Reflet

0.37

El susurro de la noche se atravesó entre deseos y secretos que deshechos fueron.

Las luces se enredaron en mi cabello como las palabras que no pude pronunciar. Todo pasó demasiado rápido como para haberme disculpado por mi intromisión. De todos modos, entendí al tiempo que sus inexpresivos rostros solo eran un indicio de que realmente no les molestaba que hubiese escuchado.

Aník soltó una escueta sonrisa cruzándose de brazos.

—Te lo dije—dijo, acercándose a su padre—, es demasiado curiosa.

Con la misma sonrisa y el ronco sonido de su voz, Alexey dijo:

—Y eso te encanta. 

La sobrenatural belleza de Alexey dejaba que cualquier muro de frialdad o indiferencia humana desapareciera en segundos, logrando su mayor propósito: consumir.

Di unos pasos hacia adelante, apenas siendo capaz de observar la habitación. Casi choco con uno de los tres sofás negros que rodeaban la ventana. La lámpara negra parpadeó ante mis pasos y los libros alrededor parecieron susurrar historias antiguas mientras respiraba con rapidez.

—Sí tanto me conoces—empecé a decir, cautelosa—, deberías ser prevenido, de ese modo no escucharé más de tus mentiras.  

Silencio. Mentiras, secretos, mentiras, secretos. Aník había mentido sobre su familia, sobre quién era, había ocultado hechos y acciones, se ocultó tras su máscara para proteger su mundo, para salvarse el trasero y quizá algo más…

Sucia y con una mueca por esto mismo, deslicé mi mano por mi desaliñada ropa. Rasguñada, adolorida y con restos húmedos viscosos. La pesadez en mis hombros se pronunció cuando la herida deslizó sus garras violentas por mi abdomen y empezó a moverse hasta mi pecho. Aník entrecerró los ojos, sin darme la razón mientras mordía su labio. Aquella oscuridad sobrenatural se abrió paso entre sus ojos cuando visualizó y consumió una pizca de lo que me hacía apretar las manos. Él no era la oscuridad, no completamente, cuando en sus ojos destellaba la vida. Tampoco era la muerte o el vacío completo, no cuando era un ser que comprendía los sentimientos, los valoraba y apreciaba la vida.

—Mentir…—saboreó la palabra, caminando nuevamente hasta la ventana. Los músculos de su pecho se expandieron cuando él inspiró profundamente—. No, Eila… Jamás te he mentido.  

Giré mi rostro al notar que ansiaba tenerlo cerca. Aquel monstruo en mi interior seguía exigiendo cosas que no aceptaba, no cuando él seguía siendo un reflejo que consumía y que había…

—Ha evadido cosas…—interrumpió su padre—. Que, aunque parezca algo similar, no lo es. Y lo ha hecho para vivir, Eila. Solo para sobrevivir en un mundo que no nos aceptaría por ser como somos y que tampoco te acepta a ti. Y nunca lo hará.

Su cabello, más negro que la noche que acechaba se removió ante sus suaves pasos. Levanté la mano para frotarme los ojos, notando que mi mano seguía sucia y que entre mis dedos quedaba la evidencia. Mi piel seguía helada pese al cálido sabor que permanecía en la casa.

»Sentir o no sentir—Permaneció en silencio durante unos segundos, deslizando sus dedos por la mesa redonda de cristal donde reposaban un par de cartas—, ambas cosas las juzgan. Consumir, o no hacerlo, también. Vivir o morir, ser diferente o igual que todos…

«Los reflejos te entenderán mejor que nadie y te sentirán más que cualquiera»

Alexey negó con la cabeza, haciendo que fijara mis ojos en él.

—Muchos de nosotros nos encargamos de aliviar su dolor, sin que se den cuenta, les ayudamos a vivir, así como lo hacen ustedes para nosotros.

— ¿Y qué hay de mí?

La tinta pareció moverse bajo la delgada camisa que llevaba puesta. Giré hacia Aník, pero permaneció en silencio, distante en la ventana escuchando con atención cada respiración y paso que daba.

—Tú… tú, Eila, eres la representación de la vida—dijo. Su penetrante mirada no se apartó de mi rostro—. Tienes una conexión inexplicable con la naturaleza, así mismo, con los reflejos, sus profecías, leyendas. Es parte de ti. La tierra lo sintió desde el primer momento en el que respiraste y la magnitud de sentimientos y emociones que vibra en ti, despierta el don de los antiguos que te fue entregado.

Me encogí de hombros, tímida.

»Ningún reflejo puede consumirte, a excepción de mi hijo y, lo has hecho vivir todo este tiempo, a pesar de que necesita más…

—Suficiente.

Las grandes manos de Aník se levantaron, señalándome.

—Qué aburrido de has vuelto en el último siglo, hijo.

—Ella no debe saberlo todo.

Parpadeé.

— ¿Y quién eres tú como para decidir qué debo saber y qué no?—incliné la cabeza, clavando mis ojos en su cuerpo envuelto en la oscuridad. Él apenas me dirigió una media sonrisa, tocando repetidas veces su labio inferior, en un gesto común.

Alexey permanecía apoyado en la mesa de cristal cuando su hijo caminó hasta a mí, sin revelar un susurro de tensión o molestia. Asintió, moviendo la cabeza y dijo:

—Soy el único que puede consumirte—dijo con humor frío, mirándome—. El que podría acabar con tu vida en segundos. Ese me creo.  




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.