Reflet

0.19

Miradas reflejadas

Las miradas viajaron de un lado a otro al encontrarnos en el pasillo. Sorprendentemente logramos dormir un poco después de toda la locura de la noche anterior.

 Puedo recordar a la perfección el momento en el que, luego de unas miradas, las mejillas sonrojadas de Lila y un vaso de agua, Aník salió casi gritando mi nombre.

En ese momento, todos los ojos se fijaron en mí. Mayor incomodes.

Pese a eso, cada uno se digirió a un cuarto para descansar las horas que quedaban hasta que tuviéramos clase. Sin más opción, me acurruqué en una esquina de la cama de Aník y abracé la almohada. La sensación, la confusión y las preguntas rondando por mi cabeza, me impidieron dormir. Algunas lágrimas quedaron atrapadas en mis pestañas, con cada todo apuñalándome, perdida en el tiempo y lo sucedido en los últimos meses.

Tras soltar un par de suspiros, sentí su mirada en mi espalda. Sí bien no se había acostado a mi lado, se encontraba frente a mí, en un sofá. Y toda su presencia, la pesadez en sus ojos, se sintió.

— ¿Hace cuánto no sientes, Aník?—pregunté, sin esperar que respondiera.

Él con su sonrisa solo mostraba una parte de él, no era el chico malo, tampoco el bueno. No actuaba por instinto, pocas veces seguía órdenes. No era impulsivo, sin duda pensaba las cosas con anticipación. Aník veía todas las opciones y consecuencias de sus palabras y acciones, y por esa misma razón, había sido meticulosamente calculador antes de llegar al punto de comentarme qué era.

La calefacción no me bastó, empecé a sentir frío y me acurruqué. Sin embargo y muy a mi pesar, seguía esperando su respuesta, por lo que me giré sobre mi espalda y terminé encarándolo. Él estaba viéndome fijamente, con los ojos bien abiertos, las palmas de sus manos descansando bajo un lado de su cabeza y apenas una sábana cubriendo su pecho desnudo.

Me sentí llena. No podía mentir, me agradaba la manera en la que me miraba, la delicadeza con la cual lo hacía. Entendí que no siempre se alimentaba, que simplemente buscaba algo dentro de mí, con su mirada introspectiva y llena de chispa.

Tocaba fracción de mi cuerpo con su mirada, delicado, trazando detalle por detalle, como un dibujo, sin perderse una sola línea, memorizando cada reacción y expresión que soltaba por mínimos segundos que le divertían o simplemente confundían.

Amaba expresar cada sentimiento, cada cosa que pensaba con él.

Él veía mi interior con gusto, sin limitación, sin marcar alguna barrera, buscaba verlo todo sin velo que le impidiese allanar todo sentimiento y pensamiento en mi interior. Aník lo hacía, indagaba sin permiso alguno y eso tampoco me desagradaba. No me molestaba el hecho de que supiera de mí, de cómo me sentía, de cómo pensaba, porque de alguna manera, me entendía y podía sentirse de la misma manera.

Sus ojos evaluaron nuevamente mi pequeña silueta en su cama. No había diversión, mucho menos una pizca de inocencia, solo observaba, de manera neutral que era a veces imposible saber realmente qué estaba pensando, o si siquiera lo estaba haciendo. Lo que Aník lograba con un vistazo, era fascinante, porque hacía que te sintieras como el libro más abierto del mundo, la pintura más colorida, engañosa, profunda y maravillosa, la escultura más detallada llena de imperfecciones perfectas.

Todo con una mirada que solo él sabía dar.

— Solo pasó una vez—apretó los ojos, viajando en el recuerdo, dejándome llena de expectativa y esperanza que al oírle, se esfumaría—. Cuando nací.

No pude evitar soltar una pesada exhalación, viendo cómo aquella noche se esfumaba junto a los sueños, dándome cuenta que el destello en sus ojos no le pertenecía y que en su interior, ardía una fuerza invisible y poderosa.

» ¿Me crees inhumano por no hacerlo?—cuestionó, sin moverse un poco.

—No—respondí de inmediato. Sabía lo que decía, porque aunque no conocía del todo a Aník, eso estaba claro–. Puedes ser de todo, menos inhumano o desalmado. Al contrario, le aborreces—suspiré, retomando el aire—. Sé que no puedes sentir, sé que te consumirías, pero…

— ¿Qué?—alzó las cejas, pasando su dedo índice por su labio, en un gesto común en él—.  Siempre que hay un pero, todo se va a la mierda.

—No puedes sentir, pero de alguna manera, tú naturaleza lo hace—exhaló. Sus cejas se juntaron y entendí que buscaba entenderme. La cosa era que ni yo lo hacía –. Ustedes consumen algo que, parece inexistente ya, entre nosotros los humanos. Aunque no puedes sentir, tu naturaleza lo hace cuando respetas la humanidad, al no matarlos por completo, te he visto, no eres de los que consume solo porque sí, y también pareces apreciar y respetar la tierra, lo que la rodea.

—Soy parte de ella—confesó—. La tierra es la que tiene más sentimientos en el universo que conocemos, jamás podría comparar lo que siente ella con algo, aunque tú, Eila, tienes una pizca de eso—Acercándome más a la orilla de la cama, le escuché con gusto, viendo su silueta que ya desde antes me era conocida y el fulgor en sus ojos—. No sé cómo podría hacerte entender lo sorprendente que es saborear lo que sientes. El solo suspirar parece que estuviera lleno de sabores, de aromas nuevos, que solo significan que estás sintiendo algo magnifico, va más allá de la imaginación humana.




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