Más que reflejos
Una aventura sería, solo sí no sentías.
— ¿Estás bien? ¿Te sientes mejor?
Las manos de Lila se pasearon por mi rostro y brazos, sin quererse perder detalle alguno, como mi hermano que metió las narices, entrecerrando los ojos. En tanto, los reflejos solo se dedicaron a darnos espacio mientras comíamos un poco de fruta.
Aník frunció el ceño levemente al escuchar las preguntas de Lila y Kayne. Aún le caían un par de gotas de agua por el pecho cuando me giré hacia mi mejor amiga, diciendo:
—Muchísimo mejor—aseguré. Ambos resoplaron aliviados y comentaron cuán maravillados estaban por el lugar. Pese a estar en una cueva de hielo y tierra y algunas hierbas, los aromas te dejaban perdido. No podíamos negar que nuestro camino estaba lleno de fascinantes árboles y piedras brillantes oscuras.
—Me alegra que mi hermana ya no sea la cereza del pastel—recibí un abrazo de mi hermano. La cercanía de su cuerpo me recordó nuestra infancia, lejana y diferente… normal—. Buen trabajo, Aník. ¿Qué le hiciste? Se ve mucho mejor que antes. ¿Tienes algún secretito, eh?
Casi me atraganto al oírte. “Ni te imaginas lo que hizo…” me dije a mí misma, escondiendo mi sonrisa en un bostezo.
Todos nos miraron de hito a hito, como si hubiesen esperado que uno de los dos respondiese. El problema era que yo no sabía qué responder. ¿Debía ser sincera y confesar que había tenido un orgasmo gracias a que me había tocado solo con sus labios, sin traspasar límite alguno? ¿Era acaso un interrogatorio? ¿Debía confesarme?
Aník, ajustando vendas en sus manos, se encogió de hombros.
—Tu hermana fue liberada. No consumí de ella, porque no podía. El líquido que bebió y el río me lo impedían. Pero logré que se liberara; bastó con tener una fuerte emoción para acabar con su… dolor.
Era una explicación, no tan detallada, pero lo suficiente para que todos asintieran, permanecieron en silencio, mientras el eco de las gotas de una lejana lluvia nos recorría.
Bebí un poco más de agua, queriendo alejar los recuerdos de sus labios que habían impregnado cada parte de mí. Y sin comentar la gota… La gota dorada se avivó ante su cercanía y no pude evitar pensar que eso significaba algo más.
Con ojos de tinieblas, apretó los labios caminando frente a mí. Sin saber, sin haber sentido el escalofrío en mi cuerpo, sin si quiera notar quizá que todo el deseo que abundaba en mí, iba dirigido hacia su persona, mucho antes de que se hubiese acercado.
—Intenten alejarse de toda pared viscosa y caminen con cuidado—advirtió Shenie, con el cuchillo en mano—. Estamos cerca de una especie de lianas peligrosas.
—Como las que vimos en la ciudad subterránea—comenté, recordando el delicioso aroma de aquellas lianas con florecillas. Divisé el lugar esperando verlas, pero de nuevo los ojos de Shenie, fríos, se cruzaron con los míos—. Pero no son bonitas como las de allá, ¿no?
Una negación de cabeza.
—Son parecidas y por eso las usan como trampa—Los ojos azulados de Diuk brillaron ante la escasa luz cálida que besó su rostro. Busqué el arma con las manos pero recordé que no la llevaba conmigo. No tenía con qué defenderme—. Sí llegan a tocar estas o sí sueltan aquel aroma cerca de ustedes…
—Mueren.
Todos nos giramos a ver a Aník, estupefactos.
— ¡Pero es que cada paso que doy lo siento como Anna Bolena antes de ir a ser degollada!—explotó mi hermano. Fruncí el ceño al escuchar su conocimiento de historia sobre la madre de la reina Isabel I. Con movimientos impedidos por la viscosidad, siguió preguntando—: Esto es un acto suicida, éste lugar es como una trampa mortal. ¿A dónde se supone que vamos? ¿Hacia dónde?
—Hacia la persona que nos ayudará a atrapar a los miroir, para eso estamos aquí.
Eran claras las palabras de Aník y, para mí, si eso era lo que debíamos pasar para atraparlos, no me importaba, realmente no. Quería terminar con eso de una vez por todas, poder liberar ese pensamiento de culpa que había estado siguiéndome y evitar que otros murieran. Y, además, veía complejo alejarme de los reflejos, sabiendo perfectamente gracias a Idina que yo debía quedarme con ellos. Estar… cerca de Aník.
Me consumía, sí. Pero me salvaba al tiempo. Él era la destrucción y la salvación a la vez. El paraíso y el infierno. Y estaba dispuesta a pasar por ello, no lo dudé.
—Vale—concluyó mi hermano, serio—. Pero dejen de repetir que moriremos, terminaré tatuándome esas palabras, en serio—Kayne pasó sus manos por su cabello, mostrando las ojeras marcadas bajo sus ojos.
Agotados y sin saber cuánto tiempo había transcurrido, soltamos una bocanada de aire.
Me terminé mi segunda manzana y cuando nos dispusimos a continuar nuestro camino, un jadeo de mi hermano nos detuvo.
— ¿Y ahora qué?—gruñó Shenie, agarrando el cuchillo como toda una experta.
Bajamos la mirada hacia las piernas de mi hermano. Atrapado. Él estaba atrapado en aquella viscosidad violácea. No sabíamos lo que le hacía, hasta que soltó otro alarido de dolor.
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Editado: 11.07.2020