genuina; nada de sonrisa falsa, una parte de él, era él.
¿Lo malo? Eran demasiado cortos aquellos momentos. Lo suficiente para dejarme pérdida, pero también deleitada.
El problema de la noche surgió, cuando por estar viéndole, entretenida, choqué hombro con hombro con alguien, haciendo que gritara a los cuatro vientos una disculpa.
—Yo... lo siento, de verdad—dije, limpiando, evidentemente, la mancha que había terminado en mi suéter.
¿Lo sentía? ¿De verdad sentía haber hecho eso? En parte, sí, pero, justo en ese momento al ver a las personas aparentemente alegres, nostálgicas o calmas, se notó lo mucho que ocultaba cada uno de ellos, tras palabras, miradas y comportamientos. ¿Qué tanto nos escondemos de lo que verdaderamente sentíamos? ¿Por qué, si quiera, lo hacíamos?
— ¿Apreciando la vista?—cuestionó el sujeto, evadiendo mi disculpa. Cosa que me sorprendió, ya que no se mostró molesto por el tropezón. Sin embargo, me había atrapado infraganti observando a Aník.
“¿Qué podía decir? ¡¿Qué excusa, que Aník tenía un moco colgando y eso era lo que veía con asco?!¡No, obviamente, no!”
Me detuve abruptamente, quedando ahí a plena vista con la baba tendida al fijarme en él. Sus ojos avellana me observaron con diversión y brillo. Estaba condenada por hallarme observando a Aník y a tal espécimen extremadamente atractivo, pero si iba al infierno por ello, no me quejaba.
Había sido una gran vista.
Por un momento, con las palabras en la garganta, noté algo similar en él, conocido por un rostro tan peculiar, atrayente y seductor. Tenía un brillo singular que le daba, no solo la fogata, sino su actitud. Iba vestido con un suéter cuello de tortuga que aunque no mostraba mucho, las mujeres del lugar disfrutaban verlo. Se veía joven, pulcro y con buen porte. Unos años mayor que yo y, de ese mismo modo, se me hizo familiar.
— ¿Te molesta si me quedo aquí?—hizo una nueva pregunta, a lo que negué con la cabeza.
Sin duda era un hombre que te dejaba en modo: carganding... Era sensual, de los que te hacían sonrojar con un solo vistazo. Tenía el cabello castaño, oscuro, algo largo, no le llegaba a los hombros pero si lo suficiente como para llegar a sus orejas y, a pesar de haberse sentado, se notaba su altura. Y era más que posible que tuviera un buen cuerpo oculto tras el suéter.
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Editado: 11.07.2020