Reflet

0.40

Los espejos no se rompen, se multiplican.

Tomándome por sorpresa, tras un largo silencio, habló:

—Te ves… muy atractiva esta noche, Eila.

Mis mejillas se tornaron de un color rojizo y sonreí como respuesta, agradeciéndole y, al tiempo, permitiéndole que él consumiese aquella pequeña sensación que había ocasionado. Porque ya era normal para mí saber eso, sentirlo, sus tinieblas rodeándome con la frescura de la noche.

— ¿Por qué?— cuestionó de repente, sin acercarse—. Tienes el paso libre, la puertas abiertas para irte, Eila. ¿Por qué ayudar? ¿Por qué arriesgarte en vez de vivir una vida normal?

No me limité a permanecer en la desgarradora lejanía y quedé frente a él, embelesada con el paisaje y con él. Reí por lo bajo de solo pensar hasta dónde había llegado. No había vuelta atrás y nunca hubo otra opción.

—Normal…—negué enseguida. Él se tomó unos segundos para detallarme y besarme con la mirada—. Mi vida dejó de ser normal desde la primera aparición de los reflejos en mi vida. No, de hecho nunca lo fue, porque siempre sentí de este modo, pero todo explotó al conocerte.

—Sabes que te vimos y conocimos antes…

—Cierra la boca—interrumpí, empujándole un poco. La vaga sonrisa en su rostro me hizo tomar su mano. Tras nuestro encuentro, de algún modo, aquella unión había crecido y el brillo en mis ojos, reflejados en él, era la señal de que no podría estar lejos de él—. No quiero vivir una vida normal, Aník, porque no pertenezco a ella, mucho menos porque uno de esos tantos sentimientos descolocantes y poderosos, son provocados por ti.

Eso pareció ocasionar algo en su ser, porque noté cómo se alzaba la comisura de sus labios, pronunciando aquel hoyuelo en su mejilla.

»Sé que no sientes—Oírme decir eso en voz alta, dolió más que saberlo—, pero…, por lo menos me alegra saber que entiendes, que sabes cuán fuerte es lo que siento por ti, y cuán unidos estamos gracias a eso. Me consumes, pero al tiempo, me haces sentir mil emociones más.

—Eila…—El susurro de su voz hizo eco en mis oídos y sentí sus manos cálidas en mi mejilla, quemando—, si tengo que consumir de alguien por toda mi existencia, será de ti—ronroneó. No abrí los ojos ante su tacto ni sus palabras, deseaba seguir así, con él, alejados de todo, del mundo y los problemas—. Buscaré sentir cada emoción cuando te toco, cuando te miro, cuando te beso… Al sentir eso, me estoy consumiendo a mí mismo, sí, pero por alguna razón, al consumirte, me recupero y vuelvo a pasar por todo de nuevo.

Sin duda eso era algo completamente extraño, pero nos confirmaba que nuestro destino era estar juntos. El suspiro que ambos soltamos colisionó, en cuanto sentí cómo barría sus labios con los míos.

»Eres única, no puedes ser consumida por cualquiera, y no sufres ni sufrirás como los demás al ser consumida—pasó sus manos de mi mejilla, a mi mandíbula y, de paso, por mi cuello—. Única, inalcanzable, majestuosa… Eso eres Eila.

—Tú tienes un trasero sexy—reí, tocándole este mismo.

—Entonces nos necesitamos; yo para consumirte—abrí mis ojos, quedando perdida entre las tinieblas que poco a poco se abrían camino en su iris—, y tú para ver mí trasero.

En seguida solté una carcajada y negué.

— ¿Ver? ¡¿Tú estás loco?!

— ¿Qué?

Con mi dedo índice, le pedí que se acercara. Cosa que hizo, algo inquieto y desconociendo mis actitudes. De todos modos, se acercó con la intensión de besarme.

— Solo verlo no. ¡Yo quiero tocarlo!

Por segundos, percibí de nuevo en él—mientras le tocaba el trasero, claro—, la calidez de su sonrisa, el cómo sus ojos se achicaban poco a poco y cómo sus mejillas se ensanchaban para soltar algo desconocido para él, pero que para mí era la gloria: su sonrisa.

Me perdí entre sus labios, sabiendo que teníamos que enfrentarnos a los miroir y que sí él llevaba el cofre para atraparlos, moriría.

Porque, como había dicho, Aník, había caído y…, un reflejo caído, sentía.

Y si sentía, moría.

***

La fiesta era más que sorprendente. Y para añadirle mayor elegancia y destello, los presentes eran magníficos. Aquella energía sobrenatural nada entre nosotros. Emanaban superioridad y podía notarse su presencia, a metros, con la belleza reflejada entre los candelabros brillantes.

Eran reflejos, y estaba rodeada de ellos.

Algo que había creído imposible anteriormente, se había dado. Si bien el temor recorría parte de mi cuerpo, me negué rotundamente a dejarme llevar por aquellas sensaciones e intimidantes miradas que no me habían quitado el ojo de encima, porque teníamos un propósito mayor en ese momento.

Supuse por momentos que era normal que todos hubiesen puesto su atención en mí, cuando era como el filete frente a un león hambriento.

Aník, a mi lado, me acompañó en todo momento. La intimidante mirada que le dio a todos fue la advertencia para cada invitado.  Era el príncipe de las tinieblas y no dudaría actuar sí me llegaban a tocar y le amé por ello.  




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