Y el cumpleaños de Claire llegó.
En resumidas cuentas, pasó la mayor parte del tiempo con el idiota de Rubén, quien le regaló un anillo que brillaba más que una linterna.
Olvidaba decir que el anillo venía con aros y gargantilla incluida. Toda una fortuna que, yo, jamás podría tener aunque cortara el pasto de todo el país.
Me quedé a un lado, observando a los amigos del idiota, tan idiotas como el mismo idiota de Rubén. Hablan de grandezas, yo hago una mueca, hijitos de papá, nada han logrado por esfuerzo propio.
Cuando cantaron el famoso “cumpleaños feliz” Rubén se acaparó a mi Claire, pero ella me agarró del brazo, dijo que su mejor amigo debe estar a su lado siempre… Noté cierta mueca de disgusto del idiota de su novio. De hecho, nos lanzamos descargas eléctricas con la mirada, un fuego cruzado. La besé en la mejilla, yo, primero yo. Luego el imbécil la besó en los labios, tuvimos que carraspear para que lo dejara respirar… Por un momento pensé en convertirme en un asesino, patearlo en el suelo, sacarle las entrañas y dárselas a las hienas. Esos amables pensamientos se van cuando Claire acerca una cuchara con un trozo de pastel a mi boca, yo, comería todo lo que ella quisiera darme. Cuando la música comenzó a sonar, fuerte y alegre, yo hice gala de mis talentos, Claire aplaude y sonríe, la tomo de la mano y hago que gire conmigo, ríe y se apoya en mi pecho… Dijo que no sabe si es efecto del champán o el perfume que me vacié. Tan bromista, quise castigarla con caricias y besos apasionados. Nuestro pequeño universo de algunos segundos fueron interrumpidos, por ¿quién?... Sí, por el idiota de Rubén.
Apoyó su brazo sobre los hombros de mi Claire, nos miró a todos y sonrió de medio lado, alzó una copa, todos lo imitaron… Agradeció la asistencia, quien se cree, pienso yo… Alzó un poco la voz, ahora mi novia y yo tendremos una celebración privada, dijo.
Los idiotas de sus amigos, comenzaron a reír y darle palmaditas en la espalda, diciendo cosas estúpidas como “Maestro” “Gurú” “Sensei” y toda esa porquería. Miré a mi Claire, estaba claramente avergonzada. Su sonrisa era fingida, la conozco bien. ¿Qué debería haber hecho? ¿Evitar lo inevitable? Estaba avergonzada, es cierto, pero también es cierto que está enamorada de ese idiota y sé bien que en cualquier momento ellos tendrán sexo. Tan clara y cruel es la verdad.
Respiró hondo y salí a la calle, ella me siguió, luego caminó a mi lado.
—¿Estás segura?
Ella se encogió de hombros, sonrió. —¿Y mi regalo?
Yo respiré hondo—Lo olvidé.
Ella arruga el ceño. —Si no me lo das, lloraré.
Vuelvo a respirar hondo.—Chica caprichosa.
Ella hace una mueca divertida, yo sonrío y saco un pequeño envoltorio de mi bolsillo… Ahora sus ojos brillan y su sonrisa encantadora me sigue condenando.
Es algo insignificante, le digo... Claire arrebató el pequeño obsequio de mis manos.
Oh Lucas, como supiste...
Yo sonrío…
Hace algunas semanas, en una feria artesanal a la cual fuimos, Claire había quedado enamorada de un colgante de mariposa. No dijo nada, pero noté el encanto de su mirada.
Ahora sonríe… Sus ojitos brillan. Me besó la mejilla. No debería hacer estas cosas, no sabe que me mata despacio y dulcemente.
El idiota de Rubén llegó hasta el jardín donde estábamos… Finge una sonrisa.
—Cariño, ya todos se han ido, vamos a la habitación, tengo un gran obsequio para ti.
Claire pestañea.
—Otro obsequió, ya me diste demasiado.
Rubén sonríe y acaricia su mejilla.—Me encanta lo ingenua que aparentas ser.
Claire ríe.
Rubén alza una ceja, le quita el colgante de las manos y alza para mirar de cerca.
—¿Y esta cosa?
Claire sonríe, Lucas me lo regaló, es encantador, ¿verdad?
—Oh, si, muy pintoresco.
Yo hago una mueca, meto las manos en mis bolsillos para evitar que vayan a dar en la cara del idiota.
Esa noche me quedé sentado frente a la ventana, masoquista solitario. La luz de su habitación sigue encendida, luego veo siluetas que se unen, y la luz se apaga.