Chicas malas
Puede que signifique todo, o nada. Interprétalo como quieras, quizá halles la respuesta.
Al girarme, me encontré a una distancia prudente que me dio la oportunidad de alejar un poco los papeles detrás de mí.
Me recibió de la manera más peculiar, delirante pero exquisita; su piel, de un color crema pero con un toque caramelo al tiempo, dejaba a la vista un bronceado pasado, los músculos de sus brazos marcados en cuanto pasó una mano por su cabello, quedaron el segundo plato en tanto su tonificado cuerpo captó mi atención, acelerando mi pulso y nerviosismo.
El matiz en su rostro indicó completa indiferencia y poca importancia en la situación tras una estoica posición, firme y segura.
Aník jamás estaba jorobado, su postura era perfecta, como sí lo hubiesen ensañado desde niño a caminar con un pilar de libros en su cabeza.
Las gotas de agua caían lentamente por su rostro, cuello y pecho. Su cabello, se veía más oscuro que antes, logrando un toque negro carbonizado iluminara su mirada, dejando a la vista sus ojos grises, sin un toque de otro color, simplemente las tinieblas poseyendo sus dos almendrados ojos.
—No quieras jugar conmigo—ronroneó Aník, manteniendo su posición.
Se cruzó de brazos, a tal punto que mi vista se vio dirigida a ellos, inevitablemente. Eso pareció darle gracia, pero no la suficiente como para sonreír.
— ¿Quién dice que quiero jugar?—respondí, imitando su acción.
Su mirada viajó, detallando cada parte de mí. Sabía que estaba mojada, el sostén había quedado marcado gracias a la camisa que se había pegado con facilidad a mi piel por el agua. Pero eso no pareció molestarle, o mucho menos importarle.
Fijó su mirada solo a mis ojos.
—Quieres respuestas—inquirió con simpleza.
— ¿Vas a dármelas?—pregunté, conteniendo la respiración.
Los dos destellos de luz de sus ojos viajaron por el lugar, pensativo y bastante perdido en sus propios pensamientos. Las gotas dejaron de caer por su cuerpo en cuanto pasó una mano por su cuello. Caminó unos pasos, observando su escritorio y limpiando el polvo inexistente, diciendo:
—Tal vez...—Se limitó a decir. Exhalé profundamente, sabiendo que era difícil tener algo de su parte–. No confío con facilidad, Eila—confesó. Por un momento me asombró que se estuviera sincerando conmigo, creando un ambiente más cómodo entre los dos, dejando de lado el hecho de que lo había visto en la ducha y de que estuviera con una toalla rodeando su cadera —, hay secretos que se deben cuidar, que son nuestros. Toda familia los tiene, ¿no?—sonrió ladinamente—. Oh, espera, el mundo se basa en mentiras y secretos, ¿no es así?—Se corrigió brindándome nuevamente una mirada introspectiva.
—Un par de mentiras siempre vuelan en el aire—resoplé—. Pero como ustedes, nunca.
Lamió sus labios, asintiendo como si le hubiera dado la respuesta que esperaba.
Giré mi cabeza para revisar los papeles que aún descansaban sobre la mesa. Ahí estaba la respuesta y el signo de incógnito que le daban ese aire misterioso a Aník. Deslicé mis dedos por el papel, a tal punto de sentirme segura de que ahí seguían. No tenía la certeza de que podía salir con ellos, era posible buscar en la biblioteca del pueblo los mismos periódicos, pero estos tenían algo en especial: anotaciones y círculos con marcador que le dieron esa sospecha de mi parte.
—Una máscara que todos llevan puesta—comentó después de un rato. Alcé la mirada pero, fue demasiado tarde porque él ya se encontraba frente a mí. Con sus felinos ojos clavados en mí y su cabeza ladeada a tal punto que sus brazos se acomodaron por mi cintura, sentí que podía estremecerme ante su tacto. Luego, me di cuenta que sus manos estaban cerca de los papeles. Al ver mi reacción, haciendo brillar esos grisáceos ojos, murmuró: –, una que tú no dudas en ponerte todos los días, Eila.
— ¿La llevas tú también?—Acercándome un poco más, solo logrando que nuestras narices se rozaran, busqué no perder estabilidad.
Era mi única opción; distraerlo un poco para tener la oportunidad de guardar algunos papeles en mi espalda.
Algunas gotas que caían por su cabello mojado alcanzaron mi piel, pero no me inmuté, mantuve mi postura, observándolo dispuesta a encontrar un indicio de lo que él ocultaba realmente.
— ¿No la ves ya?—sonrió de nuevo, cerrando los ojos para sentir una caricia de cerca—. Me encanta tu máscara por cierto, muy digna de ti...–cerré mis ojos ante su roce, su aliento a frutas me dejó perdida por unos segundos mientras él siguió con una clase de juego bastante cerca—, es una lástima que no me convenza del todo.
Después de eso, se alejó.
Como una ráfaga de viento sentí el vacío, abrí mis ojos lentamente notando que me daba la espalda. Ni un solo rastro de alguna cicatriz o imperfección, simplemente sus músculos contrayéndose. Caminó otro poco hasta sentarse sobre el escritorio—cabe destacar que seguía en toalla y eso me dio una muy buena vista de su anatomía. Eso era suficiente para mí—para luego seguir hablando.
—Puedes llevarte uno que otro si quieres, para la próxima sé más..., cuidadosa—profirió asintiendo, sin desatar ningún tono de voz que marcase molestia, simplemente se mantuvo neutral ante todo.
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Editado: 11.07.2020