Amenaza
El miedo te impide dar el paso que te llevará a lo que tanto deseas
—Buenos días, Eila—saludó mi madre, mientras yo me arrastré por la cocina soltando un saludo que sonó más a un gruñido.
Tenía ojeras—mucho más pronunciadas que las comunes—, y mi cabello hecho un desastre. Me sentía agotada y mis ojos estaban cayéndose tal y como la vergüenza de dos adolescentes siendo encontrados en medio de la fornicación.
No era un buen día.
La noche anterior solo me había dejado demasiado sorprendida, no sabía qué pensar al respecto. Ni siquiera había tenido la oportunidad de llamar a Aník para quizás presionar y que me dijera algo, porque no tenía su número y era obvio que él no me respondería nada.
—Creo que alguien entró a la casa en la madrugada —La voz de mi madre detuvo mis quejas mentales matutinas. La observé, a la expectativa de que siguiera.
“Actúa normal Eila…, naturalidad”
» Un ladrón entró, solo para probarse tus botas…
— ¡Qué extraño! ¿No?—mascullé, escondiendo mi torcedura de boca con el vaso.
Tomé de mi jugo lentamente, como si me quemara la garganta mucho más que la mirada de mi madre; sus ojos claros brillantes llenos de sabiduría mientras los entrecerraba, me escudriñaron. Estaba dispuesta a seguir hablando, dar naturalidad a la situación y no permanecer en un incómodo silencio, pero mi hermano entró tranquilo y habló, el muy descarado pronunció cuatro palabras, creando una frase que solo me dieron más ganas de aniquilarlo.
—Estaba con su novio.
Caminó por la cocina con mi mirada fija en él y la boca de mi madre por el suelo. Él siguió sonriendo como si estuviese en una pasarela.
—Ah…, entonces nadie usó tus botas —asintió mi madre, tomando un sorbo de su café—. Espera, ¿novio?—alzó la mirada hacia ambos, golpeé la pierna de Kayne y me acomodé mejor en mi asiento conteniendo una risa.
Sí, no era un buen día.
—Yo…solo estamos saliendo, no es nada oficial. —dicté esperando que creyera algo y me permitiese salir de ahí viva.
Mi madre nunca fue una mujer que nos prohibiera algo, de hecho, era muy abierta en esos temas, en especial cuando llegó de sorpresa hace unos meses y lo que encontró fue a su hijo perdiendo la virginidad con una chica en el sofá. Sí. Ese sofá quedó fuera de nuestra vista en segundos. Nadie más volvió a saber más de él. Del sofá, claro.
Su mirada me congeló por segundos, como sí lo hubiera estado pensando.
—Vale, con que no me salgas tan promiscua como tu hermano, perfecto—volvió a asentir con la cabeza ganándose una risa de mi parte.
— ¡No soy promiscuo!
—Claro…, y yo nunca tuve un orgasmo, ¿enserio? No soy tonta, mis niños—Negando y besando nuestras frentes, salió de la cocina—. ¡Pero usen condón!—gritó desde la lejanía logrando que nos mirásemos entre risas.
Esa era la mujer que nos amaba a su manera, que nos había enseñado tantas cosas. Por más que una situación se viese espantosa—añadiendo lo que vivía siendo militar—, por más que sintiera que todo se iba a desmoronar, llenaba de esperanza y superaba todo a su paso, no lo tomaba como algo que la lastimase, sino como un aprendizaje. Las adversidades que pasamos como familia solo nos enseñaron a ser más fuertes que antes.
Después de todo, era una buena militar.
***
—Necesitamos que lo traigas. ¿Entiendes, Eila?—Érica, una chica pelirroja que solía participar en varias actividades de la escuela parloteaba sonriente, pero la verdad era que no le había puesto ni una pizca de atención.
Y eso que no era la maestra de Biología.
El solo pensar que por esos pasillos se encontraba Aník, sonriente, amable y sociable como siempre, solo me revolvió el estómago. Debía pensar con claridad, sí quería que él me dijera las cosas como quería, debía crear un plan, hacerlo a mi modo no serviría de mucho, debía actuar acorde a él.
La caja de esa noche no solo había desatado una ventisca, había desatado mi sed, dejándome llena de curiosidad dispuesta a investigar y saber más. Y aunque creí que de algún modo tenía una unión con ello, la gota dorada en mi cuello no volvió a pronunciarse, solo quedó ahí, como el recuerdo de lo sucedido esa noche.
Me removí en mi sitio, buscando con la mirada al chico de ojos grises, pero no había señal de vida de su parte. Fue hasta que varias chicas pasaron hablando de Aník y Diuk que supe que estaban cerca.
—Son tan amables. ¡Nos ayudaron muchísimo! –dijo una de las chicas, pasando a nuestro lado.
—Es una lástima que no busquen estar con nadie…, pero eso no quita el hecho de que podamos acercarnos—Le codeó la otra con una sonrisa de oreja a oreja, mientras abrazó sus libros.
Esa mirada, era el resultado de los actos de Aník.
El efecto que ellos tenían sobre los demás era tan sorprendente que podías pensar que lograban mover masas.
¡Hablaban como si sacaran la nueva tecnología antes de llegar al 2000!
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Editado: 11.07.2020