Reflet

0.22

— ¿Qué tan seguras estamos de esto?—volvió a preguntar Lila, moviéndose como lo había estado haciendo la última hora.

—Tan segura como cuando te mojas al ver a Diuk sin camisa—Le afirmé, sonriéndole.

Porque aunque estaba más que asustada por lo que íbamos a enfrentar, me alegraba ser parte de eso, sentía que era al lugar al que pertenecía que, de alguna manera, estar con ellos no era sentirse impedido o sofocado por órdenes e impedimentos, aquellos reflejos me permitían vivir una aventura que me avivó de a poco.

— ¿Vamos a hacer chistecitos sobre chicos? Porque bien podrías recordar la vez que viste a Aník en la ducha...—renegó recordándome tan memorable hecho. Se cruzó de brazos, alzó su ceja y me señaló detrás de mí—,  y esa imagen no se olvida.

Finalmente, los demás habían llegado.

Todos iban vestidos formalmente. Era un evento especial en Danville y sin duda, ellos destacarían más que cualquiera.

En especial él. Siempre era él.

Lucía como un problema, como un remolino de problemas en el que cualquiera se lanzaría sin saber las consecuencias, porque ese dote se lo daba su naturaleza, no solo el destacar, sino cautivar todo su alrededor, de parar el mundo, porque si bien él era un reflejo de todos, yo sentía en especial que él reflejaba perfectamente la belleza de la naturaleza y de lo imposible.

—Si...— Me susurró Lila, soltando una risita—, no soy la única

Ella me cerró la boca porque, evidentemente había estado abierta mientras los observaba llegar.

Aník sin duda no era como ningún otro. Era autentico, entre sus hermanos o incluso Avén. Era distinto, todo él. Su piel tenue, con aquel color semi bronceado, el cabello llegándole a las cejas color carbón y su sonrisa... Era, en pocas palabras, la descripción de atractivo.

Sus ojos eran grandes, brillantes con ese gris que tenía un balance entre el azul y el verde, como dos gemas que se habían quedado atrapadas en sus ojos, era la representación de las más costosas joyas.

Hipnótico. Atrayente. Él lograba hacerte olvidar todo a su paso; dónde te encontrabas, qué hacías ahí o quién mierda eras. Todo se iba al carajo cuando tus ojos se posaban en él; en su elegancia, en su porte y postura firme, su cuerpo fornido, atlético, junto a una altura envidiable. Aník atraía sin siquiera intentarlo, resultaba atrayente de un modo extraño, pero adictivo, hombres y mujeres, niños y ancianos, todos encantados, todos perdidos, y él más que nadie lo sabía.

Los pantalones de traje negro le brindaban ese aire sombrío y clásico. Aník con una camisa azul cielo y Diuk con una negra, ambos deslumbraron sin dejar atrás a su hermana vestida con un vestido azul oscuro. Los tres llegando a la definición de perfecto y, aunque muchos podían verlos fuera de lugar, volteaban a verlos más de una vez, hipnotizados por, no solo su belleza, sino ese algo que los caracterizaba.

Y ahora sabíamos qué era.

Aník con su mirada indiferente, se detuvo frente a nosotras, sin siquiera mirarnos, admirando a su alrededor la poca decoración que rodeaba el lugar mientras el frío se coló por mis piernas. Por más que me escondí en mi bufanda, el frío se hizo presente, el aire helado y el cielo oscuro; despidiéndose del crepúsculo y recibiendo los seres ocultos.

No quise mirarlo, pero fue imposible, lo evalué, de pies a cabeza y de nuevo, desgraciada y agradablemente a la vez, se veía bien. Su mandíbula marcada en cuanto vio el cielo y exhalaba, los labios más rosados que el de los demás quienes muertos del frío tomaban un color más opaco, me hicieron suspirar. Claro que él no era opaco, en ningún aspecto. Ese aire extraño atraía, era atractivo ante cualquier ojo que lo veía con su semblante serio y manos en los bolsillos,  aunque parecía inalcanzable para todos, su sonrisa amable aparecía de repente saludándote.

Los ojos cerrados dejaban que sus pestañas largas descansaran en sus pómulos, dándole una imagen más tranquila, inofensiva.

Pero todo eso acabó en segundos cuando los abrió y siguió caminando para adentrarse al establecimiento. Su hermana nos saludó y Diuk se perdió entre la gente. Teníamos claro que debíamos estar atentas ante todo, ellos venían de alguna manera preparados y nosotras, aunque nos veíamos más como un estorbo, avisaríamos y ayudaríamos a los demás, para que no sufrieran, para que no..., los consumieran.

— ¡Estás aquí!—exclamó con ánimo una voz femenina conocida.

Girándome sobre mi propio eje y sintiendo de repente emoción, la vi.

— ¿Mamá?—Mi pregunta no hizo que se esfumara aquella sonrisa que crecía en su rostro. Estaba completamente confundida porque no sabía que ella llegaría.

—Te dije que pasaríamos tiempo en familia—comentó, abrazandome—. Kayne dijo que vendría luego, tiene aparentemente negocios que ocupan su tiempo.

Pasar tiempo en familia…

No, no era el momento.

—Ya… es solo que—Mis palabras fueron casi un murmullo—, no pensé que éste sería el momento, mamá.

—Siempre es el momento—dijo, besando mi frente con dulzura—. Sé que eres joven, que tienes tú vida, que has pasado por mucho y que yo no estoy casi en casa por mi deber. Pero cariño...—Me tomó del brazo y nos adentramos al establecimiento—, siempre hay tiempo para la familia, para amar, para sentir la bondad.




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