Reflet

0.29

La salida buscará… ¿hallará otra entrada? ¿O quedarán atrapados de nuevo?

¿En qué? ¿El amor? ¿Eso existe?

Existió, ¿no?

Me repetí varias veces que mi cuerpo debía controlarse. ¡Las emociones y extrañas sensaciones que desataba Aník en mi persona, debían tener autocontrol! Pero les parecía valer un carajo. Él no conquistaba con palabras. Él no conquistaba con un simple coqueteo o miradas que cualquier otro chico daba. No, Aník era un ser sobrenatural que llevaba quién sabe cuánto tiempo en la tierra y sabía dominar, no solo el cuerpo, sino los sentimientos, a su gusto.

Aník te hacía sentir, robaba el sentimiento que te estaba destruyendo y entendía, lo hacía. No te decía que sabía cómo te sentías, que te entendía y te daba un abrazo, ¿por qué iba a hacerlo? Era un reflejo. Un chico con el misterio y la sonrisa que demostraba que en sus ojos guardaba aquel dolor que muchas veces estaba acabando conmigo misma.

Desde el primer día en el que me miró, cuando me habló en aquel autobús y citó las frases icónicas de Dostoievski, dejó una marca, la intriga y abierto el camino para que lo siguiera.

Muchas veces quitó el peso de las sensaciones que no me dejaban avanzar, y eso significaba más que palabras bonitas.

Una persona no podía vivir sintiendo de la manera en la que yo sentía, pero para eso estaba él. Aník, en pocas palabras, era la solución para mí en variadas ocasiones. Mi salvación y destrucción.

—Juro que acabaré con él un día de estos—Diuk se encogió de hombros al oírme, guiándome hacia una de las tiendas donde habían encontrado a mi hermano—. ¿Tú tampoco dirás nada sobre su trato? ¿Tienen ley de silencio?

—Según el contrato, sí.

Un contrato, lo que faltaba.

Kayne no era tonto. Era coqueto, él si conquistaba con miradas, con sus pestañas largas y metía la pata una y otra vez por creer que coquetear con un reflejo iba a ser lo mismo que con un humano. En cuanto estuve a punto de acercarme, donde los árboles de hojas azules y tronco blanco decoraban los asientos de plumas blancas y negras, alguien se me adelantó y jaló a la chica de cabello rosa pálido de mi hermano.

— ¡Aléjate, esklave!—exclamó Shenie, sorprendiéndonos a los presentes. No sabía sí se trataba del nombre de la chica, o si le había dicho alguna mala palabra, porque la magia que había surgido en aquel árbol había desaparecido por completo y seguía sin entender una mierda—. Él no es un platillo que vas a consumir.

—Ves—comentó Kayne, parpadeando—. Te dije que ella era ardiente.

Shenie lo apartó con un solo movimiento.  

—Cállate.

—Eso, así me gustan, agresivas.

—Kayne, ya vámonos—Le pidió Aník, levantando la comisura de sus labios, quizá divertido con la situación, aunque no aparentemente alegre, no demostrando emoción alguna como Lila o yo. Porque cada vez se hizo más real el pensamiento de que él…simplemente él, no podía sentir nada que no fuera lo que consumiese—. Despídete de tú amiga, es hora de irnos.

Kayne resopló, girándose.

—Lo siento primor, no van a consumirme hoy. No estoy dispuesto a morir devoradoras y seductoras miradas—dijo mi hermano a la chica de cabello rosa quien, usaba ropa ajustada elegante, con una extraña cadena en su cuello. Lo miró con diversión—. Pero los jueves soy masoquista, puedes llamarme.

Resoplé al escucharlo.

—Vámonos.

Diuk al tomarlo del brazo lo sostuvo con fuerza. Mi hermano estaba lo suficiente y, aparentemente drogado, como para mantenerse en pie.

—Es solo lápiz azul, se le pasará—aseguró Shenie, gruñendo.  

Observé cómo todos se movieron con rapidez, incluyendo la chica de cabello rosa que pronto se ocultó para ver desde la lejanía a mi hermano. No sabía quién era, ni por qué actuaba de esa manera, mucho menos del por qué tenía una cadena en su cuello y muñeca derecha. No estaba asustada, de hecho, solo se mantenía oculta de los que estaban pasando, al igual que nosotros que seguíamos corriendo peligro en la condición de mi hermano. La chica pasó la mano por su cuello, con una extraña expresión como si se le dificultara respirar, pero alguien, con una gran cadena, empezó a jalarla hasta que llegó a estar en su regazo ¿De qué se trataba todo eso? ¿Quién era y qué estaba haciendo?

Shenie tomó mi brazo y no dudó en alejarme, tomando distancia de aquel lugar, saliendo finalmente del mundo oculto, maravilloso y extraño que tenían en secreto los reflejos.

Las luces comenzaron a hacerse menos incandescentes, y las rocas perdieron su peculiar brillo. El camino se hizo más corto, pero interesante, tanto que las estructuras fueron desapareciendo a nuestro paso y solo se convirtió en un camino rocoso que tenían arcos dorados con hojas del mismo color; brillantes y anaranjadas, soltaban el particular aroma. Mariposas brotaron de entre las columnas y danzaron, girando sobre sí, dejando un rastro de luz con su color blanquecino y dorado de sus alas. Los arcos se fueron reduciendo a algo tan mínimo, hasta que el sonido de una cascada nos detuvo. Admiré por segundos lo que era el color purpura que brotaba de las rocas blancas y, que caía en un pequeño pozo rocoso con algas violáceas oscuras. Era mágico. Y era la hora de decirle adiós.




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