Un ermitaño nómada continua su viaje a través de un desierto sin nombre, en su camino, se topa con otro hombre quien yacía sobre una piedra, contemplando la inmensidad de dicho desierto, con la mirada perdida entre tanto vacío. El viajero se detiene frente a este hombre y le pregunta intrigado:
>>¿A quién espera buen hombre?<<
La pregunta resuena por los oídos del que yacía sentado, sin embargo, también resuena por el medio del espacioso lugar, igual a un eco. Dicho hombre, responde a la pregunta sin apartar su mirada del punto, con notable desinterés.
>>No espero a nadie.<<
Aun más intrigado, el ermitaño nómada, decide sentarse sobre la piedra y observar el mismo punto que su acompañante contempla. Al cabo de unos minutos, consigue entender la razón de la espera:
Entiende que sus pasos lo trajeron al punto en el que está, sentado y reposando, mientras observa la belleza de la nada misma. Años de recorrer el mundo en un viaje sin descanso le entregó sabiduría, y ahora, le llevó a la nada, y la nada, le enseñó a escuchar lo que le dice su mente llena de recuerdos sueltos. Su viaje le dio múltiples formas de ver la vida, sin embargo, nadie le mostró como vivirlas, y al detenerse en donde está, pudo sentirse completo por primera vez.
Se cuestiona, también, el tiempo que necesitó la naturaleza para llegar en el resultado presente; piensa, que tal vez el desierto en un tiempo diferente, pudo ser un gran jardín rico en flora y fauna, repleta de vida en cada rincón; piensa, que tal vez el desierto en un tiempo diferente, pudo ser un gran grupo de peñascos generados por actividad volcánica en tiempos remotos, donde el viento, el clima y las condiciones adecuadas, dieron como resultado lo que ahora puede ver; tal vez, la piedra en la que estaba sentado, era el ultimo vestigio de ese tiempo.
Pensó, por otro lado, en todas las personas que pudieron haber llegado donde está. ¿Cuántas habrán sido? Probablemente, más de lo que el ábaco pueda contar. ¿Cuáles fueron sus nombres? Creo, que nadie los nombró en ningún manuscrito. ¿Por qué llegaron aquí? El ermitaño llegó porque era parte de su camino, pero ¿Qué hay de los demás? Algo más viene a su mente: ¿Y si todas las personas que llegaban a la piedra en dónde está, jamás podrían volver a su viaje y sus cuerpos formaban parte del desierto como granos de arena?
Todo esto, pensó el ermitaño. Pero cuando llegó la noche, este cayó dormido y dejó de pensar. A la mañana siguiente, continuó su viaje.
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vida real y las lecciones que nos da, anécdotas y sueños, reflexiones sobre el sentido de la vida
Editado: 27.11.2025