Reflet

0.28

El origen del sentimiento

Quizá la luna no te vio, pero el sol lo hizo, y te besó hasta el cansancio.

—Me comentaron todo lo que sucedió.

“¿Lo que había sucedido? ¡¿Todo?!” Me giré hacia ella, alarmada.

— ¿Ah sí?

Asintió, relajada en tanto yo suspiraba profundamente los aromas tropicales. Encogiéndome un poco, apreté mis labios. Ella lo sabía… ¡Lo sabía!, repetí.

—Todo—Haciendo un ademán, señalándome un camino, dijo—. Ven, ven, tendrás respuestas.

Me propuse olvidarme de todo, pese a sentir aún el sabor y textura de Aník en mis labios. Aún sentía el corazón a mil y la presión ahí mismo, amenazaba con seguir constantemente. Una electricidad en mi cuerpo, con toques y destellos, se esparcía a cada paso que daba, dándome a entender que lo que sentía en ese instante, golpeaba en mi interior.

Pero algo me detuvo.

Sí pensaba que ese lugar era pequeño e insignificante, me equivocaba completamente.

Las rocas se hicieron más grandes entre más caminábamos y el aroma a frutas tropicales se intensificó y entró por mis fosas nasales sin permiso alguno, dejándome degustar cada partícula. Luz tras luz se hizo más blanquecina, y cuando menos lo pensé todo el techo estaba iluminado, no sé con qué, pero era lo suficientemente potente para iluminar cada rincón. Rocas cada vez más claras, grandes y diversas a la vista creando estructuras que en mi vida hubiese imaginado ver, me asombraron. Los caminos se hicieron amplios y se lograban ver pequeñas fuentes en el centro de las cuales brotaba agua cristalina que, a la hora de ver dentro, era agua marina con pequeños peces nadando.

Un ruido particular fue lo que más llamó mi atención. Y pronto me di cuenta de qué se trataba. Iniciaba en rocas color mate, gigantescas, altas, que de ellas parecía nacer agua potente y clara, que poco a poco caía en una laguna gigante. A su alrededor había diversas estructuras de piedra, las cuales brillaban por los candelabros y daban un ambiente, tanto antiguo como nuevo y único.

Cada parte sorprendente. Era maravilloso ver algo tan diferente a lo que podía haber en el exterior. Deslumbrante. La cascada y el sonido del agua chocando contra las rocas se deslizaron en mí como un canto antigua cuando vi que el brillo dentro de las alborotadas aguas, era porque parecía oro. Los destellos, saltaban de un lado a otro.

Seguí caminando y me encontré con un túnel de piedra, lleno de magia, la magia y el mundo de los reflejos—o una parte de ello—frente a mis ojos.

Lianas brillantes con frutos tropicales colgando, el resplandor en cada pequeña semilla que crecía de la liana violácea oscura, cada una colgando con un brillo y olor particular que te hacía querer acercarte y saborear. Los colores llenos de fulgor; azules, violetas, naranjas y amarillos potentes, hipnotizándote y produciendo ráfagas de luces entorno a ellas. Creando un camino largo hacia lo que era el lugar especial y sagrado. El lago estaba cerca, ahí tan cerca de él, ahí estaba.

Idina lo vio y se inclinó, no con temor, mucho menos con dolor o posible deseo, sino con más bien con admiración y respeto.

El árbol gran árbol, enorme, se veía imponente a pesar de estar oculto por todas las lianas que, después comprendí, lo protegían y le daban mayor belleza ante cualquier ojo que lo viese. Había agua a su alrededor, logrando mojar el jean que llevaba puesto, pero no me importó. Estaba tan embelesada que solo deseé acercarme y verlo desde la cercanía.

Sus hojas eran rojizas, casi llegando a un tono carmín que se reflejaba en la claridad del agua. No como la sangre, sino como el mismo beso del sol, entre colores anaranjados, como rayos de fuego atrapados en él. Su grandeza era majestuosa en cada aspecto, desde cada ángulo lograba brillar. El gran roble, compuesto por diversas ramas oscuras, fuertes, seguras y enormes que no tenían fin, ni a lo alto, ni a lo bajo, me hizo sentir embelesada. Se sentían las pequeñas ramas contra los zapatos y el agua helada recibiendo hoja tras hoja que se desvanecía entre las pequeñas ondas producidas por nuestras pisadas.

Idina, suspirando, murmuró palabras incomprensibles para mí. Luego de unos segundos, mientras escuchaba el susurro del cálido viento, en tanto el agua seguía moviéndose en ondas, dijo:

—Éste es el árbol de sentimientos y emociones, Eila—Alcé la mirada ante los rayos de luz. Parecía que gritaran. No. Reían a carcajadas. El viento a nuestro alrededor era la misma carcajada de un niño—. Hay muy pocos en el mundo—siguió—, y son el significado de una de las cosas más poderosas, tanto para los reflejos, como para los humanos. Es antiguo, poderoso en…

—La naturaleza—completé por ella, recordando una de las conversaciones con Aník.

Alegre y levemente sorprendida por mi interés, caminó, dejando que el agua chocase contra sus cortas piernas.

—Lo sabías.

—Aník ha sido…—Muchas cosas; sexy, amargado, callado. Habían tantos adjetivos para clasificarlo. Pero demostrar lo que él provocaba en mí, en ese instante, no me interesó—, generoso en algunos aspectos.

— ¿Solo algunos? 

Alcé los hombros.




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