Me gusta mirar mis tesoros, ver como cada día aumenta mi riqueza.
Tengo entre algunas cosas una pieza del rompecabezas que armamos juntos, el envoltorio del chocolate que él me dio, un botón que cayó de su camisa. Todos mis sueños están en esa caja de cartón. Incluso el tiempo que pasamos juntos.
Una noche, en que me encerré en mi cuarto, ya que mi tía estaba con su novio, el vago exhibicionista. Escuché ruidos en mi ventana, Ismael sonrió y me hace señas para que salga. Mi corazón se escapó de mi pecho y sin pensarlo dos veces, escapé por la ventana.
Corrimos tomados de las manos hasta la playa.
Jugamos un rato en la orilla, corrimos, nos empujamos... nos quedamos quietos para seguir riendo.
Después que las risas dejaron de ser divertidas.
—Mañana estaré de cumpleaños, —le dije.
Él no contestó, solo se acercó y me besó. Luego me dice que abra más la boca, yo entre avergonzada y ansiosa le obedezco, y cosa extraña que sentí cuando metió su lengua, casi hago arcadas, pero pronto me acostumbré y lo disfruté. Me acaricia y sus manos vagan por mi cuerpo, me estremezco y siento cosquillas, quisiera reír y llorar. Esa noche Ismael me hizo ver las estrellas, todas las constelaciones. Mordí mi brazo para no gritar de dolor. Pero, yo, quería que siguiera con lo que estaba haciendo. Luego cayó sobre mí, estábamos pegajosos. Dijo que sería nuestro secreto.
Escribí su nombre por todas partes. Los besos y "eso" También los guardé en la caja de cartón.
Ismael está feliz, compró una moto.
Salimos a dar un paseo, primero, Clara. Luego fue mi turno. Nos alejamos hasta la playa. Me agarró de la cintura y luego entre el roquerío hicimos "eso", fue mejor que la primera vez. Aunque me gustaría hacerlo en una cama. Sin las piedrecitas pegándose a mi espalda.
Nuestros encuentros se repitieron unas cuantas veces, yo entre más lo necesito... él parece alejarse.
Y una tarde me enteré de algo que no quería saber. Clara dijo que Ismael tiene una novia, en el pueblo vecino, y que se irán juntos a la universidad.
Estaba tan molesta que tome mi vieja bicicleta y pedalee sin descanso. De todos modos, solo necesitaba cruzar un puente. Supe enseguida donde buscarlo, en el único club de ese pueblo, el mismo Ismael me prometió llevarme alguna vez.
No tuve que buscar demasiado... Él besaba a una chica.
Me desquité con su preciada moto.
Después supe por Clara que el idiota estaba furioso, pateaba el suelo y vociferaba malas palabras.
Yo respiro profundamente, la ira se va... en cambio, la decepción dura un poco más. Quizás toda la vida.