Refutaciones a Camino.

Refutaciones a Camino y Surco II

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“¡De acuerdo!, lo admito: esa persona se ha portado mal; su conducta es reprobable e indigna; no demuestra categoría ninguna.

—¡Merece humanamente todo el desprecio!, has añadido.

—Insisto, te comprendo, pero no comparto tu última afirmación; esa vida mezquina es sagrada: ¡Cristo ha muerto para redimirla! Si El no la despreció, ¿cómo puedes atreverte tú?”

Es verdad que el mismo Señor se dirigió a nosotros a través del lenguaje, y que al lenguaje de la Revelación, (con que inspiró también a los profetas ésta el Espíritu Santo), se dirigía para tratar a Su Padre, El Verbo Creador; pero es verdad también que, aunque iban las más de sus enseñanzas con ejemplos sencillos impartidas, no corrió acaso con ninguna tanto riesgo (las parábolas de “el que pueda entender que entiende”, debió de darle el tiempo necesario para predicar y hacer milagros) como cuando nos instruyó en la más sencilla de todas, que es rezar el Padrenuestro.

Es claro que Cristo conocía las ambiguas aristas del lenguaje, sin que por ello dejara de usarlo en su condición de hombre, aunque quiso, como Hijo de Dios, desaristarlo para, en la oración, dirigirnos nosotros al Padre, al Verbo Divino, sin engaño. Por eso es la oración completa.También sintáctica y gramaticalmente.

Por eso, cuando me pone usted por delante, padre bueno, este caso horrendo, y, por desgracia, corriente, de despreciar a alguien, me quiero desaristar también, y no decir sino lo justo, con los ojos bien abiertos, porque, de pronto, por decir uno cosas que ni sabe, no le dejan acabar la misión. Aunque sea una misión de chufla.

Y ¿cómo se llega a ese desprecio?

Y, por el orden que toca, lo vamos viendo en el Padrenuestro:

  • "Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden".
  • "Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo".

Fijarnos que, antes de pedir el pan, sin el cual no puede pasar el hombre, Dios, si como Padre nuestro lo tratamos, hace, en la suya, nuestra voluntad, con darnos el pan de cada día. Y, sin embargo, tal como siguen siendo las cosas, no tratamos a Dios, siquiera como Padre, si no tenemos todos, como así pasa, el pan de cada día. Anda el pan acumulado según capacidades picarescas en forma simbólica ulterior de bienes, riqueza, poder... Y está todo esto con la MCDBG del todo naturalizado.

Comer, por tanto, es básico; luego viene el desprecio.

Muchas son las riquezas de las enseñanzas del Evangelio, y no tan fáciles, todavía, de entender para muchos; un servidor incluido. Ahora bien, el Padrenuestro (que es el Pan nuestro de cada día)... ¿quién no lo entiende? Porque, si no lo entiende, no entiende nada. Y es cuando se empieza, para ocultar la ignorancia más simple de no entender qué es el pan nuestro de cada día, a complicar las cosas más complejas, para que no se note que se es un ignorante. Porque no hay otra forma de avanzar en el progreso sino por institucionalizar y civilizar la ignorancia de lo más simple que requiere cumplir la voluntad de Dios, que nos da el pan de cada día. Y estamos tan empollados así, que parece que ni comemos ya, de puro ignorantes que somos de Dios y de sus cosas. Pero no es así; ¡qué va!: ¡tres comidas! ¡Y techo! Pero lo que pueden. Los demás, que los papen moscas.

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“Si tu amistad se rebaja hasta convertirse en cómplice de las miserias ajenas, se reduce a triste compadreo, que no merece el mínimo aprecio.”

Compadreo o no, padre, lo de que si mi amistad se rebaja “hasta convertirse en cómplice de las miserias ajenas, se reduce a triste compadreo, que no merece el mínimo aprecio”, va, en efecto, del hombre al hombre, y parece en verdad cosa de condena ésta, porque, llegó la IA, criterio intelectual autónomo igual o superior al del hombre, y han salido miles con sables en los dientes a farfullar desde su inmunda charca relación sin cuento de males sobre la IA; y lo mismo ahora, con Atlas el cometa, en contra del buen señor de Harvard, cuando dice que han de respetarse de modo necesario las hipótesis todas para el desarrollo de la Ciencia, saltan desde sus observatorios los astrónomos tomistas a decir que todo eso de que sea posible nave alienígena Atlas y cargada de hombrecillos verdes es un disparate, y modo antiguo de hacerse con fortuna el que tal dislate, por mucho Harvard que le acredite, difunde; con lo que, si usted ajusta, levante usted una concha en el mar de Casiopea, o en la llanura estelar de Andrómeda, (o en el mismo infierno, que según Sartre son los otros) le saldrá allí a usted un hombre, para aclararle que no hay más magia en el universo que la de nosotros, los hombres.

Siempre sale del misterio un Espilorcho, un Niño de Ventorrillo o un Botellín del Aljibe, para decirte, tras siglos y siglos y siglos de esfuerzo por revelarlo: “Aquí tampoco. Es mía”.

Y así, padre, empiezo a creer que hay acaso entre los nuestros quienes, impulsando las cosas siempre a que vayan éstas del modo que van, con ellos, sumos sacerdotes de la MCDBG, al frente, están por hacernos creer que hasta el Creador que a todos nos hizo será obra suya.

Es desesperante esta batalla, no contra potestades celestiales, sino contra consumados manipuladores terrenales, ante los cuales, hasta los mismos alienígenas pacíficos ocultos en naves con forma de pedrusco, pasan de largo cuando llegan cerca de la Tierra. ¡Que Dios nos ampare, padre, de estos picarones! Y ¡que venga el Señor, siquiera en nave extraterrrestre apedruscada, a de ellos librarnos, que sernos ha sano, papi!

Vea también que, si no llega pronto el Señor, padre, nos lo trae ya, en forma novelada, el Sandokán del padre Pío, seguidor que es, en su mágico formato de Balsa del misterio, de ese otro seguidor de de la Fuente que parece cantaor -¡a mucha honra!- de flamenco. Y, así, no hay forma de salir del hombre, padre, como si fuera la vida, no el juego de la oca, sino el del hombre. Y ya cansa...




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