El reflejo
Sin sentimientos, sin emociones, es mejor así, ¿no?
Quizá no por completo, no sí Eila quería más que eso.
—Puede que sea un extraño ser, pero no puedes negar lo atractivo que es—aseguró Lila susurrándome al oído.
No solo nos podía carcomer la cabeza el hecho de que Aník y su familia eran algo que desconocíamos, sino que su atractivo era de otro mundo; tan atrapante y magnético.
Lila y yo permanecimos unos segundos paradas en la mitad de la nada, a la expectativa de qué podía suceder. Él claramente tenía un plan. Y lo que él planeaba, simplemente se hacía. Diuk se acercó a él, ambos caminando, llenos de seguridad y confianza que nos permitieron admirarlos por mínimos segundos mientras el viento les hizo juego con su pequeño desfile en el diminuto estacionamiento.
Eran exquisitos de ver. Y…, a pesar de que podían ser peligrosos, eso no quitaba el hecho de que mirásemos.
—Lila. Eila—saludó Diuk, acercándose a Lila para murmurar algo en su oído. La mirada suplicante de mi amiga solo me dio a entender las obvias intenciones de Aník.
Él lo tenía pensado desde un principio. Estaríamos solos.
Su mirada fue neutra, pero se notó la pizca de diversión que lo caracterizaba. Las dos esferas grises brillantes gracias a la noche y las pocas luces que lograban iluminar el lugar solo le dieron un toque salvaje y nocturno que me permitió ver la belleza en su mejor momento. La estatua permanecía inerte en el lugar con su mirada magistral, espectral y terriblemente hipnótica.
Ese era Aník. Un reflejo.
El reflejo de lo que admiraba en ese momento. Porque de la misma manera en la que yo lo estaba viendo, detallando y precisando, él lo estaba haciendo conmigo, pero por inercia, porque eso era, ese era él.
—Sacaré información—susurró Lila en mi oído antes de alejarse y dejarme frente a la estatua sin vida.
Bueno, si tenía vida. Por lo menos su corazón latía. Esa era una buena señal.
La vi alejarse en el que era su auto. Una noche pronunciada los dejó sumergirse en ella como dos sombras. Entretanto, cuando ya no pude divisarlos más, me giré y encontré de nuevo sus helados ojos. Supuse que su mirada buscaba ser, no solo intimidante, sino crítica ante mi posición, ante mis emociones y reacciones. Él sabía lo que había buscado, sabía dónde me encontraba, y, finalmente estaba ahí, frente a mí. Esperando que de alguna manera actuase de manera diversa, como sí lo poco que supiera bastase para enloquecer.
Ya estaba loca. Pero aún no llegaba a mi punto máximo.
¿Quién determina la locura?
Solo uno mismo.
Eso él lo sabía. Él estaba loco, al igual que yo.
Eso me emocionaba, y a él también.
Era curiosa a morir y, eso a él le gustaba.
Yo era terca, y eso, aunque él fruncía el ceño, le terminaba agradando.
Me aceptaba.
Y yo, con el tiempo, lo acepté también.
—Donde el cuerpo de los muertos hablan…, qué estupidez—tornó los ojos, hablando en cuanto quedamos solos—. ¿Crees todo lo que te dice un extraño?
Me permití a inspeccionarlo por algunos segundos mientras su boca se movió al compás de los cortos movimientos que dio su cuerpo mientras dejaba sus manos en los bolsillos delanteros de su jean. Una pose relajada pero que señalaba que estaba listo. Aník siempre lo estaba.
—Eso—señalé el hospital—, me dio respuestas—Segura de lo que decía, fijé mis ojos en él, en cada movimiento sospechoso que pudiera realizar.
Era un ser sobrenatural, lo sabía bien y pese a que no pudiera enfrentarlo—al no saber de qué era capaz—me enfrentaría a él con lo que tuviera.
— ¿A sí?—Sus cejas se alzaron con diversión—. Porque sí así fuese…, no estarías a la expectativa conmigo de que te proporcionase respuestas, Eila. No estarías esperando que te respondiera explícitamente lo que Avén no te dijo por completo, ¿no?—mordí mi mejilla internamente—. No estarías carcomiéndote por dentro por entender lo que no lograste averiguar en la morgue, porque ahí no están las respuestas como tal, solo un inicio, ¿acaso me equivoco?
Touché.
No se equivocaba. Joder, él no se equivocaba.
Aník sabía a la perfección que mi comportamiento resaltaba mis ganas de saber más, de que él me dijera todo. ¡Que la bendita revelación se diera! Porque siendo sincera, de todo lo que había dicho Avén y lo que supe en la morgue, no había entendido ni un rábano.
Fue como escuchar la inaudible voz del metro o la radio de un taxista.
Aník era un ser diferente pero, ¿qué era? ¿Qué era capaz de hacer? ¿Era el responsable de las pasadas muertes? ¿Estaba conectado con mi accidente? ¿Por qué razón había aparecido en mi vida en tal momento? Esas dudas… todas esas preguntas, no las respondió Avén. ¿Lo haría Aník? Quise que fuera así.
—Dije que obtuve respuestas, no qué clase de respuestas—respondí caminando hacia el auto que reconocí como suyo.
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Editado: 11.07.2020