Reflexiones

El Ermitaño y el Pozo

El ermitaño nómada viaja a través de la selva amazónica, sigue un sendero desprovisto de humanidad cercana. Su destino es incierto, pero está tranquilo porque sabe que llegará muy pronto.

A pesar de su profunda soledad, no se siente solo. Queda inmerso en el seno de la flora y fauna que le rodea, esa calidez del sol sobre sus hombros y su rostro le dan la suficiente compañía para disfrutar de su viaje. Mientras, sus recuerdos agradables se manifiestan en su presente, dándole arrimos de felicidad. No hay necesidad de sentirse en soledad cuando todo lo que te rodea te da la sensación de paz.

Aunque debemos de recordar que todo lo que nos rodea, también es pasajero. El ermitaño escucha unas voces apenas audibles a un lado de un camino, al acercarse, se encuentra con un joven preocupado, y en el pozo, sale los gritos de un hombre pidiendo ayuda, aparentemente, atrapado y pasándola mal.

Una sensación de ayudar al necesitado lo obligó a acercarse, pero la razón lo detuvo. Siendo problema de alguien más, no había necesidad de intervenir, pues, ya tenía a alguien más que podría hacerlo. Pero su escape planeado fue interrumpido por la respuesta del joven. Notando la presencia del Ermitaño, le pidió que se acercara.

Por un lado, estaba el hombre en el pozo pidiendo ayuda para que lo saquen de allí. Por el otro lado, el joven tenía fibra vegetal para crear una soga, pero no sabía cómo hacerlo ni si sería suficiente para ayudar al primero.

Para el Ermitaño, esta cadena de favores lo tenía sin cuidado. Cuando se sintió arrebatado de su paz y tranquilidad, pensó en alguna excusa para escaquearse del conflicto. A la vez, pensó que sus conocimientos sobre el mundo podían serle útiles en esta situación.

Puso un poco de voluntad y astucia en la fórmula e ideó un plan para resolver el problema.

Primero, pidió al hombre desesperado del pozo que cavase un poco de tierra para ayudarse asimismo a elevarse del suelo. Luego, con apoyo del joven, hicieron cálculos para saber si la fibra vegetal daba para una cuerda de gran longitud. Debido a que no tenían suficiente, improvisaron con ramas y raíces, y fueron gracias a estos elementos que terminaron con una escalera natural corta, pero útil.

El tiempo transcurrió raudo y el sol se ocultaba en cada parpadeo. El Ermitaño se interrumpió en sus labores dejando detrás de sí a ambos desconcertados. Antes de retirarse les dijo:

>>Debo seguir mi camino y salir de la selva antes de que oscurezca. Doy por terminado con mi labor. Ustedes, hombres humildes, sabrán que hacer a continuación. Gracias por su tiempo y cooperación.<<

Sus palabras resonaron en el silencio por un tiempo, hasta que no quedaron mas de sus vibraciones. Estos dos hombres se habían quedado confundidos por el actuar del Ermitaño, que no supieron que más hacer. Esperaron pro horas, y al llegar la noche, se dieron cuenta que no iba a volver.

En sus mismos lugares, apreciaron el cielo lleno de estrellas. “Bajo la inmensidad de las estrellas, uno no es nada”, pensaron a la vez. Entre tanto, alrededor se escucharon arrastrarse las bestias nocturnas. Por lo que, el joven decidió saltar al pozo al lado del otro hombre. Estaban, aparentemente, seguros así. En compañía.




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